Violencia contra las mujeres; otra pandemia

Por: Raúl Contreras Bustamante

Entre los tremendos efectos que han traído consigo las medidas de aislamiento y distanciamiento social obligados por la pandemia consecuencia del COVID-19, está el incremento en los casos de violencia contra las mujeres.

Y es que en la mayoría de los casos de violencia contra la mujer, el atacante suele tener algún lazo de parentesco o sentimental con la víctima de violencia.

El incremento en la violencia contra la mujer podría considerarse también como una pandemia porque no es un problema social privativo de nuestro país, pues lo mismo sucede en Estados Unidos, Europa o China: el aislamiento ha disparado las cifras en todas las latitudes.

Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), en el mes de marzo, cuando las disposiciones sanitarias indicaron la necesidad de permanecer en los hogares como medida para controlar la propagación del virus, las llamadas al 911 por incidentes de violencia familiar se incrementaron un 23% en todo el país. La cifra equivale a 64,858 llamadas, es decir, 2,092 al día, 87 llamadas cada hora, para pedir ayuda o información de qué hacer por un episodio de violencia familiar.

Lo reportado por el SESNSP señala otro aumento importante, que corresponde a las llamadas de emergencia, que de manera especial fueron catalogadas como “violencia contra la mujer”. En este rubro se presentaron 26,171 llamadas, equivalentes a un 20.5% más respecto a febrero, volviendo al mes de marzo con más llamadas de este tipo, desde 2016.

Tal y como lo hemos señalado en anteriores colaboraciones, si bien la violencia contra la mujer está presente en todos los ámbitos de desenvolvimiento social, como los sitios de trabajo o las instituciones educativas, la raíz social de esta violencia lamentablemente encuentra su origen en los propios hogares.

La violencia contra las mujeres debe frenarse. Ellas son una importante fuerza de trabajo de muchas industrias, servicios, comercio y demás actividades productivas, pero también la columna vertebral en el cuidado de los hogares en México.

Ante el cierre de escuelas y guarderías se les ha incrementado la carga absoluta en el cuidado de niños, niñas y adolescentes, y ahora son, además, las encargadas de la educación dentro del hogar, sin poder eximirse de tener que llevar a cabo las actividades de limpieza, organización de la casa, incluso, entretenimiento para los demás integrantes de la familia, cuando la distribución de estas tareas les corresponde a ambos: hombres y mujeres.

El incremento de la violencia contra la mujer durante la pandemia tiene que ser enfrentada por los gobiernos con la misma determinación que la contingencia sanitaria. No es admisible que en estos tiempos las sociedades sigan comportándose igual que en la edad antigua.

Sociedad y gobierno deben hacer conciencia de esta grave realidad. Se requiere impulsar un cambio estructural, que ataque los estereotipos de género, siendo la educación la herramienta clave para el desarrollo social.

Mientras tanto, los gobiernos deben entender a cabalidad que hoy más que nunca los servicios que atienden la violencia de género necesitan ser reforzados y dotados de importantes aportaciones financieras para apoyar a todas aquellas mujeres que requieran del auxilio institucional de la sociedad, cuando en sus hogares sean vulneradas.

Como Corolario, la frase de Frida Kahlo: “Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el interior”.

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