El 20 de abril de 1993 murió, a consecuencia de una metástasis de cáncer pulmonar, el actor mexicano Mario Fortino Alonso Moreno Reyes, conocido en el mundo con el nombre artístico de «Cantinflas». Y en su aniversario luctuoso, vale la pena preguntarse el origen de ese sobrenombre que incluso acabó convirtiéndose en un verbo, ‘cantinflear’.
Verbo que, por cierto, fue incorporado al diccionario de la RAE en 2011 con la acepción de «Hablar o actuar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada con sustancia».
Cuenta una crónica —que a estas alturas es casi una leyenda imposible de comprobar—, supuestamente verificada por el fallecido intelectual mexicano Carlos Monsiváis, que la noche que un joven y nervioso Mario Moreno se presentaba como cómico en la carpa Ofelia, allá por los años 30 del siglo pasado, el pánico escénico hizo que olvidara por completo su monólogo.
Preso del miedo y la desesperación, Cantinflas «comenzó a decir lo primero que le venía a la mente, en una completa emancipación de palabras y frases, y lo que sale es una brillante incoherencia», según cuenta Monsiváis, «y él se da cuenta de que el destino ha puesto en sus manos la característica distintiva, el estilo que es la manipulación del caos».
En una de sus presentaciones, continúa el intelectual, una persona molesta por los sinsentidos del mimo, le grita: «¡Cuánto inflas!», o bien «en la cantina inflas» —refiriéndose a inflar en su sentido coloquial de ingerir bebidas alcohólicas—; la contracción se crea y el nombre artístico queda definido para la posteridad.
A pesar de lo bien contada y popularmente aceptada que está la leyenda, hay quienes no están de acuerdo con ella. Un sobrino de Cantinflas, por ejemplo, sostiene que se trata de un mito inventado por el público, del cual su tío se reía en el fondo; el pariente del mimo asegura que el verdadero origen del apodo sólo lo conocía el propio Mario Moreno, y que se lo llevó a la tumba.
Además, en una de sus últimas entrevistas en la televisión, que tuvo lugar en 1992, «Cantinflas» sostenía que el nombre carecía de significado, y que él mismo lo había creado con el propósito de disfrazar su verdadera identidad, pues le avergonzaba que su familia se enterara que se ganaba la vida como cómico.
Pero quizá el origen del nombre no tiene tanta importancia como el lugar que ocupa en el habla diaria del mexicano, que sigue calificando al habla rebuscada, sin sentido e incoherente como cantinfleo, y a la acción de dar vueltas y retruécanos como cantiflear.