Prestó su cuartito para bodega y lo agarraron para meter secuestrados

Del lado azul, destinado a las sentenciadas, también pululan historias trágicas, confesiones de vidas tormentosas y remordimientos…

De los seis a los nueve años, Martha Eloísa fue abusada por uno de sus hermanos. “No vales nada”, le repetían todos los días en casa. A los 24 años ingresó por primera vez a prisión por venta de droga, un delito cometido por una de sus hermanas mayores. Era 2004. “Pensé que echándome la culpa de todo, mi familia al fin me iba a querer. No funcionó”, se lamenta.

Hubo la oportunidad de salir libre con el pago de una fianza. Acudió a la hermana encubierta en busca de dinero, pero la respuesta fue brutal: “Es tu problema. Si te culpaste, fue por tarada”.

En una mesa contigua se antoja la salsa de chicharrón. La ha traído la madre de Verónica, condenada por el secuestro de la esposa del director musical de Los Ángeles Azules: “Mis errores fueron confiar en una mujer que se decía mi amiga, y no atreverte a denunciar lo que ella y su familia estaban haciendo”.

LUCHA LIBRE. Seis de cada 10 reos sentenciados cumplen condenas menores a tres años, según las últimas estadísticas judiciales en materia penal difundidas por el Inegi.

“Significa que la mayoría fueron privados de su libertad por delitos no violentos y sugiere que la capacidad de persecución criminal del Estado es baja y se limita a los eslabones más débiles de la cadena delictiva”, refiere México Evalúa, organización enfocada al análisis de datos sobre seguridad pública y procuración de justicia.

En el Dormitorio G deambula Juana Barraza La Mataviejitas. Ha monopolizado la venta de tacos en el comedor y esa mirada agría aleja cualquier intento de disputa.

En los registros aparece como una de las internas con menos visitas del Femenil de Santa Martha.

“A veces los que vienen a verla son los de la lucha libre”, describe una de sus compañeras.

ALTO MANDO. Hoy nuestra guía por estos pasillos tétricos es… “Llámeme Alexis”, pide, en alusión a su franco lesbianismo. Las cicatrices y heridas en su rostro y brazos denotan una vida entre fuego.

Está aquí por una supuesta complicidad en el secuestro y asesinato de una jefa de custodios identificada como Rosario, un caso en el cual las autoridades apuntaron como autor intelectual a Fausto Montiel Vázquez, ex jefe de servicios del sistema penitenciario de la Ciudad de México, y quien recién fue sentenciado a 65 años de prisión.

“Uno es malvado, pero no tanto”, dice Alexis, cuya detención fue el 21 de abril de 2010.

—¿Y cómo te involucraron?

—Mi novia era custodio, quien también servía como escolta de Fausto Montiel. A ella la relacionaron con el asesinato y como era mi pareja me metieron en el mismo tambo. Pero cuando eso pasó yo estaba en el Registro Civil, ahí están las cámaras; además dijeron que el homicidio llevaba planeándose dos años y yo llevaba 8 meses de haber salido de la cárcel por clonación de tarjetas.

Son los ecos del encierro…

HEROÍNA. Un café de ocho pesos es opción para esperar a Martha Eloísa, quien hoy tiene 42 años.

Dos de sus hijos han nacido en prisión: Sherlyn en 2003, cuando estaba en el Centro Femenil de Tepepan sentenciada a más de cinco años por el ilícito de su hermana. Y Mateo, de cuatro años y nueve meses, aquí en Santa Martha. Un tercer hijo murió en 2010 a la edad de 18 años, por una rara enfermedad.

—¿Por qué pensar que en prisión tu familia te querría?

—Deseaba que mis padres y mis 12 hermanos me fueran a visitar, que me vieran como heroína por sacrificar mi libertad por una integrante de la familia.

En esta segunda vez entre rejas, suma cinco años y medio. ¿La acusación? Secuestro, aunque de manera increíble no ha sido sentenciada por las diversas inconsistencias en su expediente.

“Andaba con el hombre equivocado, pero eso no me hace culpable”, afirma. Se refiere a Armando, agente de una empresa de seguridad privada relacionado con los Badillo, una familia dedicada al plagio por la zona del Ajusco.

—¿Cómo te implican?

—No sé, jamás he leído el expediente. Tuve que presentar una queja ante la Comisión de Derechos Humanos para que el abogado de oficio me viniera a ver, porque tras casi seis años no hay avances.

El abogado es Juan Mendoza Yarce, quien sólo después de la protesta se presentó. “Ponte abusada, porque tú no debes estar aquí —le dijo—. Tu sentencia la va a dictar el juez José Eligio Rodríguez Alba (del Juzgado 50 de lo penal en el Reclusorio Oriente), famoso por nunca leer los expedientes y sólo firmar las condenas.

—¿Por qué permitir tantas tropelías en tu vida?

—Desde niña me enseñaron que no valgo nada. Ya me he intentado suicidar dos veces. No me sé defender, me da miedo…

ÁNGELES. Verónica, por el contrario, habla con más entereza, pese a sus 14 años en prisión. Le faltan cuatro todavía…

Fue detenida el 30 de septiembre de 2003, cuando tenía 28 años. “Por esa época murió mi abuelo y mi mamá se fue a Oaxaca para arreglar todo lo del funeral. Yo rentaba un cuartito de lámina, en el terreno de una supuesta amiga, pero mi madre me pidió volver unas semanas a casa para atender a mi padre. Acepté… Por esos días, el sobrino de mi casera y la amiga me buscaron para pedirme un favor: que le prestara las llaves del cuartito para meter unas refacciones. Me dio pena decirle que no”.

El domingo 29 de septiembre de ese 2003 Verónica planeó revisar su vivienda, ubicada en la colonia Renovación de Iztapalapa. “Tenía duda de qué refacciones habían llevado”. Cuando llegó al terreno vio salir a un hombre del cuarto, quien se acercó a la casera para decirle: “Ya le di de comer”.

“Algo me olió mal. Qué pasa, pregunté a mi amiga. Ella no me quería decir nada, pero al final me soltó: hay una persona. ¿Qué persona?, le reclamé. Sáquenla de ahí, no quiero tener problemas. No era tonta, ya imaginaba lo que sucedía, pero jamás se me ocurrió denunciar o avisar a la policía”.

A las seis de la mañana del lunes 30, tras un operativo policiaco, fue arrestada junto a otras 11 personas.

Se enteró después que la persona retenida en el cuarto era esposa del líder de los Ángeles Azules.

“Durante el arraigo, la dizque amiga me decía: échate la culpa de todo y te sacamos rápido, pero ya no caí”. Nueve de los detenidos apelaron, y al año salieron libres.

“No tenía dinero y el abogado de oficio jamás se interesó en mi caso. Me echaron 18 años”.

—¿Qué ha sido el encierro?

—Es duro: tristeza, lágrimas, arrepentimientos. El mayor dolor fue haber dejado a mis dos niños, que hoy ya son unos jóvenes. Pero estoy viva, sana. He trabajado aquí de lo que salga para sacar adelante a mis hijos, la cárcel me ha enseñado también lo que valgo…

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