Vicente Quirarte: venceremos esa tragedia

El vampiro es una de las analogías que Bram Stoker hizo de la enfermedad, ya que durante su infancia escuchó los relatos que su madre le contaba sobre la epidemia que terminó con muchas vidas en Irlanda, explicó el escritor Vicente Quirarte durante la videoconferencia el miércoles por la noche Vampiros de esta lengua transmitida por el Colegio Nacional como parte del ciclo Fantasmas bajo la luz eléctrica.

“El vampiro se convierte en humo y entra por la cerradura o por debajo de la puerta, lo mismo pasa con la enfermedad. La enfermedad atraviesa y cruza todas las fronteras, es un enemigo invisible y por eso Bram Stoker pudo encontrar varias analogías de su figura de vampiro con la epidemia que acabó con tanta gente en Irlanda”.

Ahora que estamos en una especie de reclusión, añadió, recordemos que durante su infancia, el irlandés Bram Stoker estuvo recluido y eso le ayudó a soñar con los ojos abiertos. También pensemos en la epidemia de cólera que en el 1833 casi termina con la población de San Ángel, escenario que fue la iniciación poética de Guillermo prieto. Vamos a vencer esta contigencia, a ese vampiro.

La palabra vampiro, añadió, proviene de una voz serbia que significa: monstro y sangre o, más específicamente, monstro o demonio que se alimenta de sangre. “Desde la biblia, hasta la frase la sangre es la vida, el flujo sanguíneo es el emblema superior de la existencia y aunque biológicamente es el líquido esencial, desde un punto de vista emocional, derramarla o mirarla provoca una sensación alterna de fascinación y horror, de ahí que la dieta exclusivamente hematófaga del vampiro constituya uno de los mitos más poderoso del bestiario universal”.

A los cuentos de vampiros se les considera como obras menores o marginales en la literatura, no obstante, Quirarte resalta que el gran cuento de vampiros debe apostar por la brevedad, la intensidad y el efecto. “Los tres elementos del teorema de Edgar Allan Poe que siguen siendo vigentes para todas las grandes y auténticas pasiones”.

“Escribir un cuento de vampiros es un arte tan difícil como lograr un poema de amor que trascienda el presente de la fiebre, acaso el mayor obstáculo resida en el temor y temblor experimentado al bordear el abismo o acariciar el filo de la navaja”.

La dificultad también radica en que se debe hacer tangible al ser que reclama el título del príncipe de las tinieblas, así como en vencer y convencer al lector de la existencia del horror, “hacer que lo fantástico adquiera verosimilitud requiere de herramientas más sofisticadas que el martillo y la estaca”.

Ante ello, así como por las múltiples direcciones adoptadas por los cuentos de vampiros y en homenaje a Horacio Quiroga, Vicente Quirarte propuso un decálogo del perfecto cuentista de vampiros:

Uno: El escritor debe creer en los maestros Edgar Allan Poe, Bram Stoker y Howard Philips Lovecraft como en un dios mismo. Dos: El cuento de vampiros debe tener filo y verosimilitud en sus colmillos, desde la gestualidad de Max Schreck en su cosmos expresionista de agudas sombras, hasta la fiesta multicolor, sensual y hedonista de la Hammer.

Tres: si dentro del texto se incluye como escenario a Transilvania, se debe pensar que el prestigio otorgado por la literatura y la leyenda no bastan para crear una atmósfera de horror.” Acude al texto de julio Cortázar Figuras en un círculo rojo para ver cómo el maestro, sin jamás mencionar la palabra vampiro, lleva a la realización una idea de Mallarmé, no crear la cosa, sino el efecto que produce”.

Cuatro: Resultan más sorprendentes y verosímiles aquellas narraciones situadas en ambientes urbanos donde la soledad, violencia y ansia se conjugan para hacer de la ciudad el gran vampiro que se alimenta con la sangre de sus iniciados. “Lo hijos de la calle son la versión contemporánea más real y aterradora de los Children of the night. Cinco: Lo mismo para intertextualidad, el escritor debe establecer diálogos, llenar huecos y conjeturar sobre las palabras no dichas.

Seis: Si te vas a burlar de los vampiros, debes comenzar por la buena artesanía, Fernando Méndez supo conjugar el sentido del humor y del horror en sus dos obras muestras, El vampiro y El ataúd del vampiro. “Burlarse de los vampiros y su mitología parece fácil, lo difícil es crear, a partir de su conocimiento ortodoxo, la originalidad”.

Siete: El que anda con vampiros a volar se enseña, “cuida tus alas y aprende a conocerlas”. Ocho: El autor no debe intentar explorar el corazón de la noche sin antes saber de los trabajos y los días de Horacio Quiroga, Andrés Caicedo y Alejandra Pizarnik.

Ocho: No olvidar la advertencia de la cábala “el que juega a fantasma puede acabar por serlo”. Nueve: La brevedad es cortés y estimulante, huye a toda costa de los lugares comunes, malos chistes y analogías baratas que pueblan los cuentos de vampiros. Diez: La brevedad es cortés y estimulante, el perfecto cuentista de vampiros debe huir a toda costa de los lugares comunes, malos chistes y analogías baratas.

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