Al menos 207 personas murieron, entre ellas 35 extranjeros, y unas 450 resultaron heridas en el Domingo de Resurrección más sangriento de Sri Lanka, después de una serie de explosiones simultáneas en cuatro hoteles, un complejo residencial y tres iglesias, donde numerosos fieles celebraban una de las grandes festividades cristianas. Los ataques no han sido reivindicados.
Tras las ocho explosiones, el Gobierno ha decretado el estado de emergencia, ha bloqueado las redes sociales y la policía ha impuesto el toque de queda con efecto inmediato ante el temor a nuevos ataques. Se han detenido a siete personas en relación a los ataques, según medios locales. En una de las actuaciones, tres policías fueron asesinados en el registro a una casa.