Por: Laura Rosado
La comida está ligada a las emociones.
Si estamos alegres, comemos
Si estamos tristes, comemos.
Si estamos enojados, comemos.
Si estamos aburridos, comemos.
Y no podía faltar, si estamos ansiosos o estresados, comemos.
Al dejarnos llevar por la emoción le quitamos a la comida su lugar que debe tener, que es de proveernos de nutrientes, de vitaminas, minerales, energía. Además, que históricamente y culturalmente las horas de comer son momentos de encuentro con la familia y amigos, son momentos de recreación, momento de disfrutar.
Entonces cuando la emoción tapa todo esto, es donde vienen los problemas de alimentación. Están ligados a este desajuste: la obesidad, la anorexia, la bulimia. Es importante hacer conciencia de cómo estoy comiendo.
Encontrarás aquí algunos datos interesantes de cómo estás comiendo y qué emoción no te deja disfrutar la comida con plenitud y tranquilidad.
Antes que nada, hay que diferenciar el tipo de hambre.
-El hambre verdadera, llega lentamente.
-El hambre por emoción, llega de pronto, hay que satisfacerla ¡YA!
y normalmente es un antojo por algo dulce o comida poco sana o procesada.
Leyendo un increíble libro de Ana Moreno, llamado “Comer con mindfullness” me encontré en un capituló donde ella explica los diferentes tipos de hambre, aquí te los comparto:
1- Hambre visual: Cuando comemos por la vista, porque se ve lindo y apetitoso y lo comemos aunque no tengamos hambre.
2- Hambre olfativa: Lo que nos lleva a comprar algo solo por el olor, aunque no lo necesitemos. Como el olor de un pan recién salido del horno.
3. Hambre bucal: Es el deseo de tener en la boca algo que nos produzca sensaciones placenteras.
4- Hambre estomacal: Es cuando sentimos ese vacío en el estómago, hay que observar que a veces la ansiedad se confunde con esta hambre.
5- Hambre corporal o celular: Es cuando nos duele la cabeza, estamos irritables, disminuye nuestra energía.
6- Hambre mental: Es cuando comemos con la cabeza, cuando nos decimos, deberías comer más proteína o ya es la hora de comer.
7- Hambre del corazón, seguramente la más problemática, ya que es hambre de amor. Puede que tengamos hambre de abrazos, de cariño, de atención y para llenar ese vacío, comemos.
¿Cómo ves? ¿Con cuál te identificas? Puede ser con una sola o con varias.
La clave aquí es trabajar en tu autoconocimiento, saber reconocer cuando estás sintiendo esa hambre que no es real y saber también cuando es tu hora normal de comer.
La hora real de comer hay que hacerla especial. Sin prisas, hay que comer lento, masticar mucho, mucho, mientras masticas dejar los cubiertos sobre el plato, voltear a ver a la persona con quien estás compartiendo. Si estás comiendo solo, no estar con el celular, ni en la computadora, ni viendo la televisión, ya que así comerás más, sino mejor observando y detectando cada textura y sabor de lo que comes y viendo tu entorno.
Se que vivimos en un mundo que anda a mil por hora, que parece que siempre estamos tarde, corremos a nuestro transporte con un toper y lo comemos sin ninguna atención. Aunque tus circunstancias sean así, te aseguro que, si pones atención y consciencia en estos momentos, se puede lograr comer en atención plena, lo cual es muy benéfico para tu cuerpo.
Te invito a que lo practiques, cada día y día a día, notarás la diferencia en tu cuerpo; en tu energía, en tu digestión, en tu actitud.
“Saciar el hambre de amor vorazmente con comida o bebida, no nos lleva a ninguna parte. Al revés, agrava la situación. Nos hace sentir llenos, culpables, tener mala digestión y engordar. La manera de saciar el hambre de amor es llenándonos de nosotros mismos, no de comida, pues el hambre de amor, es hambre de uno mismo”. Ana Moreno.
Instagram @laurarosado,vidabienestar
Gracias por leerme.
LAVIDAESHOY