Como un llamado del cura al saludo de paz, como si se hubiese borrado en un tris su desgastada imagen frente a la ciudadanía, 499 diputados se apretujaban, se apapachaban unos a otros y festejaban su inicio en el cargo.
Habían rendido protesta para la LXIV legislatura en la Cámara baja…
Pero duró poco la concordia, acaso tres minutos. Comenzó entonces, como cada tres años, sin importar colores ni partidos, la política circense.
Los morenistas no resistieron más la feliz simulación, urgidos ya de mostrar su corpulencia. Tras los enjuagues y arrebatos al PT, alcanzaron en solitario la cifra de 247 diputados. Y van por más… Por eso, sin compasión ni clemencia, se adueñaron del recinto con vociferaciones partidistas y vivas al líder presidencial: “¡Es un honor estar con Obrador!, ¡Sí se pudo!”.
Destinaron tiempo hasta para el conteo de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa.
El resto de los grupos parlamentarios guardó silencio, en una especie de reconocimiento al músculo ajeno. No hubo interrupciones.
Culminado el jolgorio de Morena, los panistas —segunda fuerza— optaron por reprochar al PRI fraudes municipales en Nuevo León y presumieron el triunfo en Puebla; al final de la sesión intentaron resurgir al grito de: “¡Acción Nacional!”, pero los jefes de San Lázaro avasallaron otra vez con sus cánticos y loas al tabasqueño.
MURMULLOS. La sesión constitutiva inició con retraso de casi 50 minutos, porque los del PAN, furiosos por las supuestas trampas electorales priistas, aplazaron su arribo; en una encerrona, alistaban pancartas y reclamos colectivos.
Casi al mediodía, al fin, el secretario general de la Cámara, Mauricio Farah, apareció en escena para rendir un informe previo, en el cual resaltó la histórica paridad de género en este Congreso: 241 diputadas. Fue el primer aplauso generalizado de esta nueva etapa. A esa hora se habían registrado sólo 488 representantes.
Farah detalló después la configuración inicial de la Legislatura: dos diputados sin partido; 16, del Verde Ecologista; 20, del PRD; 28, de Movimiento Ciudadano; 29, del Partido del Trabajo —la primera cifra sospechosa—; 31, de Encuentro Social; 47, del PRI; 80, del PAN; y los ya referidos 247 de Morena, incluidos ya quienes habían sido postulados por el PT y por el PES y de última hora se sumaron al enjambre de López Obrador.
“Los electores optaron por respaldar la conformación de nuevas mayorías políticas y legislativas, distintas a las predominantes hasta ahora, significando con ello el inicio de una nueva gobernabilidad”, dijo.
Un murmullo amenazante penetró las curules, como anticipo de la ruina futura para las minorías partidistas.
Una estampa prefiguró el brumoso porvenir del PRI: René Juárez Cisneros, expresidente nacional y ahora coordinador parlamentario, llegó al salón principal entre trompicones, sin cálculos certeros de las escalinatas y a punto estuvo del desplome. Sobre el tricolor, también se plantó la sombra de la discordia, pues la sola presencia de Enrique Ochoa Reza pareció provocar antipatías internas.
La mesa de decanos, encabezada por Pablo Gómez, presidió el protocolo de protesta de los 499 diputados, según el quorum registrado 20 minutos después de iniciada la ceremonia. El morenista Roger Hervé, de Yucatán, se reportó enfermo.
La Junta de Coordinación Política había designado ya al presidente de la Mesa Directiva: el octogenario Porfirio Muñoz Ledo, de Morena, acompañado por tres vicepresidentes: Dolores Padierna (Morena), Juan Carlos Romero Hicks (PAN) y Dulce María Sauri (PRI). El PT, ya desfundado por las traiciones, perdió su posición de cuarta fuerza política y se debió conformar con una de las ocho secretarías.
“Queremos generar un ambiente amable en la Cámara, no buscamos ser aprovechados”, bajó la guardia el petista Óscar González Yáñez.
De los 12 integrantes de la Mesa Directiva, nueve fueron mujeres, un dato aclamado al unísono. La conformación se aprobó por 496 diputados; tres votaron en contra.
Muñoz Ledo, quien hace un mes cumplió 85 años, debió ser auxiliado para subir al estrado. Le acercaron la silla, le acomodaron los lentes y el micrófono. Ya no es más aquel hombre vivaz y se volvió lento hasta para los aplausos y repetitivo en los discursos.
“Hoy, hoy… hoy 29 de agosto la Cámara de Diputados ha quedado legalmente constituida para el desempeño de sus funciones”, anunció entre trastabilleos, pasadas las 2 de la tarde.
Sin la energía de antaño, destinado a un papel simbólico, el poder morenista quedó concentrado en Mario Delgado Carrillo, cuyos ojos saltones se multiplicaron por todo el Palacio. Indiferente ya al suspicaz manejo financiero en la administración capitalina de Marcelo Ebrard y a los vacíos de la Línea 12, Delgado mostró de nuevo su astucia para los arreglos secretos, los guiños parlamentarios y la atracción mediática.
“Morena, por el ser el grupo mayoritario, estará en la Junta de Coordinación Política. ¿Nos interesa presidirla? Claro que sí, depende de la composición final de los grupos”, señaló en conferencia.
Entre los legisladores más vitoreados durante la votación, además de Muñoz Ledo, Delgado y Padierna, estuvieron Tatiana Clouthier, Horacio Duarte, Pablo Gómez y Alfonso Ramírez Cuellar, plana mayor de Morena. Durante el nombramiento del resto, hubo aplausos tibios provenientes de los corralones donde se arrinconó a familiares, amigos e invitados especiales. Sólo se escuchó un ligero abucheo, para el llamado Niño Verde, Jorge Emilio González Martínez.
Todos llegaron al salón con sus mejores trajes: los diputados de sombrero y bombín, y las diputadas, obligadas a lucir sus figuras esbeltas. “Ya no aguanto la faja”, se escuchó decir a Merary Villegas, de Sinaloa.
De los atuendos de gala, fueron excepción Gerardo Fernández Noroña, de mezclilla y guayabera, y la independiente Ana Lucía Riojas, de tenis y playera, muy activa con la bandera de la comunidad LGTB.
Se olvidó pronto el religioso saludo de paz. Al salir de San Lázaro, retornaron los rivales y pecadores…