De: María Elodia Zurita Argáez
Cuentan que allá lejos, donde se ve el horizonte, existe un hermoso pueblo perdido en la distancia, donde el viento pasa entre los cabellos de sus habitantes murmurando suaves canciones, donde la luz entra en las casas no solo por las ventanas, sino a través de las paredes, la gente vive rodeada de sus animales, perros, caballos, patos, cisnes, gallinas, gallos, pollos, gatos, burros, mulas, yeguas, iguanas, pájaros, ¡Todos, toditos, todititos, todos! ¡Viven, conviven, a veces discuten, pelean, y se disculpan y se reconcilian! Esto sucede una y otra vez, una y otra vez, como una rueca sin fin.
Pues dicen que en aquel pueblo lejano que se pierde allá lejos donde se pierde el horizonte, un día de tantos, nació una vaca, una vaca como cualquiera, que nada tenía de extraordinario, dos ojos de vaca, orejas de vaca, cuatro patas de vaca y una trompa de vaca, bueno en fin, ¡era una vaca! pero ella se sentía diferente al resto de sus congéneres y no quería ser como ellas, al contrario, deseaba ser: ¡un cisne, precioso y elegante! hasta prefería ser una pata con su cola moviéndose de un lado a otro o por último deseaba ser una gallina clueca aunque anduviera todo el día con sus pollitos, todo antes de ser una vaca, una tonta y humilde vaca.
“Las vacas solo trabajan todo el día, dan leche todo el día, no son elegantes, no tienen clase” pensaba la vaca mientras rumiaba.
Un día la vaca escucho de los niños que corrían por el campo, alrededor de los corrales -Las vacas son sagradas- dijo uno – ¡no las molestes!-.
¡En qué momento esa vaca altiva escucho tal cosa! A partir de ese momento la vaca cambió para peor, se pasaba sus días pensado que ella era sagrada; esta información solo sirvió para que despreciara a sus parientes vacas, las consideraba -¡incultas, ignorantes y carentes de ambición! – decía para sí -¡si tan solo estas vacas incultas supieran la verdad, pero siempre están ocupadas produciendo leche!
-¡Qué asco, aauhg!
Pobrecita vaca, paso sus días esperando que los niños un día de tantos dijeran donde exactamente era ese lugar tan maravilloso donde ella debía ser tratada como correspondía, como era digno de su nivel, estaba segura que si estaba atenta un día de esos los niños lo dirían y ella tan inteligente, estaría ahí, atenta, oportuna y astuta para saber el lugar e irse a esa increíble comarca para vivir y disfrutar de lo que ella se merecía: ser tratada como una diosa.
Así vivió la ilusa vaca, en espera, esperando y esperando, nunca se cansó de esperar; así terminó sus días con la ilusa esperanza de que un día iría a ese hermoso lugar donde sería trata como era digno de su categoría, de su nivel, como una: Vaca sagrada, todos iban a rendirle culto, pleitesía, se rendirían a sus encantos y quién sabe qué tantas cosas más en su mente de vaca tonta.