Más que un acto de justicia, la decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump de exonerar ayer al primer campeón mundial de la raza negra, Jack Johnson, de un delito que no lo fue, debería haber sido un acto de pedir perdón de manera póstuma a un hombre que se adelantó a su tiempo y que fue uno de los primeros en atreverse a enfrentar a la racista sociedad norteamericana del siglo pasado.
Jack Johnson fue acusado de violar la llamada Ley Mann, según se dijo, al transportar a una mujer blanca en un cruce interestatal con lo que se presumió eran fines de prostitución. Una mujer que sí, efectivamente había sido una prostituta, pero que para entonces ya era su novia. El presidente Obama tuvo la oportunidad de otorgar ese “perdón” pero rechazó finalmente la moción que ayer fue firmada por Donald Trump. Un indulto que debió haber sido más bien un acto de arrepentimiento.
UN HOMBRE TEMIDO. Jack Johnson, el “Gigante de Galveston”, fue un personaje singular que le gustaba manejar autos veloces, vestir bien, usar costosos abrigos, fumar carísimos habanos cubanos, era aficionado conocedor de la ópera y sobretodo, fue alguien que se atrevió a ir en contra del sistema y del racismo exacerbado de la época, un hombre admirado y que infundió temor a los de raza blanca.
A pesar de haber enfrentado a una sociedad racista desde el momento mismo de su nacimiento en una plantación en Galveston, Texas; Johnson fue un hombre que supo enfrentar las circunstancias e incluso se convirtió en un personaje afamado y millonario para la época. Durante sus más de 30 años de carrera que inició en 1897, fue el primer “campeón mundial de color”, título que obtuvo en 1903 y cinco años más tarde, el 26 de diciembre de 1908 en Sydney, Australia, derrotó al afamado Tommy Burns, un canadiense de raza blanca para convertirse en legítimo campeón mundial, ya bajo las Reglas del Marqués de Queensberry.
Johnson fue exitoso y supo administrarse de tal forma que se mantuvo como campeón del mundo hasta que el 5 de Abril de 1915 fue derrotado por nocaut en 26 rounds en La Habana por Jess Willard, un vaquero de Kansas que se volvió aficionado al boxeo y profesional cuando tenía 27 años.
LA PELEA DEL SIGLO. El capítulo más famoso en la vida de Jack Johnson fue sin duda lo que fue denominado como “La pelea del Siglo”, la primera de muchas, cuando enfrentó a Jim Jeffries, quien se había retirado invicto como campeón mundial después de haber reinado entre 1899 y 1905.
Jeffries se negaba a pelear con Johnson, pero ante la presión mediática y una generosa oferta del promotor George “Tex” Rickard, quien por cierto, también fue el réferi de la pelea, finalmente se encerró en el ring con el campeón del mundo, en un combate celebrado el 4 de Julio de 1910 en Reno, Nevada, con la única motivación según Jeffries de “mostrar que un hombre blanco es mejor que un “negro”. Se dice que más de 20 mil personas presenciaron el combate, y que los boletos fueron revendidos en varias veces su valor.
Valga la pena señalar que Jeffries se convirtió en aquellos días en la primera “gran esperanza blanca”, considerando el dominio que hombres de raza negra ejercieron sobre los de raza blanca en la máxima división del boxeo, y que incluso, entre el sueco Ingemar Johansson, campeón del mundo a finales de los años 50, y la aparición de Tommy Morrison a principios de los 90, fueron muy pocos los peleadores blancos contendientes al título de la máxima división del boxeo.
Entre las muchas curiosidades que rodearon el combate Johnson-Jeffries, figuran el hecho de que la pelea fue grabada por nueve cámaras, con las que posteriormente se hizo una película.
Jeffries, antes de comenzar la pelea dijo que “trataré de acabar el combate lo antes posible” y al final del mismo, en forma mucho más humilde reconoció que “no pude conectarlo, no podría alcanzarlo en mil años”. Johnson se impuso por nocaut en quince rounds, cuando el réferi detuvo el desigual combate.
La victoria provocó que hubiera disturbios en muchas ciudades de Estados Unidos y forzó al ex presidente Theodore Roosevelt a escribir un artículo donde pedía que se prohibieran las películas donde se mostraran peleas de boxeo donde se apostara, llevando al Congreso a prohibir que fueran exhibidas películas de boxeo en lugares públicos los siguientes 40 años.
Después de perder el título con Jess Willard, jamás regresó al ring, aunque se tienen registros, como documenta el historiador Roberto Valero en su libro “100 años de Boxeo en México” de que llegó a pelear y vivir algún tiempo en Durango, México y que incluso hizo algunas peleas cuando tenía 60 años en 1938.
VIVIENDO LA VIDA… Su afición a manejar autos veloces a, a literalmente, velocidades excesivas provocó un anécdota de que en cierta ocasión en que fue detenido por la policía por violar el límite de
velocidad, fue multado con 50 dólares, y decidió pagar con un billete de 100 y le dijo al oficial que podía quedarse con el cambio, ya que regresaría a su casa a la misma velocidad.
LA CONDENA. Johnson fue condenado a pasar un año y un día en prisión por contravenir la Ley Mann, que decía que nadie podía transportar a una mujer entre líneas estatales con fines inmorales. Jack fue detenido en una ocasión en 1910 cuando iba en compañía de Lucile Cameron, una mujer blanca, que sin embargo era su novia y con quien se casó en 1912.
Pero no fue sino un mes después, cuando fue detenido de nueva cuenta y esta veza si fue arrestado en un cruce cuando iba en compañía de una mujer blanca en su auto. Se trataba de su eterna amiga y novia Belle Schreiber. Lo curioso es que cuando Jack fue detenido, la Ley Mann aún no entraba en efecto, pero sí en cambio, al momento de llevarse a cabo el juicio en 1913, razón por la cual fue condenado por un suceso que no era aún punible cuando sucedió.
Johnson fue a juicio y sentenciado pero no fue detenido, y estando en libertad bajo fianza con la apelación en proceso, dejó Estados Unidos, se fue a vivir a Francia con Lucile, luego estuvo en otros países incluyendo México, como citamos antes, pero en 1920 decidió regresar a Estados Unidos y entregarse a los agentes federales en la frontera con México y cumplió con una sentencia de 355 y no 366 días como le había sido dictado.
Al salir de prisión en ese mismo 1920, abrió un club nocturno en Harlem, el cual poseyó durante tres años, hasta que lo vendió en 1923 a un mafioso llamado Owney Madden, quien lo renombró “Cotton Club”, sí, ese famoso club que pasó a ser un lugar de leyenda en Nueva York. En 1946, cuando tenía 68 años, murió en un accidente automovilístico en Carolina del Norte, justamente, al manejar con exceso de velocidad.