¿Qué salió mal en los acuerdos de Oslo?

La imagen del primer ministro israelí Isaac Rabin y Yaser Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) encajando manos ante la atenta mirada de Bill Clinton, presidente de Estados Unidos, en Oslo el 13 de septiembre de 1993 dio la vuelta al mundo.

No era para menos: Por primera vez, un líder israelí y uno palestino se encontraban frente a frente, y lo hacían para dialogar, con una sonrisa en los labios. Los Acuerdos de Oslo dibujaron un nuevo escenario para el conflicto árabe-israelí y generaron numerosas esperanzas de paz.

Hubo dos puntos clave que hicieron pensar en que podía cambiar el rumbo de la historia. Por un lado, la OLP renunciaba a la vía terrorista como forma de reivindicar los derechos del pueblo palestino, y por otro se formaba la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que debía administrar dos de las tres áreas en que se dividió Cisjordania y la Franja de Gaza.

Esta ANP, que se mantiene hasta hoy día, reconocía además el derecho de Israel a existir, una condición imperativa para la negociación por parte de los israelíes.

La gestión palestina implicaba que Israel retiraba su ocupación militar de Gaza y de Cisjordania, en particular de la ciudad de Hebrón.

Los acuerdos de paz se comenzaron a implementar no sin tensiones entre ambas partes. Israel comenzó la retirada, aunque no fue plena. Mientras los años avanzaban, el estancamiento se hacía patente, pero el espíritu de los acuerdos se mantenía.

Quizás, ayudaba el recuerdo del asesinato de Rabin el 4 de noviembre de 1995, a quien el ultrancionalista Yigal Amir, que rechazaba el proceso de paz con Palestina, tiroteo al final de una marcha en defensa de los acuerdos de 1993

LA AGRESIÓN DE SHARÓN

Las tensiones no solo implicaban a las relaciones entre Israel y Palestina, sino que, como demostró el magnicidio de Rabin, azotaban a los israelíes, divididos acerca del proceso de paz. En este contexto, el ultranacionalista Ariel Sharón se presentó a las elecciones y envió un mensaje claro a los palestinos al pasearse por la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, la ciudad santa de judíos, musulmanes y cristianos, que había quedado un poco aparte en los Acuerdos de Oslo.

La “invasión” de Sharón se interpretó en Palestina como un severo agravio, lo que dio lugar a la segunda intifada (levantamiento), lo que, en 2000, regresó la violencia a las calles y demostró que el proceso de paz sería más complicado aún de lo imaginado. Sharón, que ganó las elecciones, retomó la invasión militar en Gaza y Hebrón con el argumento de la defensa de sus ciudadanos, y solo el fin de la intifada, en 2005, permitió la retirada definitiva de Israel de Gaza.

EL TRIUNFO DE HAMÁS EN 2006

Palestina celebró sus últimas elecciones legislativas unitarias en 2006, que resultaron en la victoria por mayoría absoluta de Hamás, una milicia islamista con brazo político y brazo armado que busca la destrucción de Israel. El polémico triunfo, sobre el partido moderado Fatah, al que pertenece el presidente de la ANP, Mahmud Abás, desencadenó una ruptura entre Cisjordania, que quedó bajo el control de Fatah y la ANP y Gaza, donde Hamás domina con poder absoluto y no ha vuelto a convocar elecciones.

La creciente política de asentamientos judíos, impulsada por Sharón, denunciada como ilegal por el Consejo de Seguridad de la ONU y que después ha mantenido Benjamin Netanyahu, primer ministro desde 2009, ha tensado la cuerda, y pese a que en Cisjordania las tensiones se han mantenido como esporádicas, el veradero conflicto se enquistó en Gaza.

GUERRAS EN 2008, 2014… ¿Y 2021?

Desde entonces, la Franja ha visto dos guerras… y esta nueva podría ser la tercera. En 2008, el bloqueo terrestre, aéreo y naval aplicado por Israel sobre Gaza, sumado a las tensiones entre las partes tras tomar el control Hamás desencadenó el primero de los estallidos, que en tres semanas entre finales de diciembre e inicios de enero de 2009 causó 1,314 palestinos muertos (al menos 634 de ellos, civiles) y 14 israelíes muertos, 3 de ellos civiles.

Con el ultranacionalista Netanyahu asentado en el poder en Israel y las tensiones muy latentes por los crecientes asentamientos judíos en Cisjordania y el bloqueo en Gaza, el conflicto estalló de nuevo en 2014, y se convirtió en el peor enfrentamiento entre las partes desde la Guerra de Yom Kipur, en 1973. Esa fue la última de las tres guerras abiertas que han tenido Israel y Palestina, después de la de 1948, tras la fundación del Estado de Israel, y la de los Seis Días de 1967, que definió las actuales fronteras de los Territorios Palestinos, que Naciones Unidas considera ilegales.

Hace siete años, el conflicto estalló por el lanzamiento de cohetes desde la Franja hacia terreno israelí por parte de Hamás y sus aliados, la Yihad Islámica y las Brigadas de Al-Aqsa. Duró 49 días entre julio y agosto de 2014 y murieron 2 mil 200 palestinos, incluyendo mil 500 civiles según la ONU y 71 israelíes, 5 de ellos civiles, además de 11 trabajadores de Naciones Unidas.

Desde entonces, la última escalada de tensión hasta el nuevo conato bélico entre las partes en este mayo de 2021 lo vimos en 2017, cuando el anuncio del entonces presidente de EU, Donald Trump, anunció el traslado de la embajada estadunidense de Tel Aviv a Jerusalén, lo que los palestinos consideraron un nuevo agravio, puesto que siguen reclamando también la soberanía sobre la ciudad santa.

LOS CUATRO RETOS PARA LA PAZ

Mientras gobierne en Israel un ultranacionalista como Netanyahu y mientras lo hagan los extremistas de Hamás en Gaza parece casi imposible lograr regresar al clima de entendimiento y buenas intenciones de comienzos de los años noventa. Ahora mismo el bloqueo político en Israel complica un cambio a corto plazo y nada parece indicar que, incluso si se celebraran elecciones en Gaza, Hamás pudiera perderlas, pero en el futuro todo puede cambiar.

Existe consenso entre la comunidad internacional de que la paz en la región pasa imperativamente por la solución de los dos Estados, uno israelí y uno palestino, mutuamente reconocidos y en la mayor armonía posible.

1- Jerusalén

Sin embargo, existen cuatro grandes escollos para hacer esto posible, los principales puntos de desencuentro entre las partes. El primero es el estatus de Jerusalén, donde a partir de la guerra de 1948, en que los árabes atacaron a Israel justo tras su fundación, se hizo imposible aplicar el plan inicial de la ONU, que contemplaba una soberanía compartida.

Regresar a esa soberanía compartida es la única solución viable, pero Israel ha tensado la cuerda demoliendo viviendas en el Jerusalén este dominado por los árabes, algo que, de hecho, fue el disparo de salida de las nuevas tensiones en este 2021. Habría que superar eso.

2- Los asentamientos

También habría que resolver la cuestión de los asentamientos judíos en Cisjordania, pues parecen una piedra en el zapato de un posible Estado palestino, y parece poco probable que los colonos aceptasen de buen grato pasar a ser administrados directamente por Palestina.

3- Las fronteras

La otra cuestión, en la misma línea, es la de las fronteras. La política de hechos consumados de Israel hace difícil entrever un escenario en que se pueda regresar a las líneas anteriores a la guerra de los Seis Días, las que defiende la ONU como legales, y es una incógnita saber bajo qué condiciones Palestina podría aceptar mantener las fronteras como están ahora.

4- Los refugiados

Finalmente, pero no menos importante, es el asunto de los refugiados palestinos, aquellos que fueron expulsados de sus casas en territorio israelí tras la guerra de 1948, y que, contando a las generaciones descendientes se cuentan en 4.62 millones.

Los refugiados y las autoridades palestinas defienden el derecho de los refugiados a regresar a sus hogares originales. Incluso algunas familias conservan las llaves de esas casas, el problema es que en muchos casos ni siquiera existen ya; y donde existen, viven israelíes.

Cómo solucionar este grave punto de desacuerdo, y de hecho, los cuatro puntos, debería quedar en manos de nuevos líderes que tuvieran la misma visión y valentía que dieron la primera oleada de esperanza a Israel, a Palestina y al mundo ahora hace casi treinta años.

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