Michael Phelps suma 22 oros en su carrera

En la noche de su cuarta victoria en Río, nada pudo opacar la presencia de Michael Phelps (31), el nadador que canibaliza el escenario. Voló en los 200 m estilos (1m54s66) y marcó un nuevo hito olímpico. Suma 22 oros en su carrera, 26 podios. Y ha encadenado cuatro victorias olímpicas en esta misma distancia. Este último dato, el de los cuatro éxitos consecutivos en una misma disciplina, es algo que sólo habían editado otros dos estadounidenses: el discóbolo Al Oerter y Carl Lewis, éste en longitud. Más de veinte años separan ambas proezas. Las de Lewis y las de Phelps.

Cómo le gusta a los estadounidenses todo este tipo de asuntos estadísticos. Sobre todo, cuando juegan a su favor. Incluso Hillary Clinton, la candidata demócrata, se permite incorporar a Phelps en su ideario político: “Si el equipo estadounidense fuese tan cobarde como Trump, entonces Michael Phelps y Simone Biles permanecerían encerrados en el vestuario para que nadie pudiera derrotarles”, dijo ayer en Michigan.

Phelps todo lo opaca. Ni siquiera le ensombrece Lochte (32). Y este no es un nombre menor, precisamente. Gustavo Borges, maravilloso velocista brasileño de los años noventa, ofrece un apunte:

–Cuánto se hubiera escrito sobre Lochte si no tuviera delante a Phelps. ¡Lochte tiene trece podios olímpicos!

Eso lo recordaba ayer en O Globo, dos horas antes del duelo entre ambos. Entre Phelps y Lochte. Lo que pasa es que Lochte va siempre un paso por detrás de Phelps. Antes de la carrera, tenía una plata, un bronce y otra plata en los 200 m estilos. Delante suyo, Phelps.

Así siempre. Fue así esta vez. Otra vez. Lochte arrancó fuerte, y cruzó primero el ecuador, la espalda. Pero en la braza se creció Phelps. Tomó la cabeza y ya no la soltó. Lochte sólo pudo ser quinto, detrás de tres asiáticos. Hagino, japonés, fue segundo (1m56s61). Shun, chino, bronce. Y Fujimori, japonés, cuarto.

Phelps les sacó mucho. Dos segundos. Más de un cuerpo. Por asuntos como el de ayer, no hay debate entre Phelps y Lochte, más allá del puramente deportivo. Ambos comparten habitación en la Villa Olímpica, y ese asunto tiene su gracia en las redes. Cuando les da por ahí, se enfrascan en interminables sesiones de Snapchat, esa aplicación que permite publicar fotos capaces de autodestruirse segundos más tarde.

No lo harán más. No habrá más duelos en la piscina. Ni confidencias a medianoche. Phelps se retira. Se casará con Nicole Johnson y ambos se llevarán a Boomer, su bebé de cuatro meses, de luna de miel, aunque antes deberá de disputar la prueba de 100m mariposa. Lochte, por contra, no ha desvelado su futuro. Tampoco se lo han preguntado.

No es Phelps. No es el ángel de Río. Yulia Efimova (24) tampoco lo es, tampoco es el ángel de Río. Al contrario, es su antítesis. El ogro de la piscina. En unos Juegos siempre hay uno de cada. Efimova fue plata en los 200 m braza (ya lleva dos podios en Río), a un segundo y medio de la japonesa Rie Kaneto (2m20s30 para la nipona), y ese éxito enfureció a la torcida brasileña. ¡Cuánto silban a la rusa! Cada vez que aparece en el Olympic Aquatic Center, las gradas se enfurecen. Se le afean sus trapicheos con el dopaje. Dos veces ha dado positivo. La última, este mismo año. En mayo apareció meldonio en su organismo.

Sin embargo, la Federación Internacional de Natación (Fina) decidió tirar por el camino de enmedio. Ha entendido que el meldonio acaba de ser incorporado a la lista de productos dopantes (es ilegal desde el 1 de enero) y ha suspendido el caso Efimova. Mientras no se aclare todo, Efimova puede nadar. Por eso está en Río.

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