Emilio

Columna: Prospectiva

Por: Emilio de Ygartua M.

“Cuando el árbol se cae,

los monos se dispersan”

Refrán chino

El nuevo año ha iniciado acompañado de la incertidumbre.¿Habrá una recesión económica como se viene anunciando desde mediados del año pasado? No hay criterios únicos sobre el particular. El Fondo Monetario Internacional (FMI) insiste en que la recesión es inevitable y señala que el epicentro estará en Estados Unidos, China y la Unión Europea.

¿Qué tan intensa será esta recesión? No son pocos los que insisten en que será tenue y que, incluso, de corto plazo, pero no podemos dejar de escuchar a los que no son tan optimistas. Dos tercios de los principales economistas de los sectores público y privado de nuestro país esperan una recesión global en este año. El 18 por ciento considera este escenario “extremadamente probable”.

Nicolai Dimitrievich Kondratiev, economista ruso aportó, a inicios del siglo pasado, la Teoría del Ciclo Económico Largo, cuya duración fluctúa, planteaba, entre 48 y 60 años. Esta teoría se fundó en la existencia de períodos de prosperidad de los cuales devendría una fase recesiva. Los planteamientos teóricos de este economista ruso partían de las leyes del ciclo económico que planteó Carlos Marx a mediados del siglo XIX.

Para el filósofo político alemán, el capitalismo, a partir de la revolución industrial que incorporó la maquinaria (capital fijo) al proceso productivo,promovió una tendencia orientada a sustituir fuerza de trabajo humana (capital variable) por las máquinas que pudieron incrementar la producción de mercancías reduciendo sus costos de producción. Esta reducción en la planta laboral se tradujo en desempleo;quien no cuenta con un trabajo, es obvio, pierde su capacidad de compra lo que deriva en la caída en la demanda.

Lo anterior dio lugar a la segunda ley planteada por el autor, junto con Federico Engels, del “Manifiesto del Partido Comunista”. Esta ley establece que aumento de la capacidad productiva, acompañada de la reducción de espacios laborales da lugar a una caída tendencial de la tasa de ganancia de los empresarios, provocado por el “parón” de la economía. El pleno empleo, propuesto años después por John Meynard Keynes, no es posible en el modo de producción capitalista.

Este escenario complejo no escapa a las predicciones hechas por el Banco Mundial(“Perspectivas económicas mundiales. Banco Mundial. 10 enero 2023) que anticipa que “la desaceleración abrupta y prolongada golpeará con fuerza a los países en desarrollo.” El organismo internacional anticipa que en el año que recién inicia el crecimiento mundial se desacelerará del 3%, pronosticado hace seis meses, al 1.7%.

¿Cuáles son las razones que aduce el Banco Mundial (BM) para anticipar esta caída? La inflación, el aumento en las tasas de interés, la reducción de las inversiones y las perturbaciones ocasionadas por la invasión rusa a Ucrania, próxima a cumplir un año, son los argumentos principales que considera el organismo internacional para plantear un escenario de esa naturaleza.

Sin duda, estas variables sustentan la hipótesis, sin embargo, el escenario puede volverse más complejo si no se reducen los índices inflacionarios que si bien están aminorando como producto de las medidas monetaristas (alza en las tasas de interés), no se pueda cantar victoria ya que perviven otros factores que provocaron el alza de los precios, por ejemplo, los riesgos de que la pandemia presente nuevos brotes que obliguen a medidas extremas.

Lo que está ocurriendo en China no puede dejar de verse como un riesgo. Al revertir las medidas draconianas que confinaban a millones de chinos con el objetivo de evitar contagios han traído nuevos problemas derivados del aumento de los contagios y de fallecimientos.

La economía china está viviendo sus peores momentos en casi medio siglo. Acostumbrados a crecimientos de dos dígitos,en el 2022 solo alcanzaron un incremento del 3%del PIB, a pesar del giro repentino en la política de “cero COVID” ocasionado por las protestas sociales que obligaron al gobierno de Xi Jinping a decretar una apertura con las consecuencias ya señaladas.

Guillermo Abril (“El País”, 17 enero 2023) señala que el dato del PIB coincide además con el anuncio de la caída de la población de China por primera vez en seis décadas. ¿A qué obedece lo anterior? Abril establece que este giro de la tendencia demográfica “es consecuencia del desplome histórico de la natalidad y de una población envejecida”. La nación asiática está pagando las consecuencias de decisiones políticas presionadas por el exterior, sí, pero radicalizadas en su aplicación.

La política de “una familia un hijo”, sí atemperó el crecimiento demográfico que en los años setenta del siglo pasado tenía preocupado a Occidente (“cuando el destino nos alcance), pero distorsionó la demografía de esa nación con los resultados que ahora se observan. ¿Qué hará el gobierno chino para enfrentar este escenario? Se han anunciado cambios radicales que, sin duda, tendrán consecuencias severas en un país que “sigue siendo el más poblado del planeta, con una inmensa fuente de mano de obra y de consumidores globales.”

¿Se podrá revertir el negro panorama que hoy se observa en la segunda potencia económica mundial? En su artículo, Guillermo Abril nos aporta algunas señales que van en ese sentido. Primero que todo, el hecho de que el 8 de enero pasado Pekín reabrió sus fronteras después de más de mil días de estar cerradas al resto del mundo, esto, en concordancia con el planteamiento del presidente XI Jinping realizado en el pasado Congreso que lo entronizó como el primer mandatario que logra un tercer período de gobierno, lo que no lograron ni Mao Zedong, ni Deng Xiaoping.

“Los hombres que han cambiado el universo

Nunca lo han hecho actuando sobre los jefes

Sino movilizando a las masas. Influir en las masas

Es el golpe de genio que cambia la faz de la tierra”

Napoleón Bonaparte

“A lomos de esta nueva fase, algunas provincias han estado preparando sus pronósticos para el 2023, un indicador de ese efecto rebote que se espera para este año. La provincia de Jiangxi espera crecer al 7%, Sichuan el 6% y Shanghai ha recomendado fijar el crecimiento del PIB este año por encima del 5.5%.”

¿Son viables estos pronósticos? Es difícil saberlo, sin embargo, demuestran que la nación asiática no renuncia a escalar al primer peldaño de la economía mundial, mucho menos seguir siendo la locomotora de la economía mundial y que, contrario a lo que pronostican el FMI y el BM, Pekín tiene confianza en que este 2023 se revertirán los malos resultados del 2022. Un alto funcionario chino ratificó en la Cumbre de Davos, que se realizó la semana pasada en Suiza, que su país tendrá un rebote favorable el año en curso.

Previo a este anuncio, el pasado 12 de enero se reunieron en la Casa Blanca el primer ministro japonés, Fumio Kishida, y el anfitrión, el presidente Joe Biden. El objetivo de este encuentro es reforzar su alianza como respuesta al auge de China. Macarena Vidal Liy, corresponsal de “El País” en Washington, escribe en la reseña de esta reunión que la frase repetida “una y otra vez” en los pasillos de ambos gobiernos es: “China es el principal desafío estratégico”.

Como es sabido, luego de la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, la relación entre ambos países se fue construyendo con especial cuidado. El que ese evento haya tenido como colofón el lanzamiento de dos bombas atómicas, como es obvio, provocó una herida profunda que no se borraría fácilmente.

Una estrategia diplomática con bisturí de alta precisión ha permitido una asociación con lazos muy estrechos, sí, “pero hoy por hoy”, apunta Vidal Liy, esos lazos están más fortalecidos por la convicción compartida “de que es necesario mantener a raya a Pekín -y también a Moscú y Pyongyang”. El secretario de Estado, Antony Blinken recalcó, en el marco de esta visita, que ambos países coinciden en esa percepción.

Los acuerdos alcanzados en este encuentro pasan por las áreas de seguridad, lo que permitirá a Japón “reforzar sus sistemas de misiles y reorganizarán la presencia militar estadounidense en el archipiélago nipón”. Merced a lo anterior, el paraguas nuclear estadounidense que protege a Japón se expandirá también al espacio para incluir los satélites nipones, una medida que hasta ahora sólo incluía a los países miembros de la OTAN.

No omito señalar que estos acuerdos fueron precedidos por una profunda reforma estratégica de seguridad nacional y de defensa impulsada por el primer ministro Kishida, merced a la cual creció en 25% la inversión en este rubro. Destaca el hecho que, por primera vez desde la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, el gasto militar en esa nación asiática crecerá del 1 al 2% del PIB en los próximos cinco años.

Como parte de esa estrategia, ha trascendido que Japón podría adquirir docenas de misiles Tomahawk fabricados por los Estados Unidos, esto en tanto se desarrolla su propia tecnología nacional. Como se ve, el riesgo chino, ha permitido a Japón darles la vuelta a los tratados firmados al concluir el conflicto bélico mundial (1939-1945) que le limitaba el número de sus fuerzas armadas, se les prohibía su participación en el exterior y, principalmente, se limitaba la producción de armamento y cualquier tipo de tecnología de guerra.

¿Qué provocó estos cambios? Que Tokio observa, con justificada preocupación, entre otras cosas, el nuevo impulso armamentístico de Corea del Norte; el papel de Rusia en Europa Oriental y la invasión a Ucrania. Cabe mencionar que tras haber adoptado una postura conciliadora hacia este país en años previos que, incluso motivó a Japón a buscar un acuerdo sobre su disputa territorial sobre las islas Kuriles, este espíritu se esfumó a partir del 24 de febrero del 2022. “Lo que ocurre hoy en Ucrania puede ocurrir en Asia en el futuro”, ha declarado de manera recurrente el primer ministro Kishida.

Lo anterior es importante, sin embargo, lo que realmente ha encendido la alarma “es el auge militar de China y, muy especialmente, la presión del Ejército Popular de Liberación sobre Taiwán, la isla autogobernada vecina de Japón, alineada ideológicamente con Washington y que Pekín considera territorio chino inalienable”, nos recuerda Macarena Vidal en su artículo.

Está claro que Tokio quedó particularmente preocupado luego de que las fuerzas chinas respondieran con lanzamientos de misiles en aguas cercanas a Taiwán como reacción a la visita realizada a Taipéi, en agosto pasado, por la entonces líder de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi.

En la reunión celebrada en Washington la semana pasada, los gobiernos de Estados Unidos y Japón coincidieron en señalar que: “Vemos desde hace tiempo un comportamiento provocador por parte del gobierno de Pekín”, sin embargo, ambos países han manifestado que no ven probable un ataque en el futuro próximo de China contra Taiwán.

“Los hombres son más prestos

a devolver un agravio que un

favor, porque la gratitud es una

carga y la venganza un placer”

Tácito

Volviendo al Foro Económico Mundial de Davos, no exageramos al afirmar que se realiza bajo síntomas de un orden mundial que se reconfigura y con un claro retroceso en lo que la globalización se refiere. La ortodoxia dictada por el Consenso de Washington que a principios de los noventa marcó la ruta del neoliberalismo impulsando el libre comercio y la reducción del tamaño del Estado, ya no es aplicable en un escenario mundial que ha dejado atrás la unipolaridad entrando de lleno a un modelo de multipolaridad integrado por los Estados Unidos, China-Rusia y la Unión Europea. Davos, señalan muchos analistas se asoma en esta ocasión al horizonte de un mundo fragmentado tras la pandemia y la invasión de Ucrania.

Andrea Rizzi, enviado especial de “El País”, nos regaló el 16 de enero pasado una crónica muy puntual: “El Foro de Davos, la gran liturgia anual del mundo globalizado celebra su tradicional reunión anual en localidad alpina bajo signos inquietantes. En lo inmediato, aunque los últimos meses hayan arrojado algunos datos esperanzadores en términos de inflación y crecimiento, el consenso mayoritario de los expertos sigue previendo un 2023 sombrío. En lo profundo, quizás más importante, las fuerzas disgregadoras que van fragmentando el mundo parecen imparables. La gran fase expansiva de la globalización de las últimas tres décadas experimenta un viraje radical.”

¿Qué es lo que ha propiciado ese giro? En primer lugar, la pandemia, que generó un quiebre en las cadenas de producción y suministros globales que puso en evidencia la dependencia (la insuficiencia como factor) de productos estratégicos. En segundo lugar, la invasión rus a Ucrania que, se señaló en el Foro, ha provocado una enorme sacudida geopolítica que ha cortado por completo los lazos entre Occidente y Rusia, al tiempo que ha obligado a cuestionarse si es adecuado que las democracias liberales del mundo mantengan un alto grado de dependencia de China, “otro adversario que algún día podría convertirse en enemigo”.

Lo evidente es que estos dos desencadenantes han propiciado que se acelere una “carrera proteccionista”, sustentada en millonarios subsidios orientada a sostener industrias nacionales en sectores estratégicos como la transición energética o las tecnologías digitales punteras.

Rizzi nos recuerda que los Estados Unidos recién aprobó grandes paquetes de ayuda en materia de microchips y tecnologías verdes (más de 400 mil millones de euros entre ambos proyectos, que se suman a los 40 mil millones que ha destinado la UE para la producción de semiconductores y está programada una segunda inversión que se prevé cercana a los 350 mil millones de euros en tecnologías verdes.

El propio Andrea Rizzi, un día después, el 17 de enero, publicó otro artículo en “El País” en el que refiere al plan europeo presentado en ese Foro por la presidenta de la Comisión Europea, Van der Leyen, que, si bien se puede leer como una participación a una competición positiva para la lucha contra el cambio climático evidencia, dice el analista, “la descarnada carrera de las potencias en el desarrollo de las tecnologías verdes”, que presentan indudables rasgos proteccionistas.

Así las cosas, si bien es cierto que EU y la UE están mostrando su compromiso para invertir en ambos temas, producción de semiconductores y tecnologías verdes, no tiene una visión compartida y mucho menos una estrategia común. La primera nación ha invitado hace unos días a Canadá y a México a sumarse a esos dos proyectos. Bruselas propone a los países del bloque comercial un plan multimillonario de ayudas a empresas para evitar la fuga de inversiones hacia Norteamérica.

Vale comentar que en Estados Unidos convergen dos problemas importantes, uno que golpea a los consumidores de huevo, familias y empresas gastronómicas. Derivado de la presencia de la llamada Gripe Aviar, el precio de este producto ha aumentado en más del 200%. El segundo tema deriva de que el gobierno federal ha llegado al techo presupuestal de 31.4 billones de dólares. Una situación crítica porque si el Congreso no le aprueba un aumento a su límite de gasto la administración Biden no tendrá dinero para pagar salarios a la burocracia y para otros compromisos.

Los republicanos se están frotando las manos porque tienen en sus manos la solución. Kevin MacCarthy, el flamante líder de la Cámara baja no se contuvo e invitó, con evidente sarcasmo, al mandatario demócrata a que siga mandando dinero a Ucrania y comprometiendo millones de dólares para temas energéticos y tecnológicos.

“Revuelve las aguas para atrapar al pez”

Trigésima novena Ley del Poder

Robert Greene

Todo esto ocurre en un escenario que no provoca el optimismo. Como ya se señaló al principio de esta Prospectiva, las perspectivas económicas que presenta el BM son preocupantes dada la fragilidad de la situación económica mundial, “cualquier nuevo acontecimiento adverso -como una inflación más alta que la prevista, aumentos abruptos de las tasas de interés para contenerlas, el resurgimiento de la pandemia de COVID-19 o la intensificación de las tensiones geopolíticas”, señala el informe de este organismo internacional, podría escalar este escenario tenso y pesimista.

Así las cosas, el BM prevé que la economía mundial crecerá un 1.7% en 2023, y un 2.7% en 2024. “La fuerte desaceleración del crecimiento será generalizado: los pronósticos se corregirán a la baja para el 95% de las economías avanzadas y para casi 70% de los mercados emergentes y las economías en desarrollo.”

¿Cuáles son las perspectivas regionales?Para Europa y Asia Central se espera que el crecimiento se reducirá al 0.1% en 2023 y luego se recuperará hasta alcanzar el 2.8% en 2024. En lo que respecta a Oriente Medio y Medio y Norte de África se prevé que el crecimiento se reducirá al 3.5% en 2023 y al 2.7% al año siguiente. Asia Meridional mostrará un decremento hasta el 5,5% en 2023 y luego repuntará hasta alcanzar al 5.8% en 2024.

¿Qué pasará con América Latina y el Caribe? Se prevé que el crecimiento se reducirá al 1.3% en 2023 y luego se recuperará hasta alcanzar el 2024% en 2024. Este es el pronóstico económico que nos permite señalar que la región no podrá revertir el aumento a la pobreza extrema que creció a causa de la pandemia. Tampoco recuperar empleos que se perdieron tanto por dicha pandemia como por la crisis económica que de ella derivó que impulsó el aumento de los precios y acrecentó las desigualdades sociales.

¿Cuál es la expectativa política de esta región en el futuro inmediato? El Centro UC de Estudios Internacionales publicó (2023) un libro (“Riesgos Políticos en América Latina. 2023) presenta un decálogo de riesgos para la región. Invito a los y las lectoras a abrevar en este libro del cual reproduzco algunos de sus planteamientos torales: “América Latina se encamina en el 2023 a otro año complejo y retador.”

Este documento revela la creciente inseguridad frente a un crimen organizados cada vez más extendido; un retroceso de democracias asediadas por el populismo; la polarización y propuestas autoritarias; riesgos de nuevos estallidos de malestar social ante economías anémicas y gobiernos incapaces de procesar de manera oportuna y eficaz las demandas ciudadanas; una crisis migratoria que de no cede; y la aparición de temas de inseguridad alimentaria, el aumento de ataques cibernéticos o la pérdida de competitividad para desarrollar la `economía verde´. Todo ello en una región que sufre de un “eclipse diplomático” que le resta visibilidad y protagonismo global.”

Se precisa en el prólogo de este libro que: “La sumatoria de estos riesgos configura un cuadro regional donde la gobernabilidad será crecientemente compleja, convirtiéndose junto con la inflación, la inseguridad y la incertidumbre en los mayores retos que deberán enfrentar un número importante de países latinoamericanos.”

Si bien se anticipan estos “tiempos nublados” en la región, se nos recomienda que no nos dejemos vencer por el pesimismo, “ya que estos tiempos llegan acompañados de nuevas oportunidades de crecimiento, en especial en agricultura, minería, energía y nearshoring, que deben ser aprovechadas.

¿Cómo hacer realidad estas oportunidades? “Los estados nacionales deben seguir mejorando su capacidad de navegar en aguas agitadas, manejar incertidumbre y expectativas, implementar reformas que respondan a las demandas ciudadanas con responsabilidad fiscal y sin afectar el clima de inversión y, sobre todo, ofrecer resultados.”

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