Desde el 2015, Isabel, la única detenida por explotación infantil en la Peralvillo, comenzó a reclutar junto con Mario, El Patrón, a niños y jóvenes, a quienes prometió ayudarlos a mejorar su situación económica.
El primer pueblo que visitó fue Huauchinango, en Puebla, donde notó que convencer a los padres de los menores era tarea fácil y comenzó a trasladarse a comunidades indígenas de Veracruz y Chiapas.
Todo lo anterior forma parte del expediente que integró la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México y que fue presentado por el Ministerio Público en la primera audiencia de la mujer.
Se estableció que la red de explotación laboral que comandaba Mario e Isabel funcionaba desde hace dos años.
El pasado 19 de junio —fecha de la audiencia— la representación social informó a la juez de Control, Nelly Cortés, que se inició una investigación en contra de Isabel Sánchez López por el delito de trata de personas en su modalidad de explotación laboral en perjuicio de menores de edad.
“Usted, señora Isabel, a finales de septiembre del 2015 se paró en el centro del municipio de Huauchinango, Puebla, con el fin de enganchar a sus víctimas ofreciéndoles trabajo, después de ello comenzó a recorrer poblados de Chiapas y Veracruz para buscar más niños”, indicó Irazú Martínez, una de las trabajadoras del Ministerio Público, al momento de pedir la vinculación a proceso de la mujer de 29 años.
Los trabajadores del Ministerio Público, luego de la audiencia, señalaron que Isabel se paraba en una plaza pública a observar a la gente que pasaba por ahí.
Luego identificaba a los menores que iban acompañados por sus padres y los abordaba para convencerlos de laborar en la Ciudad de México con ella y su esposo, El Patrón (quien también viajaba a los estados, aunque no precisamente acompañando a Isabel).
A decir de los agentes del Ministerio Público, el confrontar a Isabel con sus víctimas podría provocar que los menores no digan la verdad, pues están aleccionados.
Durante el juicio oral de la oriunda de Puebla, la parte denunciante señaló que la mujer prometía casa y comida a los menores a cambio de trabajar para ella.
Sin embargo, una vez que llegaban a la Ciudad de México, Isabel y El Patrón les cobraban el hospedaje, así como la comida y botana que comían.
“Ustedes los convencían diciéndoles que trabajarían y que la casa y comida irían por su cuenta. No obstante, cuando ellos llegaban a vivir a la ciudad y comenzaban a trabajar, se les descontaba una cuota que hacía de pago de renta y alimentos”, le dijeron a la imputada en la primera parte del juicio.
Incluso, le aseguraron que transportaban a los menores en una camioneta azul de la cual se desconoce la placa y en una Ford Lobo roja con placas del Estado de México MHU-77-75.
También le informaron que los familiares de los siete menores que eran víctimas de Isabel vinieron a la Ciudad de México por ellos para que volvieran a su pueblo.
Las comunidades indígenas de donde provenían los menores son San Francisco en el estado de Veracruz; San Juan Chamula en Chiapas; Huauchinango y Chiconcuautla en Puebla.
DEL DICHO AL HECHO… El primer acercamiento de Isabel y Mario era con los padres a quienes la mujer prometía una vida mejor para sus hijos así como un pago inicial de cinco mil pesos a cambio de que los dejaran viajar con ella.
La gente que la conoce asegura que la mujer de 29 años habla a la perfección el español y que incluso pocas veces la escucharon hablar su lengua madre.
Sin embargo, Isabel solicitó que en su audiencia hubiera un traductor de náhuatl aunque éste sólo intervino una vez para interpretar lo expresado en la audiencia.
Cuando llegaban “los nuevos”, ella era la encargada de aleccionarlos en cuanto a la venta de los dulces.
Quienes convivían con Isabel señalaron que el cambio en ella es evidente. Cuando llegó a la casa de Juventino Rosas con el número exterior 16 A, no le hablaba a nadie, era tímida y pocas veces se le veía salir de la casa. También su aspecto físico cambió; tiñó su cabello, usaba las uñas largas y se arreglaba para salir a la calle.
Martes y viernes era común verla acompañada de alguno de los menores porque era cuando se hacían las compras para la comida ya que El Patrón era quien se encargaba de proveer de la mercancía para que “mis chavos” la vendieran.