Pablo Escobar se adueñó de la escuadra cafetera

Segunda y última parte

Pablo Escobar fue futbolero desde que empezó a escucharse su nombre en los sectores más complicados de Medellín, allí a comienzos de los años ochenta el capo le daba al pueblo lo que necesitaba en el momento, comida, techo y diversión, creó canchas de futbol para los niños marginados bajo el programa Medellín sin Tugurios y varios jugadores de Atlético Nacional y el Independiente de Medellín se dieron a conocer en el futbol precisamente gracias al apoyo que brindaba Pablo al futbol.

Las abundantes transacciones por la droga en Colombia llenaron bodegas de dinero y la única forma de librarse la encontraron en el futbol, la venta de boletería y la contratación de jugadores fue clave en el lavado de dinero que se vivió durante la época de los ochenta, donde Escobar fue uno de los que más aprovechó la situación ya que su dinero se destinó para los dos equipos de la ciudad y la gente llegaba a los estadios gracias a su aporte.

“La llegada de dineros calientes sirvió para pagarle bien a los jugadores de aquí y traer extranjeros, con eso el futbol también subía”, afirmó Maturana, quien en ese entonces era técnico de Atlético Nacional.

AYUDÓ AL ATL. NACIONAL E INDEPENDIENTE DE MEDELLÍN. Escobar apoyó sin mesura los dos equipos de su ciudad, Atlético Nacional e Independiente Medellín se vieron beneficiados por los dineros del narcotráfico durante esa época, aunque directamente nunca se hizo socio o presidente de alguno de los clubes, si tuvo gente de su entera confianza al mando durante algún tiempo.

El capo, tras inaugurar una de sus canchas en Medellín, tomó la palabra y vinculo a los dos equipos de la ciudad a su programa que seguramente a la vista de todo el mundo no tenía nada de ilícito. “Me complace anunciar que hemos vinculado a los equipos Atlético Nacional e Independiente Medellín a esta noble campaña”, según quedó registrado por las cámaras presentes ese día y de donde se pudo extraer las palabras textuales del capo, todo esto hace parte del archivo que se armó en torno a Pablo Escobar.

“Pablo Escobar, cuando un futbolista estaba en una mala condición económica él lo ayudaba”, contó El Popeye. “Era lo que llamamos hincha sandía: verde por fuera, rojo por dentro. Él era hincha del Independiente de Medellín; totalmente al cien por ciento porque el Medellín es el equipo de las personas menos favorecidas de la ciudad. Pero a nivel nacional él era amigo de muchos futbolistas, de Pipe Pérez, del Torito Cañas, que terminó siendo bandido con nosotros. De Leonel Álvarez, de Higuita, pero nada de otro mundo”.

La Selección de Maturana acumuló éxitos y un paso impresionante para clasificar al Mundial 1994. Su logro más sonado fue aquel 0-5 que le endosaron a Argentina en Buenos Aires.

Escobar organizaba partidos de futbol en la llamada Catedral, donde seleccionados iban a jugar y convivir con el criminal y sus sicarios.

“A mí no me llegó la carta de invitación. Eso ya era a título personal. En un momento dado a mi habitación llegó alguien pero a hablar de futbol, no a imponer nada y era un tipo de la guerrilla y la selección no es mía, es de todo Colombia, de los buenos y los malos”, narró Maturana cuando se le pregunta si supo de esos juegos y relaciones con Escobar.

Lo que explica Pacho es que cada jugador o miembro de la selección eligió, “es su vida privada, no es parte de un entrenamiento. Cada quien en su vida privada hace lo que quiere. En México saben cómo es la cosa. Si llega El Chapo y dice ‘quiero que venga este señor’, tienes que ir, y así era la cosa, o vas por las buenas o te llevan en una maleta. Era así. ‘Que el Patrón quiere verlo o viene o lo metemos en la maleta’”, describió la escalofriante realidad que vivían los futbolistas en esa época.

MARADONA JUGÓ EN LA CATEDRAL. Diego Maradona siempre ansioso por opinar sobre todo, afirmó en una entrevista radial haber visitado a Pablo Escobar en La Catedral. Eso sí, el dios del futbol dejó claro que él no tenía ni idea de quien era ese señor que estaba encerrado en una cárcel “con las comodidades que sólo tienen los jeques en Dubai”.

Su representante le había dicho que iban a jugar un partido privado cerca a Medellín, en ese entonces la capital mundial del narcotráfico, en donde jugaría junto a Higuita y otras estrellas de la Selección Colombia. Eran los finales de 1991 y Maradona estaba pagando la dura suspensión que le había impuesto la liga italiana por haber dado positivo en un control antidoping.

Una vez finalizó el picado, en donde el Patrón ofició de delantero y a pesar de su gordura hizo varios goles, empezó una tremenda fiesta amenizada, como era habitual, por reconocidos músicos nacionales y a la cual asistieron reinas y presentadoras de televisión, “en esa cárcel extravagante estuve rodeado de las minas más lindas que vi en mi vida”. La droga y el trago abundaban en el penal. Al otro día muy temprano Diego se despidió de este hombre “frío y amable” que le esbozó una sonrisa y le dio un fajo de billetes.

“La influencia del narco en el futbol es indudable”, comentó Maturana, quien habló con claridad y, aunque no es su tema favorito, sabe que no se puede hablar de esos años sin mencionar el narco. “En Italia 90, por ejemplo, teníamos un entorno blindado y perdimos un partido y no pasó nada, lloramos y después salimos y clasificamos a la siguiente ronda. En Estados Unidos (1994) nosotros vivíamos en un hotel, perdimos un partido y aparecieron las amenazas en un país que todos los días mataban cualquier cantidad de personas. Que tienes que poner a éste. Sí se hizo un entorno que no pudiste resolver los problemas que te presentaban”.

Así narró cómo luego de que Colombia era visto como candidato a ganar el Mundial de 1994, pero todo se enrareció con la presión externa en gran parte llegada por los narcos, aunque en esa época Pablo Escobar estaba ya muerto tras ser asesinado en 1993 por la Policía de Colombia, en trabajo conjunto con la Drug Enforcement Administration (DEA).

El equipo cafetero cayó en su debut 3-1 ante la Rumania del portentoso Gheorghe Hagi, ahí mismo donde se dio la charla con Maturana, en el Rose Bowl.

El mensaje macabro era: si juega el mediocampista Gabriel Barrabás Gómez, hermano de Hernán Darío Gómez en ese tiempo auxiliar técnico, habrá represalias contra su familia.

Así que Barrabás no volvió a jugar en el Mundial por decreto del narco.

Pero ahí no terminó el viacrucis de la selección, porque en el segundo partido que pierden 2-1 contra Estados Unidos con un autogol de Andrés Escobar (quien no tenía ninguna relación familiar con el narcotraficante) se acaba prácticamente el Mundial para Colombia y el regreso a casa es amargo.

Y de amargo pasó a trágico, cuando el 2 de julio de 1994 en Medellín, afuera de una discoteca, Andrés Escobar, el gran líder de la defensa colombiana, es asesinado a balazos por los sicarios de los narcotraficantes Gallón.

“Apenas se estaban jugando los octavos de final en Estados Unidos, se suponía que Andrés estaría ahí triunfando para Colombia y ahora estaba muerto. Se dice que Andrés inició una discusión con los guardaespaldas y eso derivó en balazos, pero hay quien piensa que fue una venganza por el autogol.

“Ese tema yo tengo mi lectura. Me parece que fue malinterpretado, se creó una historia para buscar no sé qué. No creo que a Andrés lo hayan matado por el autogol. Estoy seguro que el día que mataron a Andrés, esa noche, pudieron haber matado a cinco médicos, tres magistrados y nadie se dio cuenta. Pero le tocó a Andrés. El hecho de ser el personaje nos dice en qué país viven, que todo se resuelve con violencia, donde la vida no vale nada, donde cualquier discusión era el primero que saque el revolver. Eso era lo que pasaba”.

La conclusión de Maturana a 22 años de distancia es seca pero real y describe perfecto lo que pasó al futbol en los tiempos de Escobar, quien, cabe decirlo, parece que sólo quiso mucho al futbol, construyó centenares de canchas y deportivos, no lo atacó, pero su sola presencia lo envenenó.

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