Se terminaron las brujas, los vampiros, los pequeños demonios y los monstruos salidos de pesadillas que cada 31 de octubre se pasean por las calles exigiendo su cuota de dulces; hoy la celebración cambia radicalmente y se conmemora el Día de Todos los Santos.
Después de la «locura pagana» que trajo consigo Halloween, la Iglesia Católica quiso impulsar su propia celebración y declaró el 1 de noviembre como el Día de Todos los Santos.
La idea, explica el Vaticano, es celebrar a aquellos que dieron su vida por el catolicismo.
El Día de Todos los Santos tiene su origen en el siglo IV, periodo en el que hubo una gran cantidad de mártires de la Iglesia y que después el papa Bonifacio IV, quien gobernó en el 610, dedicó el Panteón Romano para rendir culto a las personas que murieron por su fe.
En un inicio, la celebración se hacía cada 13 de mayo, sin embargo, justamente para contrarrestar la celebración del año nuevo celta (lo que hoy conocemos como Halloween), que se celebra cada 31 de octubre, el papa Gregorio IV, quien gobernó en el Vaticano del 827 al 844, decidió mover el Día de Todos los Santos al 1 de noviembre.
Este día también se conmemora en España e Italia, pero en México los días 1 y 2 de noviembre se celebra, además, el Día de los Fieles Difuntos y, el primer día está dedicado a los bebés y niños que ya murieron y sus familiares recuerdan.