El desgaste físico y mental de esperar en los hospitales

Azalea Vicente de la Cruz, habitante de la comunidad La Piedra, cuarta sección, perteneciente al municipio de Nacajuca, a cada rato voltea a ver la entrada del pabellón de urgencias del Hospital de la Mujer; lo hace nerviosamente pues espera saber resultados positivos de su nieto.

Pues por causas que ella desconoce su hija sufrió un parto prematuro, quedando, su nieto, dentro de una incubadora; no puede estar con él para cuidarlo, tiene que esperar afuera.

Siete días ya han pasado desde que su nieto nació, en esa semana ella solamente ha dormido entre ratos… “no he podido conciliar el sueño” fueron sus palabras.

Así como ella, a las afueras de dicho hospital hay alrededor de 90 personas que pasan por la misma situación, la mayoría sin dinero para comer, esperan la ayuda de un alma caritativa.

UNA SEMANA

MEDIO COMIENDO

Proveniente de Tila, Chiapas, Laureano Gómez Sánchez tiene una semana esperando que su hija sea dada de alta; ingresó por una peritonitis aguda en el hospital Juan Graham Casasus… “simplemente me dicen los doctores que tengo que esperar”, indicó.

Una pequeña mochila donde porta un pantalón extra y una camisa, son las únicas pertenencias que desde hace una semana porta consigo.

No trae dinero y su actividad campesina no le da para adquirir un teléfono celular, mucho menos para comprar algo para comer; pues él – como muchos de ahí—esperan impacientemente que una camioneta blanca llegue a eso de las 7 u 8 de la noche para que les regale una taza de café acompañado de una pieza de pan, lo único que ha comido desde su llegada a Tabasco.

Luego de platicar con Novedades de Tabasco, él regresa a lo que se ha convertido en su “casa”, la banqueta; vienen desde muy lejos y por ello deciden acampar a las afueras del nosocomio y poder ahorrarse unos pesos en pensión, posada u hoteles.

Saben que ese dinero lo necesitarán para pagar alimentos e incluso medicamentos que en algún momento solicitarán para sus enfermos, pues es de todos conocido que en los hospitales públicos de Chiapas existe una grave escasez de medicamentos.

Algunos vienen solos con sus enfermos, pero hay otros que vienen con toda la familia; mujeres y bebés, así como personas de la tercera edad, eso implica más gastos, aseguran.

El panorama es desalentador. El cansancio y agotamiento es notable. Algunos, inclusive pasan sed por las altas temperaturas que en la capital se presentan día a día.

LA GENTE TIENE

EL CORAZÓN FRÍO

De rasgos indígenas; de la zona norte de Chiapas, María Lizcano Pérez se limitó a señalar que el corazón de las personas es muy frío; nadie ayuda por el simple hecho de ayudar.

Sentada a las afueras del Hospital del Niño, “Rodolfo Nieto Padrón”, dijo haber dejado su hogar hace apenas 48 horas luego de ver como su niña ardía en calentura y sus ojos se ponían en blanco.

Ella solamente tomó a su pequeña nieta en brazos y la llevó al centro de salud más cercano, ubicado en su comunidad denominada Amacoite, entre los límites de Huimanguillo y la zona norte de Chiapas; “como no le bajaba la calentura, la trasladaron al hospital; ya no me dieron tiempo de hablar con mis hijos, aquí estoy sola, sin la ayuda de nadie”.

Aparte del estado de salud de su pequeña de nueve años, a doña María Lizcano le preocupa más como obtener dinero para poder regresar a su casa… “¿cómo le voy a hacer ahora que a mi niña la den de alta, la ambulancia en la que vine ya se fue, dejándome aquí”.

Con desconfianza ante la presencia de este reportero; ella volvía a ver a su compañera de “banqueta” con quien había entrelazado un vínculo de conversación y apoyo mutuo en este problema.

TORTILLAS Y ATÚN

PARA 13 DÍAS

Clemencia Pérez López viene desde Palenque, Chiapas, lleva 13 días esperando a que su hijo sea dado de alta.

Pero ella corrió con otra suerte, pues dijo haber rentado una pequeña habitación para dormir en un albergue.

Sin embargo, el dinero ya se le estaba terminando lo cual le preocupaba, pues también estaba sola, su familia se había regresado a conseguir más dinero para su permanencia en Villahermosa.

Clemencia tiene dinero para buscar donde pernoctar, más no para comer, enseñándonos un pequeño “morral” donde las reservas de comida eran ya muy escasas.

Un paquete de tortillas, dos latas de atún y un “botecito” de salsa es lo que solamente porta esta mujer dentro de la bolsa, donde también hay un bote con agua a medio llenar.

Esto es una realidad, lo que algunas personas catalogan como “cultura de los mexicanos” que hace que los familiares estén siempre lo más cerca posible de sus seres queridos cuando están enfermos a pesar de estar en la calle y pasar hambre o frío.

El trato y las condiciones a las que se ven sometidas las personas que llevan a sus pacientes al servicio de urgencias no forma parte de ningún esfuerzo entre las instituciones públicas. Se trata de un tema olvidado e intrascendente para las autoridades de todos los niveles.

La ausencia o la negativa de abrir un espacio que albergue a las personas que aguardan el parte médico de algún familiar o incluso ellos mismos ser atendidos obedece a la excesiva demanda y a la falta de infraestructura, pero también a la indolencia de las autoridades, quienes atienden a sus pacientes en hospitales privados y no pasan las penurias de los familiares de enfermos pobres.

Gente de cualquier edad aguarda noticias de sus pacientes a las afueras de esos centros de salud

Las bolsas con las mudas de ropa de ellos o sus seres queridos fungen de cama para descansar

Doña María Lizcano manifestó que son pocas personas las que la han ayudado

FOTOS: JOEL RUBIO

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