Por: Raúl Contreras Bustamante
Ante la crisis generada por la propagación del virus SARS-CoV-2, uno de los problemas más preocupantes son las terribles consecuencias que puede traer aparejada para la impartición de la educación y la cultura, que van a acrecentar la brecha de desigualdad generada por la pobreza que cobra presencia en todo el mundo.
Para analizar esta problemática y tratar de coadyuvar para impedir que los daños causados por la pandemia sean aún más profundos, la Facultad de Derecho de la UNAM recibió la presencia virtual de Frédéric Vacheron Oriol, representante de la Unesco en México, quien dictó una conferencia magistral intitulada Desafíos de la Cultura y la Educación en el escenario internacional poscovid-19. Perspectiva agenda 2030.
Es conveniente recordar que la Unesco es la institución de las Naciones Unidas especializada en la educación, la ciencia y la cultura, para tratar de establecer la paz mediante la cooperación internacional en estas materias.
La educación es un derecho humano y fundamental —hemos insistido en ello en diferentes ocasiones— y un objetivo del bien común de la humanidad. Es un derecho habilitante para poder entender y ejercer los demás derechos humanos y un factor insustituible para el desarrollo social.
Frédéric Vacheron explicó que, desde antes de la pandemia, ya era preocupante la baja calidad de los sistemas educativos en la región de América Latina y que si bien México ha tenido pocos avances, éstos han sido importantes, dado el tamaño de su sistema educativo, el cual es el quinto más grande de todo el mundo.
Entre los grandes desafíos por la emergencia sanitaria está capacitar a 65 millones de docentes —en todo el orbe— para habilitarlos a trabajar en situaciones de crisis tales como la vivida por la pandemia. La desigualdad de género dentro del magisterio ha resultado un pesado lastre, porque las maestras han tenido la doble responsabilidad de tener que cumplir dentro de su hogar con su tarea formativa y al mismo tiempo su rol de madres.
La Unesco reporta que es probable que 111 millones de niñas y adolescentes en el mundo corran el riesgo de desertar de la escuela. Además, existe el desafío global de que el 60% de los estudiantes no cuentan con herramientas tecnológicas para aprender a distancia y ello acentúa de forma indudable las desigualdades educativas y sociales.
La pandemia va a poner en serios problemas el cumplimiento de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible definidos en el Programa 2030, que la Organización de las Naciones Unidas aprobó en el año 2015, con el objeto de asegurar el progreso social y económico sostenible en todo el mundo para fortalecer la paz universal dentro de un concepto más amplio de la libertad.
Otra preocupación que se analizó fue la inminente tentación de los gobiernos de tratar de reducir los presupuestos para la educación y la cultura, con el pretexto de atender la emergencia sanitaria, lo cual dañaría mucho la inversión en el capital humano de las sociedades.
Resulta de la mayor trascendencia rescatar las altas miras que la Unesco tiene en que la educación y la cultura se puedan cumplir el anhelo de forjar “ciudadanos mundiales”, con una participación transformadora, responsables de su entorno y del mundo entero.
No debemos olvidar jamás que las grandes evoluciones del pensamiento y la defensa de los derechos de la humanidad han germinado en los centros de la educación y cultura, pues sólo la luz de las ideas puede iluminar al mundo en épocas oscuras.
Como Corolario, la frase del gran filósofo Aristóteles: “Donde quiera que la educación ha sido desatendida, el Estado ha recibido un golpe funesto”.