‘Me voy a matar’

Nadie escuchó su ahogado grito de angustia.

A nadie llamó la atención que ese funcionario policiaco deambulara rumiando por todos lados su tristeza.

Fue prácticamente transparente esos días mientras el alma se le llenaba de la desazón que lo llevó a dispararse en la cabeza.

El inspector de la Policía Nacional tenía determinado acabar con su existencia. Pasara lo que pasara.

El martes, después del mediodía, se atrincheró durante ocho horas en un restaurante chino en la población madrileña de Alcobendas, y desde que entró al local se apuntó con su arma de cargo en la cabeza y espetó:

‘Me voy a matar’. Antes, dejó en libertad a todos los presentes. Cero rehenes. Policía al fin.

Los cuerpos de emergencia, sus propios compañeros, su mujer, sus amigos, los medios de comunicación, todos fueron convidados a su suicidio.

Y no atendió los ruegos. A ninguno. Los ignoró; como lo hicieron con él.

A las 22:39 se disparó a la cabeza.

Pero antes posteó en Facebook sus razones.

Conmovedoras, por demás.

En unos minutos se vuelve noticia. El agente, de 46 años, destinado a los servicios centrales en la División de Personal del cuerpo, sección de medallas, tiene durante ocho horas en vilo a los madrileños. Sumido en su soledad, con los nervios destrozados, está determinado a matarse pues, precisa, no puede ya con la carga de sentirse engañado.

Tras enfrascarse en su móvil y antes de pedir de comer, el agente, visiblemente ebrio, según los testigos, saca su arma reglamentaria y amenaza con suicidarse dentro del restaurante chino.

Cuando los propietarios llaman a la policía, de inmediato los especialistas, al arribar, se dan cuenta de que están ante una “situación de alto riesgo” y movilizan a las asistencias sanitarias, a dos negociadores, y a varios psicólogos.

Durante la tarde la policía cree poder reconducir la situación cuando el agente pide verse con un amigo del cuerpo policiaco, pero al aparecer acompañado de miembros del Grupo de Operaciones Especiales, el suicida realiza tres disparos intimidatorios.

Buena decisión: replegarse.

Nada funciona. Tampoco la voz de su mujer ni una llamada de otro amigo policía. Ya caída la noche, la situación se torna crítica, cuando el agente, según fuentes de la negociación, se niega a atender el teléfono.

Y cuando los miembros del GEO se disponen a irrumpir, el disparo.

No muere inmediatamente. Durante 40 minutos intentan rescatarlo. Los médicos son inútiles ante las gravísimas heridas autoprovocadas.

Óscar, el inspector de policía que la medianoche de este martes se quitaba la vida, dejaba horas antes por escrito en su cuenta de Facebook sus motivos.

Una crisis sentimental le llevó a una depresión y a una crisis de confianza de las que no supo encontrar salida.

La carta de despedida va dirigida a todos, a sus seres queridos y a los no.

Reconoce haber llegado al límite de sus posiblidades:

“Sea como sea… aquí estoy… hasta aquí he llegado… no puedo seguir luchando… estoy agotado”.

De la infidelidad de su mujer, escribe:

“He creído cuando me ha dicho que la creyera… me ha hecho creer… me prometió mirándome a la cara varias veces que no jugaría a dos bandas… en sucesivas ocasiones mi corazón descubría la mentira”.

De la mentira:

“Cuando te conviertes en una experta en eso dejas de ser quien eras… qué poco y mal te conocen… hubiese preferido asumir la verdad a la primera… por ello rogaba que me la dijera tantas veces… tantas… intuía que la verdad me destruiría… Nunca me he sentido tan ruin… tan mezquino… tan engañado… tan engañado… tan dolido”, asegura este inspector que añade que “no me queda un gramo de fuerza para pasar por el final”.

E implora: “Jesús, ayúdame”.

Era padre de dos hijos, a quienes dice perdón.

«Ni por ellos… se me hace un nudo… tan inocentes… perdonad a papá… siempre cuidaré de vosotros desde donde esté y quizás volvamos a encontrarnos para jugar como solo nosotros sabemos hacerlo».

A ella, simplemente: «Y tú… cuida de los niños».

El adiós es un grito desesperado:

PD: si alguna vez os cruzáis en la vida de una persona y se os muestra depre por algo que le afecte los cimientos de su vida… prestadle atención… estad encima de él hasta ser pesados… no le dejéis sólo…

Aún así os quiero a todos… gracias por ser como sois…»

* * *

Era una persona correcta. ‘Muy cordial’, dicen sus vecinos.

Este martes la depresión lo derrumbó.

Y nadie se dio cuenta.

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