La construcción del nuevo aeropuerto de Texcoco sigue a todo vapor, sin importar consultas o las críticas vertidas por el equipo de transición. Los trabajos de cimentación, precarga, montaje de la estructura metálica para la torre de control, así como la colocación de aisladores sísmicos y de foniles para el edificio terminal, ya están prácticamente terminados.
La pista 2, señalan los reportes, tiene un avance del 70 por ciento.
Hace ocho meses, Crónica visitó la megaobra, que en realidad era una planicie y sobre ella los constructores daban muchas explicaciones geológicas y técnicas; ahora, en una nueva visita realizada el lunes, se ven estructuras apareciendo desde el suelo, empiezan a tomar forma, a tener sentido.
El dinero invertido por las empresas contratistas sigue fluyendo para traer materiales y para el recurso humano, más de 15 mil trabajadores que laboran en tres turnos en la obra. No pueden quedarse a dormir ahí, pero todos los días se presentan, incluso en la madrugada, sin importar el clima poco favorable de los últimos días.
Quienes trabajan allí tienen incertidumbre sobre lo que pasará con la obra, pero eso no les ha detenido, están motivados y trabajan con esfuerzo para entregar lo que se prometió, relatan los representantes del Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México que guiaron la visita.
Al llegar a la Torre de Control, que presumirá de ser la segunda más alta de Latinoamérica por medir 90 metros, sorprende ver instalada la estructura metálica y una base redonda cubierta temporalmente por carpas blancas que la protegen de las lluvias y el sol.
Hace ocho meses sólo se veía un agujero en el piso, donde se instalaron aisladores sísmicos para evitar que un terremoto fuera a derrumbar el cerebro de la megaobra una vez que opere (porque esa es la impresión que termina dando el recorrido, que esta obra continúa ejecutándose porque se va a usar).
La Torre de Control lleva un avance del 25 por ciento en su construcción y del 18 por ciento en el ejercicio de su inversión, que supera los mil 200 millones de pesos. Es una de las obras comprometidas a entregar al cierre del año, como parte de la primera fase de construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM). Incluye también al Centro de Transporte Terrestre, el Hangar Presidencial, la Base Militar, zona de carga, aduanas y el edificio Terminal.
Mientras se aborda una camioneta, algo indispensable para visitar cada rincón de la obra, los guías recordaron que la inversión total estimada para el NAIM era de 13 mil 800 millones de dólares, de los cuales el 70 por ciento era suministrado por las empresas contratistas y 30 por ciento por el gobierno mexicano.
De la inversión pública, en el plan original, se recuperará la mitad a través de la Tarifa de Uso Aeroportuario y de la venta en la tienda Duty Free (libre de impuestos), y el cobro del estacionamiento.
Para llegar de la Torre de Control al edificio de la Terminal son necesarios 20 minutos a bordo de la camioneta.
“Estamos en lo que será la parte subterránea de la Terminal, por donde pasarán sólo las maletas”, dice el guía, mientras observábamos con atención lo que parecían embudos gigantes de acero, llamados foniles, que miden hasta 45 metros de altura y sirven para calentar el aire que entra del medio ambiente, con lo que se ahorrará aire acondicionado y también funcionarán para reciclar el agua de lluvia.
A lo lejos se ve una miniciudad que se mueve en torno a los embudos gigantes. A pesar de los 20 minutos de recorrido, los trabajadores se ven muy pequeños desde la zona de seguridad. Sólo nuestro fotógrafo, Saúl Castillo, se acerca para hacer algunas tomas de quienes miden, instalan, manejan grúas y continúan la construcción de una terminal de pasajeros cuya existencia final –al menos oficialmente– estará decidida por una consulta pública abierta a toda la población.
La Terminal será el rostro del nuevo aeropuerto para los visitantes, pues se prevé la instalación de tiendas comerciales, mostradores de las aerolíneas, restaurantes, cafeterías, salas de abordaje y un sistema innovador para el traslado de maletas, que hará que los pasajeros se despreocupen de su equipaje hasta llegar a su destino, incluso aquellos que hagan un viaje de conexión con otro país. Construir la Terminal Aérea representó un costo de siete mil 500 millones de pesos, ya se ha ejercido el 56 por ciento. Lo más avanzado en esta área es la cimentación, un paso importante, pues de eso depende que el suelo cuente con la capacidad de carga necesaria para soportar toda la estructura por la que pasarán 70 millones de pasajeros cada año.
La Terminal tendrá 21 foniles y México será precursor de ello, pues ningún país en el mundo había construido foniles para la instalación de un aeropuerto. Por la innovación en su diseño y uso de tecnologías amigables para el medio ambiente, el aeropuerto podría competir para obtener cuatro certificaciones: Platinum y B4, reconocimientos que ningún otro aeropuerto mexicano tiene.
También medirá 743 mil m2 de construcción, que supera a la superficie de la plancha del Zócalo capitalino. Cada día ingresan entre dos mil y cuatro mil camiones de carga con material de construcción; hace ocho meses, entraban hasta nueve mil, lo que llegó a molestar a los trabajadores por el ruido provocado prácticamente a toda hora. Un camión de carga con materiales llega a la terminal; es recibido por los trabajadores.
Al regresar a las oficinas centrales del nuevo aeropuerto, los guías muestran que desde ahí se podía ver la Torre de Control, el CTT y algunas pistas. Señalan que la cimentación es lo más costoso y tardado en el proceso de construcción, pero por el contrario también es lo que garantiza una eficiente operación del aeropuerto, pues evita la necesidad de que se haga mantenimiento de las pistas al menos en ocho años.
El promedio de avance en la cimentación de todo el complejo es del 70 por ciento, lo que incluye Terminal, el Centro de Transporte Terrestre y la pista 2.
En el recorrido se nota que algunas partes de la obra están cercadas, por medidas de seguridad, pues la piedra volcánica, tezontle, utilizada para compactar el suelo que cubre las zonas acuosas del territorio, es demasiado filosa.
La camioneta avanza esta vez hacon destino al edificio central, al que le llaman El Campamento, pues ahí se concentran todos los trabajadores del Grupo Aeroportuario. De regreso, otra vez se ven las pistas y la Torre de Control. Otros 20 minutos sobre obras en las que los trabajadores se mueven laboriosamente, aunque oficialmente construyen algo que existirá sólo sí así se vota en una próxima consulta popular.