Minas, generadoras de empleo y depredadoras del ambiente

En el país operan 1,134 mineras nacionales y extranjeras que, pese a las modernas tecnologías, ocasionan pérdida de vegetación, contaminación del suelo y del agua, modificación de la topografía, abatimiento de aguas subterráneas, alteración de la calidad del aire y fragmentación del hábitat.

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Con un inversión anual promedio de 5 mil millones de dólares y la generación de 344 mil 448 empleos directos y 1.6 millones indirectos, la industria minera en México es una de las actividades económicas más relevantes que, sin embargo, tiene una gran afectación sobre el medio ambiente.

En el país operan 1,134 instalaciones mineras y la principal causa por la que se presentan denuncias en contra de esta industria es el daño a los recursos naturales.

Pérdida de vegetación, contaminación del suelo y del agua, modificación de la topografía y del paisaje, abatimiento de aguas subterráneas, alteración de la calidad del aire y fragmentación del hábitat son algunos de los impactos.

EXPLOTACIÓN A CIELO ABIERTO O SUBTERRÁNEA. Las empresas mineras de capital extranjero establecidas en México son, en su mayoría, de origen canadiense, seguidas de las norteamericanas, aunque también las hay de Reino Unido, Australia, Japón, China, Corea, India, Chile, Perú, Argentina, Brasil, Bélgica, Italia, España y Luxemburgo.

Se trata de 293 empresas registradas por la Secretaría de Economía que exploran o explotan minas de manera superficial o subterránea.

La extracción puede ser de metales preciosos como oro y plata; metales base como plomo, zinc, cobre; no metálicos, como carbón, mármol, piedra caliza, yeso, fluorita; rocas dimensionables como travertino, onix, dacita (con alto contenido de hierro) y basalto, y de materiales industriales como yeso y toba.

Arturo Rodríguez Abitia, subprocurador de Inspección Industrial de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), señaló que las minas impactan el medio ambiente, ya sea por las sustancias químicas que usan o por los métodos de extracción.

En las minas de metales preciosos, que son subterráneas, se utilizan sustancias químicas, “y ésas son las que a nosotros nos preocupan más, porque en las dos primeras (oro y plata) se utilizan sustancias químicas peligrosas, soluciones con cianuro; en la de cobre es ácido sulfúrico. Ambas son de alta preocupación, tanto para la salud humana como para los ecosistemas”, refirió el funcionario.

En estos casos se generan lixiviados (soluciones residuales que, de no ser adecuadamente manejados, se pueden filtrar al subsuelo) y jales (residuos sólidos). Los lixiviados, expresó Rodríguez Abitia, al tener altas concentración de metales, son corrosivos y tóxicos.

En cuanto a los métodos de extracción, abundó, las minas a cielo abierto impactan el paisaje, pues afectan la geomorfología del sitio, además de que acaban con la cobertura forestal, erosionan el suelo, alteran los flujos del agua y usan gran cantidad de agua, que generalmente se obtiene de los acuíferos.

Francisco Martín Romero, investigador del Instituto de Geología de la UNAM, expresó que la mina a cielo abierto, por ser amplia, genera grandes cantidades de residuos, a diferencia de la subterránea.

“En ese sentido, podemos decir que la minería a cielo abierto puede tener mayores retos para controlarla con los problemas de contaminación”, refirió.

DAÑOS. De enero de 2013 a diciembre de 2016, la Profepa impuso 91 clausuras por incumplimiento de la normatividad ambiental, con multas equivalentes a 94.4 millones de pesos. A estas cifras, la Secretaría de Economía agrega el año pasado, 53 instalaciones inspeccionadas, 20 fueron clausuradas.

Las irregularidades más frecuentes son: no contar con autorización en materia de impacto ambiental; incumplir con términos y condiciones establecidos en las autorizaciones; incumplir con las normas oficiales mexicanas (NOM); realizar mal manejo de residuos peligrosos o no cumplir con las obligaciones en materia atmosférica en los patios de trituración.

En su Informe Anual 2016, la Cámara Minera de México (Camimex) señaló que 91 empresas mineras participan en el Programa de Industria Limpia que impulsa la Profepa, además de que 3 grupos mineros forman parte del Índice Verde de la Bolsa Mexicana de Valores.

Mencionó que en 2015 la industria minera invirtió 3 mil 807 millones de pesos en comunidades y en medio ambiente.

Pero resaltó que, en el caso de las áreas naturales protegidas (ANP), insistirá en que las zonas que contienen concesiones mineras vigentes y en trámite se excluyan de la poligonal del ANP que se proponga, ya que “para el sector es importante que se construya una fórmula que dé certeza legal a las inversiones en minería en cualquier área natural protegida”.

EXPLOTACIÓN. La Ley Minera establece que las concesiones tendrán una duración de cincuenta años, contados a partir de la fecha de su inscripción en el Registro Público de Minería, y se prorrogarán por igual término si sus titulares no incurrieron en causales de cancelación previstas en la ley y lo solicitan dentro de los cinco años previos al término de su vigencia.

Sin embargo, no toda la explotación minera está sometida a la ley.

El subprocurador Rodríguez Abitia refirió que hay minería clandestina, sobre todo en zonas remotas, de difícil acceso, que trabajan con falta de seguridad personal, con afectaciones al medio ambiente, al operar de manera rudimentaria.

“Sí existe una actividad minera ilegal, nosotros creemos que es de menores proporciones, son gambusinos (buscadores de minerales) o minerías un poquito de mayor escala, pero definitivamente ninguna a cielo abierto.

“Pero estas pequeñas operaciones que trabajan en la sierra de Sinaloa o en la zona caliente de Michoacán son difíciles de detectar, porque también para nosotros es difícil entrar y no solemos arriesgar a los inspectores tampoco”, expresó Rodríguez Abitia.

Refirió que para supervisar las operaciones mineras, además de otros sectores, la Profepa cuenta con 300 inspectores en materia industrial y unos 400 en materia de recursos naturales, cifra baja si se considera la cantidad de instalaciones en operación.

EVOLUCIÓN. El académico Martín Romero señaló que desde el 2005 existen normas que evitan mayores afectaciones ambientales.

“El problema es que de estas normas oficiales mexicanas, la más antigua que hay, es de 2005; antes de esa fecha no había NOM relativas a la minería. Hay un pasivo ambiental (residuos mineros que están inactivos) por el país que es lo que impresiona, pero a partir de la publicación de las normas se trabaja en la prevención”, expresó.

Actualmente, enfatizó, ninguna actividad minera es permitida si no hay una autorización para proteger al ambiente y a la salud humana.

Destacó que anteriormente los residuos mineros se depositaban sin ningún control ambiental, quedando expuestos a la intemperie.

El geólogo ambiental, quien lleva a cabo la remediación de una zona minera en Taxco, Guerrero, indicó que recuperar o remediar una mina en desuso es muy costoso, pero permite rescatar el área para reintegrarla al paisaje.

“Estamos remediando unas 30 hectáreas, son de las más grandes. No sé cuánto cueste la remediación, los estudios no son costosos, es la operación, la maquinaria, lo que tiene un costo elevado, son millones de pesos”, dijo.

Destacó que las nuevas tecnologías permiten remediar a la vez que se explota la mina.

“El problema son todos los proyectos que existen antes de las NOM, ahí no se puede ir a la prevención. Es importante el antes y el después de la aparición de las NOM”, remarcó.

Respecto al tiempo que se requiere para remediar una zona minera, dijo que depende del tipo de mina, y a manera de ejemplo refirió que en Taxco todo el proyecto llevará cinco años, en tanto que en San Luis Potosí la remediación de una mina tardó diez años.

Tras la remediación de la mina, dijo, la utilización del terreno dependerá de las especificaciones que tengan las NOM y puede ser utilizado para vivienda, parque o servicios.

En tanto, el subprocurador Rodríguez Abitia refirió que las nuevas tecnologías permiten explotar al máximo las minas, pero no necesariamente un mejor manejo ambiental.

“Hay casos donde la tecnología no ayuda para mejorar el medio ambiente, pero en términos generales la tecnología busca ser más eficiente, y al ser más eficiente favorece el medio ambiente, de manera indirecta, no porque lo persiga, persigue otro fin, pero sin querer, genera efecto (en el medio ambiente)”, señaló.

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