La familia Sánchez vive con miedo y ansiosa de conseguir información fiable sobre los migrantes en Estados Unidos. Alfredo es residente legal, y trabaja en la zona de Los Ángeles. Jorge estudia en la universidad y está bajo el sistema de apoyo implementado por Obama, y pertenece al programa que han llamado dreamers (acción diferida o DACA que dio estadía legal a quienes llegaron niños y con el paso de los años se enrolaron en universidades). Luis es el menor de los hermanos y trabaja en una maquila cerca de su casa. Todos viven en El Monte California y pasan por un momento de miedo, desinformación e incertidumbre. Los mayores Alfredo y Jorge tienen hijos nacidos allá.
La organización estudiantil a la que está afiliado Jorge le ha asignado un abogado que constantemente cambia el sentido de la información. Estado por estado, condado por condado dependiendo del juez que lleve el asunto, las cosas parecen ser diferentes. Lo cierto es que son familias que viven entre la información poco fiable, tambaleante porque cambia continuamente, y el miedo a que en algún momento lleguen las autoridades migratorias a su casa y se los lleven.
Es una familia en riesgo de ser desintegrada o al menos así lo asume.
Alfredo trabaja en una constructora, llegó ya recibido de ingeniero del Instituto Politécnico Nacional y durante algunos años tenía una visa de trabajo que tenía que refrendar. Finalmente obtuvo su residencia legal y ahora se encuentra en Estados Unidos ya como residente permanente.
No es lo mismo para Jorge. Llegó hace apenas cuatro años y estudia en la Universidad de California en Los Ángeles, también una ingeniería, siguiendo los pasos de su hermano. Durante un año trabajó en lo que fuera sin dejar la escuela. Jorge se acogió a uno de los programas de apoyo implementados por el presidente Obama y se afilió a una agrupación de la red de Dreamers para defenderse y ser apoyado durante su proceso legal y aspira a cumplir su sueño.
En este momento nada está claro. “Desde la campaña presidencial nos hemos ido reuniendo ante la posibilidad de que ganara Trump. Hoy es una dolorosa realidad. La información es muy confusa. En los estados de Washington y Arizona parece que van a ir a detener y deportar a muchos de nuestros compañeros. Los abogados que nos fueron asignados tienen también información que no deja de cambiar. Parece depender más de los jueces y de las cortes, pero lo que va sucediendo en otros estados nos llena de temor”, afirma preocupado Jorge Sánchez.
Su hermano menor, Luis, trabaja en una maquiladora de ropa, planchando y haciendo la revisión final de vestidos para mujer. Parece ser el más vulnerable y toda la familia se debate entre la esperanza de que no pase nada y el temor de que sea deportado tras una redada.
Luis afirma que al terminar de reunir el dinero suficiente para ya no depender de sus hermanos entraría a terminar sus estudios. “Soy el único soltero y no tengo hijos que hayan nacido en este país. Mi mamá y otros hermanos viven en Coatzacoalcos, Veracruz, y la menor de mis sobrinas va a cumplir 15 años y todos planeábamos ir para llevarle regalos e incluso su vestido. Los abogados de Jorge nos dicen que en realidad no habría mucho problema en regresar a Los Ángeles, pero que su obligación es decirnos que no vayamos”.
Jorge afirma que muchas personas que todavía están con visa de trabajo están temerosas de que no se las refrenden o que obliguen a los empleadores a prescindir de empleados mexicanos, aunque sean profesionistas.
“Es horrible pensar que cualquier noche llegará la policía migratoria a nuestras casas para llevarnos de regreso a México. Nadie tiene claro en las organizaciones qué va a pasar realmente. Yo quisiera seguir viviendo tranquilo con mis hermanos, sus parejas y mis sobrinos. No sé si van a ser suficientes las acciones de protesta y de defensa de los dreamers o del consulado mexicano. Lo único que sabemos es que debemos vivir día a día esperando que no pase nada”, afirmó Alfredo.