Tras meses de debates y controversias internas en la Iglesia católica, el papa Francisco ha rechazado la posibilidad de ordenar a hombres casados para acabar con la escasez de sacerdotes sobre todo en las zonas más remotas del planeta.
Se esperaba hoy una palabra final de Francisco sobre este asunto, en la exhortación sobre el Sínodo de la Amazonía, después de que los obispos de la región aprobaran en esa asamblea celebrada en octubre la propuesta de poder ordenar sacerdotes a hombres casados y reconocidos por su comunidad para permitir celebrar la eucaristía.
La palabra pasaba así a Francisco, que siempre se ha mostrado contrario a abolir el celibato y que en esta ocasión tampoco ha cambiado idea y ni si quiera lo ha mencionado en su documento «Querida Amazonía» publicado este miércoles.
UNA PUERTA CERRADA A LA ORDENACIÓN DE HOMBRES CASADOS
Los obispos de las regiones amazónicas que participaron en el Sínodo habían aprobado la propuesta de poder ordenar sacerdotes a hombres casados y reconocidos por su comunidad para poder celebrar la eucaristía en los puntos más inaccesibles, donde a veces pasan meses sin ver a un cura.
Sin embargo, Francisco aunque reconociendo que es necesario que la eucaristía llegue a estos lugares, se limitó a pedir que se rece para que crezcan las vocaciones y que se envíen más misioneros a estas zonas. Ni una palabra de esta propuesta.
El papa ya había adelantado este martes a un grupo de obispos estadounidenses que quienes esperaran un giro histórico sobre el tema del celibato quedarían «decepcionados».
Y es que en el documento final aprobado por una mayoría de dos tercios, la asamblea de los obispos proponía para que se pueda celebrar la eucaristía en las zonas más remotas de la Amazonía, «ordenar sacerdotes a hombres idóneos y reconocidos de la comunidad que tengan un diaconado fecundo y reciban una formación adecuada para el presbiterado, pudiendo tener familia legítimamente constituida y estable».
Sin embargo, Francisco ni si quiera menciona esta posibilidad y se limita «a exhortar a todos los obispos, en especial a los de América Latina, no sólo a promover la oración por las vocaciones sacerdotales, sino también a ser más generosos, orientando a los que muestran vocación misionera para que opten por la Amazonía».
El papa propone que existan más «diáconos permanentes y que junto con las religiosas y los mismos laicos asuman responsabilidades importantes para el crecimiento de las comunidades (amazónicas)».
El tema de la ordenación de hombres casados para garantizar la Eucaristía en las zonas más remotas fue el más controvertido de ese Sínodo con algunos obispos latinoamericanos que lo veían como una necesidad, mientras que la parte más conservadora de la Iglesia lo rechazaba totalmente.
Justo hace un par de semanas se publicaba un libro escrito entre el papa emérito Benedicto XVI y el prefecto del Culto Divino, el cardenal Robert Sarah, en el que se defendía el celibato y que se interpretó como una posible injerencia a la decisión que Francisco debía tomar en su exhortación. Pero la decisión ya parecía tomada.
En un artículo publicado hoy por el director editorial de la comunicación del Vaticano, Andrea Tornielli, se asegura que Francisco, «después de haber orado y meditado, ha decidido responder no previendo cambios o nuevas posibilidades de excepciones a las ya previstas por la disciplina eclesiástica vigente, sino pidiendo volver a empezar desde lo esencial».
Aunque en su editorial explica que la ordenación de hombres casados «es una cuestión que ha sido discutida durante mucho tiempo y puede serlo aun en el futuro, porque «la perfecta y perpetua continencia» no es «ciertamente exigida por la naturaleza misma del sacerdocio», como declaró el Concilio Ecuménico Vaticano II.
MÁS FUNCIONES A LAS MUJERES, PERO UN NO A LAS DIACONISAS
En el Sínodo sobre la región amazónica también se pidió una mayor participación de las mujeres en la Iglesia, ya que llevan el mayor peso en estas zonas, y se exhortó a estudiar la creación de diaconisas, mujeres que pueden suministrar sacramentos, y cuya figura existió en la Iglesia primitiva y desapareció con el paso del tiempo.
Pero Francisco tampoco lo acepta en este documento y lo justifica afirmando que es reductivo pensar que «se otorgaría a las mujeres un estatus y una participación mayor en la Iglesia sólo si se les diera acceso al orden sagrado».
«Pero esta mirada en realidad limitaría las perspectivas, nos orientaría a ‘clericalizar’ a las mujeres, disminuiría el gran valor de lo que ellas ya han dado y provocaría sutilmente un empobrecimiento de su aporte indispensable», explica el papa argentino.
Aunque, el papa sí que exhorta a «estimular el surgimiento de otros servicios y carismas femeninos, que respondan a las necesidades específicas de los pueblos amazónicos en este momento histórico», pero «que no requieran» la ordenación.
UNA MISA INDÍGENA
El Sínodo también pidió, en otro de los puntos más polémicos, el de estudiar un rito amazónico en las celebraciones para dar «una respuesta a la petición de las comunidades» y en el que se incluyesen sus tradiciones y símbolos.
Ante ello, Francisco sí aceptó «recoger en la liturgia muchos elementos propios de la experiencia de los indígenas en su íntimo contacto con la naturaleza y estimular expresiones autóctonas en cantos, danzas, ritos, gestos y símbolos»
Recuerda que «ya en el Concilio Vaticano II se había pedido este esfuerzo de inculturación de la liturgia en los pueblos indígenas, pero han pasado más de cincuenta años y hemos avanzado poco en esta línea».
CRÍMENES E INJUSTICIAS EN LA AMAZONÍA
Al margen de los temas más espinosos, la exhortación es una «carta de amor» a la Amazonía y un llamamiento para que acaben las injusticias y atropellos en la región.
«Sueño con una Amazonía que luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, donde su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida. Sueño con una Amazonía que preserve esa riqueza cultural que la destaca, donde brilla de modos tan diversos la belleza humana», escribe el papa.
Denuncia también «los intereses colonizadores que expandieron y expanden -legal e ilegalmente- la extracción de madera y la minería, y que han ido expulsando y acorralando a los pueblos indígenas, ribereños y afrodescendientes, provocan un clamor que grita al cielo».
«A los emprendimientos, nacionales o internacionales, que dañan la Amazonía y no respetan el derecho de los pueblos originarios al territorio y a su demarcación, a la autodeterminación y al consentimiento previo, hay que ponerles los nombres que les corresponde: injusticia y crimen», escribe.
El papa también reconoce que «no siempre los misioneros estuvieron del lado de los oprimidos» y afirma: «Me avergüenzo y una vez más pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América y por los atroces crímenes que siguieron a través de toda la historia de la Amazonía».