La mitad de la basura electrónica termina en rellenos sanitarios

[ Segunda parte ]

Desde los cinco o seis años, Antonio, Kevin y José aprendieron a vivir entre fierros retorcidos, polvos asfixiantes y caldos corrosivos.

Crecieron en el reciclaje sucio, actividad predominante en esta franja aceitosa y maloliente de la delegación Iztapalapa.

En los últimos años, los tres se especializaron en la basura electrónica…

La colonia Renovación fue fundada por pepenadores del tiradero de Santa Cruz Meyehualco, y desde hace al menos una década se ha convertido en refugio de la recuperación clandestina de materiales, multiplicada ya en otras partes de la ciudad y del país.

Sólo el 10 por ciento de la chatarra electrónica generada en México —unas cien mil toneladas— es reciclada de manera formal en empresas reguladas por secretarías del medio ambiente, según un estudio compartido a Crónica por el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC).

El 40 por ciento se encuentra almacenada en casas y bodegas, o se les da un segundo uso por piezas.

El 50 por ciento —alrededor de medio millón de toneladas— llega a rellenos sanitarios o tiraderos a cielo abierto, donde es disputada por pepenadores… O es acaparada por sectores informales.

Ahí trabajan hoy estos tres muchachos tosigosos, alejados desde hace tiempo de las aulas escolares y cuyo único anhelo es abrir, algún día, su propio negocio de desechos.

“El riesgo de la chatarra electrónica se dispara cuando se recicla en condiciones descuidadas, cuando los aparatos se destruyen a martillazos y se quema el plástico o bobinas para sacar cobre o cuando se rompe el tubo de rayos catódicos de las televisiones para rescatar metal o vidrio y se libera plomo”, describe el doctor Arturo Gavilán, director de Investigación para el Manejo Sustentable de Residuos del INECC.

—¿Qué institución debería impedir que esto ocurra?

—Se supone que gobiernos y autoridades ambientales deben saber dónde están todas las recicladoras y supervisar su labor, pero es muy difícil saber si alguien está quemando tarjetas en un patio o a escondidas, sería motivo de denuncia y la Profepa tendría que actuar, mandar inspectores.

Eso: quemazón de cables; fundición de tarjetas en ácido sin control de emisiones; contratación de menores de edad; y mano de obra sin protección elevaron una alerta mundial a la cual México aún parece indiferente…

PIEDRAS. Hoy Kevin y José, ambos de 17 años, le prenden fuego a cientos de bobinas: piñas, les llaman ellos. No lo hacen en secreto ni en el patio, sino a pleno mediodía sobre una de las calles pétreas de la colonia Renovación, donde montones de pantallas y monitores dan la bienvenida frente a las casas.

La mayoría de las cargas se mantienen cubiertas por lonas y piedras, en un intento por dificultar el asalto de drogadictos.

“Aquí los adolescentes y jóvenes sólo tienen dos caminos: se meten a reciclar o se tiran al vicio: el más barato es la mona o la piedra. En la noche los chamacos andan como locos, robando mercancía para pagar la droga”, cuenta don Rafael González, chatarrero de la zona.

Kevin tenía cinco años cuando su padre lo llevó a trabajar por primera vez a la basura. “Desde entonces me enseñé a desmadrar”, dice. Hoy trabaja en un pequeño depósito de residuos electrónicos, donde gana 800 pesos a la semana.

Acepta la charla, a cambio de “que tomen fotos perronas”.

—¿Y la escuela?

—Ya dejé el pinche Cetis, no me gustaba.

—¿Y te gusta lo que haces aquí?

—Aprende uno un chingo de cosas. Es divertido sacar el cobre de las piñitas.

—¿Por qué las queman?

—Para quitarles el barniz, es fácil cuando están al rojo vivo. Yo lleno las cajas y otro chalán les da en la madre con el cincel para sacar el cobre completo. Se necesitan desbaratar como 30 piñitas para sacar un kilo, como es de segunda se da a 80 u 85 pesos.

—¿Cuál es el de primera?

—El cable pelado, pero también hay que quemarlo.

—¿Piensas volver a la escuela?

—Ya no, porque aquí deja más. Como no estoy juntado, con 800 me alcanza para mis cosas y hasta guardo cien a la semana. En casi todos los trabajos piden prepa y pagan el mínimo. El reciclaje es la única salida de muchos chavos, desde chiquitos empezamos a perrear, a jalar.

—¿Sabes que el humo, el ácido y las demás sustancias liberadas de los electrónicos son peligrosas para la salud?

—Te acostumbras al olor y a los porrazos, sí te va desmadrando pero poco a poco.

—¿Y qué sueñas?

—Ser patrón, tener mi propio changarro de basura y contratar chalanes.

José, también entre tizne, es de menos palabras. “Desde morro”, refiere sobre sus inicios, se ha vuelto un experto en chamuscadas, de ahí su salario de mil 800 a la semana.

De acuerdo a su especialidad, rapidez y experiencia, los chicos ganan aquí entre 800 y 2 mil 500 pesos semanales.

“Lo que me gusta es el billete. Cuando me corrieron de la secundaria me vine pa´ca… ¿dónde podría encontrar algo más chido?”, pregunta.

Otro menor, Antonio, labora en un negocillo montado sobre la banqueta. Es el encargado de recuperar tarjetas electrónicas de computadoras, escáneres e impresoras, las cuales después pasarán por ácido.

Le pagan mil 200 a la semana. Igual abandonó el colegio. “Por flojo”, describe.

Del peligro se limita a decir: “De todas maneras nos vamos a morir”.

—¿Quisieras dedicarte a esto toda la vida?

—No lo sé, vivo al día.

—¿En qué gastas tu salario?

—Los jodidos no podemos planear, gastamos en lo que vaya urgiendo.

Cientos de familias subsisten por el trajín de los fierros, entre remaches y cristal despedazado. Las jornadas de trabajo van de ocho a diez horas diarias. Son cientos también de micrositios dedicados al reciclaje furtivo, los cuales nutren a no más de 15 depósitos de mayor escala, a decir por sus cerros acumulados de desperdicio. En promedio, éstos reúnen por lo menos un contenedor al día de entre siete y diez toneladas de peso.

Este reportero intentó ingresar a uno de los grandes establecimientos, pero fue atajado por el administrador en turno: “Aquí chismosos no, porque vienen a decir que aquí extorsionamos, traemos gente armada, explotamos a los niños y lavamos dinero del narco”.

—¿Y no es así?

—Somos gente de chamba…

TASAS. Ya es tiempo, dice el doctor Gavilán, de considerar en el país conceptos como el de “responsabilidad extendida del fabricante”, aprobado en algunas naciones de América Latina y de la Unión Europea, donde el porcentaje de reciclaje formal de residuos electrónicos sobrepasa el 50 por ciento.

“Esta figura obliga a la empresa que te vendió el artículo, sea televisión, computadora, celular u otro, a recuperarlo cuando se vuelva residuo y darle un manejo adecuado en recicladoras formales, aunque hay un inconveniente”.

—¿Cuál?

—Se presta a que el fabricante meta el costo de este proceso en el precio del producto y sea el ciudadano quien termine por absorberlo.

—¿Hay otro recurso?

—El impuesto al reciclaje: consiste es un sobreprecio por cada producto nuevo. El gobierno debe destinar ese dinero extra para operar la cadena de acopio, traslado y reciclaje de estos residuos. Si los ciudadanos nos volvemos locos por un celular nuevo, por una televisión o computadora novedosa, no deberíamos tenerle miedo a este tipo de tasas…

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