Hay Salida: Por Protegerlos a Ellos dejamos de Buscar Justicia para Ellas

Por: Pachela Gaudiano Rovirosa

Ayer vi un documental en Netflix sobre una violación que ocurre en un pequeño pueblo en Ohio, Estados Unidos en el año 2012, se llama “Roll Red Roll”. El documental expone la cultura machista que generalmente está presente en casos de violación. El caso fue de una menor que fue violada por dos compañeros, menores de edad también, cuando la víctima se encontraba en un estado de ebriedad tal que estaba completamente inconsciente. La víctima no recuerda nada, únicamente recuerda haberse levantado completamente desnuda en una casa extraña, con sus dos agresores. Al día siguiente habían publicadas fotos de la víctima en estado inconsciente ya en redes sociales y conversaciones entre los jóvenes que estuvieron presentes en la fiesta y en la casa donde se produjo el abuso. A la víctima la amenazaron, la insultaron, le dijeron zorra, puta, “tu te lo buscaste” etc etc,. En un pueblo en donde idolatraban a los jugadores y al equipo de futbol americano de la escuela y siendo uno de los agresores el jugador principal, la sociedad estaba más preocupada por proteger a esos jugadores que buscar justicia para las mujeres. Esto es hasta que salen a la luz igual videos de youtube de los adolescentes burlándose del estado de la víctima, haciendo bromas sobre la violación, denigrando a la menor, así como conversaciones entre los agresores minimizando la agresión sexual, con un lenguaje completamente violento hacia las mujeres y en especial a la víctima.
Bueno teniendo ese preámbulo y 8 años después de ese caso, las reacciones sociales ante casos de agresiones sexuales siguen siendo prácticamente iguales. Hay una tendencia a culpar a las víctimas desmedida, es increíble la sanción social contra las mujeres que se atreven a denunciar un caso de violencia sexual, siendo éste el único delito en el cual se juzga más a las víctimas que al agresor, donde se ven expuestas a un procedimiento penal en el cual su vida es motivo de investigación y escrutinio, donde son cuestionadas por su “participación” en el delito, donde su pasado es motivo de investigación y donde entran en juego los estereotipos y el honor de las mujeres. En muchos casos son rechazadas por su familia y su comunidad, y en consecuencia, la mejor defensa del imputado consiste en atacar a la víctima por «provocativa», por «libertina», por «ser mujer de hábitos sexuales promiscuos», por «no ofrecer verdadera resistencia», por “no haber dicho que NO con suficiente firmeza” o por “haber coqueteado con él”.

Sólo hace falta ver las redes sociales, leer notas en el periódico sobre casos de violencia sexual, ver los noticieros o platicar con alguien víctima de este tipo de delito para darse cuenta que la que sale perdiendo y la que sale juzgada es precisamente la víctima. Por todo esto, no es de extrañar que las mujeres eviten acceder a la cadena formal de justicia, los obstáculos institucionales exacerban estas presiones y presentan barreras adicionales para el acceso de las mujeres a la justicia. De hecho está comprobado en un estudio por ONU mujeres (El Progreso de las Mujeres en el Mundo) que son muy pocos los casos de violencia sexual a nivel mundial que terminan en sentencia y que más del 60% de los casos se quedan en el camino precisamente porque las instituciones le fallan a las víctimas, es más fácil que una mujer reporte un robo que una violación; según la ONU cada 15 segundos en el mundo una mujer es atacada.
La sociedad enseña a las mujeres a que estén alertas para No ser atacadas o violadas pero no enseñan a los hombres a no violar, a no atacar o a dejar de ver a las mujeres como objeto. Cuando digo esto me refiero a la naturalización que hay entorno a la violencia sexual y la insistencia de preguntarse: “¿Y como iba vestida?”, “¿Para qué se viste así?”, ¿”Es que ella lo provocó pues estuvo coqueteando?”, “¿Que hacía sola a esas horas?”, “¿Para que se sube a un Taxi en esa colonia?”. Con esto no quiero decir que todos los hombres son unos depredadores sexuales, lo que quiero mas bien es señalar que la mayoría de las veces culpamos a las víctimas, naturalizamos la violencia sexual y lo hacemos de una manera muy natural y colectiva. Los protegemos a ellos y dejamos de buscar justicia para ellas, cada vez que culpamos a la víctima, cada vez que ponemos en tela de juicio su historia, cada vez que naturalizamos la violencia sexual, los estamos protegiendo a ellos. A las mujeres las enseñamos a callar, las hacemos responsables, sienten culpa, callan por años hasta que encuentran alguna red de apoyo que las hace hablar o callan por siempre y nunca lo dicen.

El problema real de la violencia sexual es que no hay cifras reales pues la mayoría de las víctimas no lo reporta, las que lo reportan son cuestionadas arduamente y en general salen perdiendo porque como sociedad hemos tolerado y naturalizado la violación responsabilizando a la víctima, vivimos en una cultura machista en la cual el instinto es primero proteger al agresor, poner en tela de juicio lo dicho por las mujeres, hacerlas dudar, que se sientan culpables y que callen.

Pachela Gaudiano Rovirosa
Presidenta de la Asociación Civil Hay Salida

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