¿Crecería México sin el Tratado de Libre Comercio o sin Estados Unidos?

El escenario apocalíptico que se ha instalado en los mercados y entre la opinión pública por la renegociación o la eventual salida de Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) no necesariamente es dramático, pero México necesita repensar la totalidad de su relación con Estados Unidos y su modelo económico desde la base, ese es el consenso de académicos y especialistas en el tema.

El TLCAN y el modelo económico que inauguró el Tratado hace 23 años no ha significado un mayor crecimiento del PIB mexicano y ha provocado que el país se convierta en una economía meramente manufacturera, no industrial, concentrada en el exterior sin considerar el desarrollo del mercado interno, expusieron expertos durante el Seminario «TLCAN y desarrollo: Entre el neoproteccionismo norteamericano y la visión nacional del siglo XXI», organizado por el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), el Colegio de México (Colmex) y el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

«Somos exportadores de importaciones», dijo Enrique Dussel, director del Centro de Estudios China-México de la Facultad de Economía de la UNAM, refiriéndose a que México importa hasta el 40% de todas las mercancías que exporta. La mayoría de estos productos se vende a Estados Unidos, y corresponden mayormente al sector automotriz.

«México no es Ford, ni es su sector automotriz», aseguró el académico, a pesar de que los reflectores mediáticos se han posado en la cancelación de la inversión de Ford en San Luis Potosí, con valor de 1,600 millones de dólares.

En cambio, sectores como el agrícola, el de los juguetes, los muebles, los textiles o el calzado han sufrido un virtual extermino en dos décadas de TLCAN, debido a que México no ha podido competir con Estados Unidos. La gravedad del impacto que el Tratado ha tenido sobre estos sectores, continuó el investigador, no se conoce a ciencia cierta, pues México no cuenta con una evaluación pública del TLCAN y de su impacto real en la economía.

Para Arturo Oropeza, la llegada de Trump a la Casa Blanca y el triunfo de los anhelos proteccionistas son un síntoma más del agotamiento del modelo económico y geopolítico imperante desde hace más de siete décadas, que comenzó a sentirse en las clases trabajadoras con la crisis de 2008 y que finalmente ha puesto en el poder a quienes no se han beneficiado de la globalización, dijo el investigador del IIJ-UNAM.

Al contrario de la región asiática, México ha sido un competidor leal, riguroso y ortodoxo en el seguimiento de las reglas comerciales, y mal alumno en cuestión de conocimiento tecnológico.

«China es el verdadero enemigo comercial de Estados Unidos, con quien realmente se pelea la hegemonía mundial del siglo XXI, un competidor que sí ha jugado deslealmente, ha copiado la tecnología estadounidense y se ha integrado exitosamente con el resto de países de su región sin descuidar su mercado interno?, dice Oropeza.

En cambio, la región de América del Norte y la apertura económica indiscriminada han resultado en un «estancamiento estabilizador», señaló Francisco Suárez, quien fuera embajador de México en Canadá y subsecretario de Hacienda y Crédito Público.

México, y en general toda la región, necesitan virar hacia un modelo «neodesarrollista» que supere al neoliberalismo que ha probado ser «ineficaz y destructivo», dijo el diplomático.

Un modelo que privilegie al mercado interno sobre el externo y al crecimiento económico sobre la estabilidad podría llevar al país a tasas de crecimiento de más del 6%, como las que se vieron entre las décadas de 1940 y 1970.

Para que la estrategia funcionara sería necesario actuar directamente sobre la desigualdad y la pobreza, indicadores que no se han modificado en los últimos 30 años, y aprovechar los espacios de política monetaria «tal y como lo hace la Fed, pensando no sólo en la estabilidad, sino en el crecimiento al subir sus tasas de interés».

La banca de desarrollo, continuó, debe invertir en proyectos productivos y canalizar recursos a los sectores que más lo necesitan, en lugar de fungir únicamente como garante de capitales.

Además, es necesaria una «verdadera reforma fiscal» que reduzca el gasto y elimine secretarías, dependencias, instituciones y programas que no son eficaces y cuestan dinero, así como un impuesto a las transacciones financieras que termine con el «feudalismo fiscal». Esta reforma debe también establecer un tope a las transferencias que se hacen a estados y municipios.

En la misma línea, la investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) Alicia Puyana, señaló que México necesita un modelo desarrollista que garantice su seguridad alimentaria, genere un relanzamiento de la política industrial activa como la que está planteando la primera ministra del Reino Unido, Theresa May, y una política energética que establezca al petróleo «o el petróleo que nos queda» como eje del desarrollo y no únicamente como mercancía.

Será el próximo jueves cuando el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray y el titular de la Secretaría de Economía, Ildefonso Guajardo, viajen a Washington para dar inicio a las negociaciones del TLCAN.

Los negociadores acuden bajo la premisa de que las modificaciones al tratado deben generar una dinámica «ganar-ganar», de lo contrario, el Estado Mexicano también contempla la posibilidad de abandonar el Tratado. Por ello, José Luis de la Cruz, director del IDIC afirma que el país debe cuestionarse si hay o no un plan B, dijo José Luis de la Cruz, director del IDIC.

«En los ochenta nos liberalizamos por la crisis económica, hoy nos replanteamos el TLCAN por presión de Estados Unidos. Tal vez es momento de darnos cuenta de que la solución no está en el exterior», concluyó.

Con información de: Economía Hoy

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