«Yo soy un chavalo que tiene 28 años; en el barrio me dicen las muchachas ‘el griego’, por el perfil; uso muy buena garra y los muchachos a mí me dicen Tin Tan porque en mí todo es música», esa es una de las frases más famosas de Germán Valdés, la cual dijo en la cinta Músico, poeta y loco, de Humberto Gómez Landero para presentarse en una escena. Hoy se conmemoran 47 años del fallecimiento del actor.
El cómico nació el 19 de septiembre de 1915 en la ciudad de México, hijo de Rafael Gómez Valdés Angelín, agente de aduana, y Guadalupe Castillo, ama de casa, quienes lo bautizaron con el nombre de Germán Genaro Cipriano Valdés Castillo. Desde entonces la comedia parece estar siempre cercana a él, pues algunos biógrafos coinciden que el día de su bautizo hubo una discusión en la iglesia entre su madre y su abuela que no se ponían de acuerdo sobre el nombre, entre el jaloneo rasgaron su ropón de la cintura hacia abajo, el niño lloró y luego orinó la cara del cura.
“A Tin Tan no le gustaba estudiar, pero era sumamente ocurrente, de hecho, mucho del humor de él y de su familia viene de su mamá, de doña Guadalupe”, explicó el crítico de cine Rafael Aviña, sobre aquel niño travieso, inquieto y con un gran humor, quien en la ciudad de México realiza sus estudios primarios y a los 10 años, abandona la escuela y se dedica a distintos oficios, como ayudante de sastre; luego, gracias a su padre y al haberse mudado a Ciudad Juárez a los 12 años, aprende a hablar inglés y a apropiarse de la identidad de pachucos, pochos, chicanos y cholos, que posteriormente le cambiarían la vida. En ese entonces el inglés que fue aprendiendo le ayudó a ser guía de turistas y así conoció ciudades como Los Ángeles y San Diego, en Estados Unidos.
Un tipo oportuno. Su personaje era su vida y así como en sus películas los accidentes se volvían su fortuna comenzó su contacto en la música. Entró a trabajar a la estación de radio XEJ como ayudante en 1937 y un día, mientras limpiaba un micrófono se puso a cantar un tema de Agustín Lara sin saber que estaba al aire. Su descuido fue un éxito y su jefe, Pedro Meneses, lo promovió como locutor en donde debutó con el programa El barco de ilusiones donde interpretaba al marinero ‘Tobías’ haciendo imitaciones de personajes del momento.
“Tin Tan estaba en el momento, a la hora y con la gente adecuada, fue una cuestión del azar. Si no se hubieran dado una serie de circunstancias nadie de nosotros lo hubiera conocido”, expresó Rafael Aviña, quien además es uno de sus biógrafos a través del libro Aquí está su pachucote… ¡Noooo! Biografía narrativa de Germán Valdés, publicado en el 2012.
Grabó comerciales en inglés y en la estación se le creó el personaje de Topillo Tapas que representaba a un mexicano que vivía en Estados Unidos, lo cual le ayudó a mantener a su primera esposa, Magdalena García, con quien tuvo a su primer hijo, Germán. Un día la estación recibió a la compañía de teatro de Jorge Maulmer y Paco Miller, quienes le proponen que fuera de gira con su personaje, pero con el nombre de Tin Tan, para evitar conflictos de nombre con otros artistas. Aunque al principio Valdés no estaba muy de acuerdo aceptó y así es como llegó a presentarse en las carpas de la ciudad de México en 1943.
“Todo coincide con que uno de los cómicos de la caravana no podía pasar a EU porque el cuate había sido un desertor y le piden a Germán que los acompañe. Pedro Meneses incluso le compra un traje de pachuco y, al principio Germán no quería, pero Pedro lo entusiasma. Estando allá no le va nada bien. Nadie lo pelaba, pero le sirvió para conocer a Marcelo Chávez, quien era el contador, pues estaba prácticamente retirado de los escenarios y también conoce a Meche Barba”, dijo Aviña.
Con Marcelo Chávez, quien posteriormente fue conocido como el Carnal Marcelo, su inseparable pareja del espectáculo, compartió su trabajo en las carpas, en la XEW, en los teatros de comedia como el Iris y el Follies, entre otros, en la ciudad de México: “Un día en que Marcelo ve a Tin Tan tocando la guitarra, entra a su camerino, comienzan a cantar y montan un numerito de la famosa ‘Una mosca pegada en la pared’ y luego Paco Miller los pone a cantarla, estaban en el Teatro Aldama, y se vuelve un éxito”.
“Al principio Tin Tan no tenía buen recibimiento. Llegan a la Ciudad de México el 5 de noviembre de 1943, cuando ellos debutan en el Teatro Iris, lo anunciaban como el cómico que no es igual ni se parece a nadie, pero la gente no entendía sus chistes porque él hablaba con juegos de palabras, incluso en la película de Cardona que se llama Hotel de verano, muchas cosas no se le entienden, hasta después uno va descifrando la manera de hablar”, añadió el crítico de cine.
“Como no pegaba, contratan a Cantinflas. A éste le pagaban cerca de mil pesos al día y a Tin Tan apenas unos 100 pesos, hasta que una vez Germán narra que la gente se pone de pie y empieza a aplaudir y se empieza a hacer hacia atrás porque piensa que no le aplauden a él, sino que se asomó Cantinflas. Ese día descubrió que se ganó al público más difícil que era el de la Ciudad de México”, enfatizó.
PACHUCO DE ORO. Fue en el centro nocturno El Patio donde el cineasta René Cardona los ve por primera vez y los invita a tener un pequeño espacio en su película Hotel de verano (1943), lo que fue el comienzo de una larga y exitosa carrera cinematográfica. En ese entonces se separó de su esposa y se casó con la bailarina Micaela Vargas, en 1948.
“René Cardona ya había terminado su película, pero decidió meter un número más luego de ver a Tin Tan en el Teatro de la Ciudad, y que es el número que tiene con Marcelo. Eso es lo que lo catapulta. Parece que todo es azaroso, hay mucho de fortuito en su historia”, explicó Aviña.
“La llegada de Tin Tan coincide con cierto culto al pachuquismo. Roberto El Panzón Soto tenía una revista que se llamaba El pachuco tenorio y Resortes estaba en otra revista musical como pachuco. No era algo desconocido la cuestión de los pachucos, incluso acababa de pasar el caso de Sleepy Lagoon, en el que mataron a varios pachucos en Los Ángeles”, señaló.
“Lo que destaca con Tin Tan es la simpatía natural, carisma y espontaneidad, porque El Panzón Soto, si bien tenía su personaje de pachuco, su fuerte era la revista política, y en el caso de Resortes era el baile, pero no era un pachuco como se convirtió Tin Tan (…) Germán trajo esta modernidad fronteriza de Ciudad Juárez y la insertó en la modernidad que se daba con la llegada del presidente Miguel Alemán”, agregó.
RADIOGRAFÍA DE UNA ÉPOCA EN TIN TAN. Sus breves intervenciones en el cine fueron rindiendo frutos y para 1948 su carrera despuntó con la cinta Calabacitas tiernas, dirigida por Gilberto Martínez Solares, el realizador que mejor supo aprovechar su talento y que lo consagró con filmes como Soy charro de levita (1949), No me defiendas compadre (1949), Simbad el mareado (1950) y El rey del barrio (1950), su obra máxima: “El propio Martínez Solares, se da cuenta que el pachuco no va a durar todo el tiempo”, dijo el investigador cinematográfico.
“Aunque no se puede desprender de raíz del pachuco, pues años después haría Lo que le pasó a Sansón y era chistoso ver la mezcla de pachuco con héroe bíblico, es Martínez Solares el que lo convierte en un héroe de barrio, anónimo, que ayuda a la comunidad como en El rey del barrio o en No me defiendas compadre. Un peladito de barrio, chistoso, inteligente y con mucho carisma”, comentó.
Además de Martínez solares fue dirigido también por Ismael Rodríguez en Mátenme porque me muero (1951); por Rafael Baledón en Isla de mujeres (1952); por José González Prieto en el filme cubano Cuando las mujeres mandan; por Chano Urueta en Mi campeón y por René Cardona en También de dolor se canta, en la que hizo un diálogo memorable con Pedro Infante.
“El Ceniciento para mí es su mejor película. Cierto que El rey del barrio es considerada la mejor comedia del cine mexicano, y sí es extraordinaria, pero creo que es una película más de viñetas. En cambio, El ceniciento está muy bien articulada con una buena historia de principio a fin. En esa película está intrínseco todo lo que fue el alemanismo: La migración del campo a la ciudad, la corrupción de los servidores públicos, como ese mítico momento en el cabaret, también el México nocturno, los ritmos tropicales y la delincuencia”, explicó Aviña.
Es a través de sus películas que se hace referencia a toda la época de oro: “En El vizconde de Montecristo se ve también, pero sobre todo en El revoltoso, en una escena en la que se ve a Wolf Rubinski y Marcelo están a punto de dar una paliza a Tin Tan, ahí se parodia, de alguna manera, la secuencia final de Nosotros los pobres (…) O en Simbad el mareado, que es una parodia de ese cine de aventuras tropicales con el mar y el puerto de Acapulco, que eran mucho de la época”.
“En También de dolor se canta, protagonizada por Pedro Infante, se hace todo un recorrido por los Estudios Tepeyac y hay un momento sublime en el que se encuentra con Tin Tan (…) En La marca del zorrillo se ven referencias a todas las películas de época que se hacían. El mismo El rey del barrio y No me defiendas compadre, tiene que ver con ese cine urbano. En Soy charro de Levita se hace una sátira de todo el cine del Indio Fernández y en Calabacitas tiernas vemos una comedia en la que lo más importante eran los números musicales”, continuó el crítico.
Sus películas fueron no solo éxitos en México sino Tin Tan también a nivel mundial. En Latinoamérica fueron una sensación y en Cannes maravilló con El vagabundo, de Rogelio A. González y Gilberto Martínez Solares; incluso en Francia la obra de Tin Tan es utilizada en escuelas de actuación.
LA PERSONALIDAD LO HIZO GRANDE. En el teatro ganaba 100 pesos diarios y en la primera película en la que participó cobró 350 pesos, pero su suerte estaba a punto de cambiar y llegó a ganar 25 mil pesos a la semana mientras duraba la filmación, más cien mil dólares por cada película suya que era enviada al extranjero.
A pesar de los lujos de que gozó con el éxito -era coleccionista de autos lujosos, en especial Cadillac, y joyas- siempre fue generoso con las personas que le rodeaban y con su familia, sobre todo a quienes logró colocar en la industria del espectáculo, entre ellos destacan Ramón Valdés, recordado por el personaje de Don Ramón, en El Chavo del Ocho y Manuel El Loco Valdés, una figura de la comedia en la televisión.
Ese lado espléndido contrastaba con su forma de ser: “Fuera del set las grandes estrellas de la época eran duros, secos y hasta groseros, pero Tin Tan no. Él siempre fue espléndido, por eso fue querido por toda la gente, como ocurrió con Pedro Infante (…) No tenía corta pisos, incluso en el tema tabú que tiene sobre la marihuana, no decimos que la droga lo hacía trabajar, no, sino que no le importaba lo que decían de él”, destacó Rafael.
“Era muy desprendido, siempre le pedían dinero y se lo daba a todo el mundo. Hay múltiples anécdotas de que podía encontrarse gente sin camisa y les daba las suya. Puso un cabaret llamado Satélite, con Marcelo, que fue un fracaso, porque la gente no le pagaba, sino que le firmaba vales, y Tin Tan insistía en tenerlo, aunque no le pagaran”, agregó.
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En 1956 se volvió a casar con Rosalía Julián, en 1956, con quien tuvo dos hijos. Con la unión matrimonial Tin Tan alcanzó la plenitud, pero al mismo tiempo llegaba la decadencia del cine mexicano de esos años.
DECADENCIA SIN DEJAR DE SER TIN TAN. Para tener más ingresos tuvo que irse de gira por cinco años, la decadencia cinematográfica lo obligó a explotar su imagen por lo que aceptó cuanto papel le ofrecían para películas, a tal grado que llegaban a estrenarse cinco películas suyas a la vez. Su último gran logro fue a finales de los años 60 cuando Disney lo contrató para hacer el doblaje de personajes como Baloo, en El libro de la selva y el gato O’Malley en Los aristogatos.
“Estos doblajes lo colocan con el público infantil, más allá de sus otras películas que eran para todo público, porque además no todos las aceptaban porque algunos lo veían como un personaje majadero (…) Nadie imaginaba, que ya con la voz cascada le diera todo ese encanto al personaje de Baloo y que este personaje tuviera la esencia del mismo Tin Tan porque también buscaba lo más vital”, explicó Aviña.
La decadencia poco a poco lo alcanzó, y entrada la década de los 70 solo participaba en papeles secundarios, “nunca lo reconocieron como actor. El único premio que le dieron fue la medalla Virginia Fábregas por 25 años de carrera o un premio en 1958 por ser el actor más popular del año, pero él dijo que nunca lo habían reconocido como actor. No estuvo nominado a ningún Ariel o Diosa de Plata, por eso guardaba en sus grandes momentos cuando fue aplaudido de pie en el Teatro Iris”, enfatizó Aviña.
Su carrera dejó más de 100 películas, 11 discos, dos cortometrajes, dos doblajes para Walt Disney y ningún premio que le hiciera el reconocimiento a tantos años de dedicación al arte: “Al final de su carrera lo criticaron por Chanoc o un patiño, y sí, pero no dejó de ser Tin Tan, incluso en sus dos últimas películas”, complementó el también crítico de cine, Saúl Arellano Montoro.
UN CÓMICO QUE NO ES IGUAL. A menudo se da la comparación entre Germán Valdés y Mario Moreno, sin embargo, el tiempo ha dejado claro las grandes diferencias entre ambos: “Cantinflas era un extraordinario negociante. No se puede negar que Cantinflas fue un amo y dios de la comedia hasta mediados de los años 40, cuando llegó Tin Tan, sobre todo con Martínez Solares, lo desbancó”, dijo Rafael Aviña.
“Es el lenguaje contra la doble moral lo que incomodó a muchos. A diferencia de Cantinflas, Germán no se institucionalizó. Cantinflas era la moral del Estado y la mostraba en personajes estereotipados, que el gobierno buscaba establecer como canon. Tin Tan fue todo lo contrario”, añadió Saúl Arellano, quien además proyecta la obra de Tin Tan a través del proyecto Cine Cobija Itinerante, en colaboración con el actor Silverio Palacios, en el que se proyectan algunos de sus filmes.
“Mostrar a Tin Tan en los Cine Cobija me permite mostrar una parte del cine mexicano y abrir diálogo sobre él, porque, además, y retomo una frase de Silverio Palacios: ‘Para mucha gente joven, el cine mexicano viejo, es nuevo’ y eso define a lo que pasa ahora. Está tan enraizado en la cultura popular, que pasa desapercibido si no se ve ni se explica”, dijo Montoro.
Tin Tan, subversivo inmortal. Es en este proyecto en el que Montoro ha encontrado una reflexión sobre la vigencia de lo transgresor que llegó a ser Germán Valdés: “Tin Tan es tan políticamente incorrecto que va con todo lo que es el millenial. Por ejemplo, me tocó una feminista que nos decía que Germán abusaba de la mujer, porque se la pasaba besuqueándola cuando quería, y le explicaba que el contexto es diferente, es un personaje incorrecto, con una capacidad de adaptación que incomoda a lo estándar”, contó.
“Descubrí que hay una generación de mexicanos que desconoce a Tin Tan y que cuando se acerca a él, incluso los políticamente correctos, ríen. Puede más la verbigracia, soltura y desfachatez de Tin Tan, que su propia forma de ver una sociedad, no lo pueden meter en cánones morales porque Germán es el reflejo del relajo mexicano y la festividad nacional, por eso otra vez, ahora los centennials lo agarraron de bandera”, añadió.
EL FINAL. Su Carnal Marcelo falleció en 1970 y luego Tin Tan padeció una hepatitis que le ocasionó aumento de peso y se degeneró en un cáncer estomacal que lo llevó a la muerte junto con un coma hepático el 29 de junio de 1973 en México. Al morir no dejó fortuna, solo un testamento en el cual cobijaba a su esposa Rosalía y sus hijos Rosalía y Carlos que en ese entonces eran menores de edad.
Además, fue influencia importante para las bandas de rock de los años 80 y 90, entre las que destacan los casos de La Maldita Vecindad, Panteón Rococó y Los Estrambóticos, entre otras.
“Vivimos en un país de clase media hacia abajo, su cine no habla de la gente que tiene recursos sino de la que la va librando. Tin Tan reflejaba esa parte de la sociedad; él era el bolero o el panadero, con la que el pueblo mexicano se podía identificar, y además lo querían porque terminaba siendo un triunfador o héroe. Sigue vigente porque México es un pueblo de barrio, seguimos jugándonos la vida económicamente día con día”, expresó Ángel Márquez, productor del documental Ni muy, muy… ni tan, tan… simplemente Tin Tan (2005).
Eso sí, para Rafael Aviña hay algo muy claro, “nunca más se darán esos ídolos, porque también esto obedece a un contexto social, era un México más ingenuo, el México de ahora ya no permite la posibilidad de figuras así. Aquel era un país, que también era mejor preparado, sin esta globalización brutal que nos ahoga ahora”, concluyó.