“Esta película nos cambió la vida (…) a nivel personal, a nivel profesional, a nivel artístico. Fue una película que nos transformó”: González Iñárritu
“Si consigo armar una sola escena veraz, el siguiente paso será un largometraje”. Esa fue la promesa que se hizo a sí mismo, en 1995, el cineasta Alejandro González Iñárritu cuando comenzó a dirigir su primer piloto de una serie de televisión llamado Detrás del dinero, que protagonizó Miguel Bosé. Una secuencia de cinco minutos lo confirmó, estaba listo para una película… la que el cine mexicano necesitaba: Amores perros.
“El proceso de creación de Amores perros fue un largo viaje hacia mi interior, desde que leí el primer tratamiento de Guillermo Arriaga. A lo largo de tres años trabajamos en 36 tratamientos. Me impresionó, sorprendió y alteró. No sólo podía ver y sentir a los personajes, sino que también podía olerlos y sentir algo profundamente humano por ellos; era como si estuvieran fuera del papel, respirando y sufriendo frente a mí con unos diálogos perfectamente orgánicos”, dijo en una vieja entrevista el realizador mexicano.
El filme narra tres historias de diferentes clases sociales que convergen en un accidente cuya resonancia en sus vidas será trascendental. Justamente la película se inicia con un terrible accidente de tráfico en las congestionadas calles de la capital mexicana. A partir de ahí en flashback se cuentan tres historias de las personas involucradas en el fatal accidente.
“Quería desnudar a los personajes por completo delante de la cámara sin que se sintieran avergonzados, encontrar la catarsis perfecta o la vergüenza incómoda del espectador viéndose a sí mismo”, dijo Iñárritu.
Llegó a la Semana de la Crítica del Festival de Cannes con un gran recibimiento y de ahí se convirtió en un fenómeno: “Esta película nos cambió la vida (…) a nivel personal, a nivel profesional, a nivel artístico. Fue una película que nos transformó”, dijo González Iñárritu en el encuentro virtual que tuvo con el elenco minutos antes de inaugurar la edición 18 del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM). Esa noche dedicó mucho agradecimiento a Arriaga a pesar de su distanciamiento.
EL DESAFÍO DEL PRESUPUESTO
Pero el camino no fue nada fácil. Especialmente por el presupuesto, pensado inicialmente en un millón de dólares, sin embargo, el presupuesto se rebasó desde los primeros seis días de rodaje: “Cuando fundamos Altavista decíamos que nunca íbamos a filmar una película mayor a 1.5 millones de pesos y eran películas que se hacían a puro pulmón, así que en principio nosotros decíamos que no porque vimos un guion de casi 300 páginas, era muy ambicioso”, dijo el productor Alejandro Soberón.
“Teníamos una reunión contigo y la noche anterior a ese día me habló Martha Sosa. Te íbamos a decir que no, pero me pidió volver a leer el guion. Lo leí a las 11 de la noche y cuando acabé a las dos de la mañana dije que debíamos hacerla. La decisión casi fue de último momento”, añadió, aunque también dijo que siempre fueron inseguros con los temas de presupuesto:
“Había mucho miedo en el presupuesto y Alejandro nos decía que se podía, así que hicimos un convenio sobre la inversión y si se excedía de eso, Alejandro ponía la diferencia. Debíamos tener un socio en el sufrimiento. Alejandro tuvo una participación financiera y esa fue la que lo hizo socio de la película”, complementó. Al final la película costó dos millones 400 mil dólares.
Cabe decir que Alejandro Soberón y Alejandro González Iñárritu trabajaron juntos en los años 90, en ese entonces el cineasta hacía radio y “estaba emocionado como promotor de conciertos de rock”, dijo. “Trajimos a Radio Futura, a Soda Stereo, a Nacha Pop y a Rod Stewart. Pero después no se pudo, el de Stewart era el primer concierto de rock en 15 años desde Avándaro, en ese concierto casi iba a haber muertos, pero no los hubo de milagro y los otros dos que se programaron se cancelaron. Yo ya no pude seguir”, recordó Iñárritu.
“Siempre me quedé con la tristeza. Alejandro Soberón se convirtió en el amo y el rey de los eventos importantes que se hacen en México (es Director General de Corporación Interamericana de Entretenimiento, CIE). La música era lo que más me gustaba y amaba promover a grupos de rock, por eso decía ‘Alejandro tomó lo que yo hubiera querido hacer’. Quien iba a decir que él iba a financiar la película 10 años después”, destacó el cineasta.
EL INICIO DEL CAMINO
Para el filme el director eligió a Emilio Echevarría, Vanessa Bauche, la española Goya Toledo, Álvaro Guerrero, Adriana Barraza y Gael García Bernal, que había estudiado arte dramático en Londres, por mencionar algunos. Este último, quien tuvo que fingir estar enfermo para volver a México a filmar luego de que Iñárritu le llamó: “Era una época en la que no entendía qué pasaba, no había leído un guion en mi vida”, dijo Gael.
“En ese entonces el guion se llamaba Perro blanco y perro negro… yo me sacaba de onda porque había más historias, pero pensaba que se acababa la mía, vi el guion con mucha inocencia, pero de alguna manera siento que me pasó la película y la transcurrí confiando y sabiendo que estaba en un lugar en el que después iba a estar muy agradecido”, añadió el actor.
La película se rodó en 1999, cuando en México se rodaban apenas 19 largometrajes y de los cuales llegaban a estrenarse 14 (en el 2019 se produjeron 216): “Eran tiempos en el que nuestra voz no era tan escuchada, no había lugares donde se pudieran ver en todas partes y sale esta película y el mundo entero llegó a saber un rincón de nuestra realidad. Estoy muy orgulloso de haber formado parte de esta película. Gracias por este testamento”, destacó García Bernal, a quien por cierto su papá José Ángel García fue a visitar al rodaje y terminó por formar parte de la película como el conductor del autobús de la terminal.
El elenco y talento de Amores perros recordó que Alejandro González Iñárritu realiza en cada filmación un ritual de iniciación, aunque se sabe poco de él: “Alguien que comienza regalándote una rosa roja y pidiéndote que pongas tu corazón, y al final del rodaje una rosa blanca por agradecimiento, nos marcó profundamente”, dijo el cinefotógrafo Carlos Hidalgo, quien trabajó de la mano con Rodrigo Prieto en este filme.
“Nos dijiste que a partir de este momento somos una familia y viajaremos en una lata juntos, y así ha sido”, dijo la también productora Tita Lombardo. “Ese rito iniciático de agradecimiento son inolvidables, que no solo dejan una huella profunda, sino que te exhortan a dar lo mejor de ti”, añadió Vanessa Vauche.
ANÉCDOTAS PARA LA HISTORIA
El rodaje del filme está lleno de anécdotas que el elenco recordó hace unos días como el de Adriana Barraza, “casi no había hecho películas y me era difícil recordar que mi hijo real se llama Rodrigo y a veces al personaje de Ramiro (Marco Pérez) le llamaba por Rodrigo. Perdón por las veces que hacíamos corte para corregir que me había equivocado y te agradezco que me hayas enseñado a actuar de otra forma”, dijo la actriz.
Otra anécdota que se vivió fue sobre la percepción de cuidados que tenía del actor Álvaro Guerrero porque decía que “le tenía envidia a los perros porque los trataban mejor que a nosotros”, dijo y aseguró que en una escena, cuando le pega al piso de madera, usó ese coraje para transmitirlo en el filme, “me victimicé por esa situación”, dijo.
Sin embargo, quizás la más reveladora de las anécdotas fue la de Gustavo Sánchez Parra, pues también fue su primera película y él tenía experiencia de teatro, pero en una escena en la que su personaje llega a confrontar al de Gael García le piden que tenía que llegar en una camioneta para hacer la escena, sin embargo, no sabía conducir:
“Después de toda la entrega que había puesto en el personaje, me sentía dentro de este mundo, pero el primer día se me cayó. Me estaban preparando con los tatuajes y el diente y en una escena te jalé del rebozo y te dije ‘Alejandro, no sé conducir’ y reaccionó Carlos Hidalgo con gritos”, dijo Sánchez Parra.
“Me acuerdo de ese instante porque dentro de los gritos me cegué, tú me dijiste que me fuera y lo arreglaron. Todos me echaron carrilla, se burlaron en cotorreo y yo me frustré y lo empecé a contener. Llegué a mi casa a llorar y a decirme que no servía para esto. Me decía ‘no pedí estar aquí’, pero amaneció y fue un empujón para el papel. Esas emociones las tomé para el papel”, agregó.
El equipo de producción resolvió el problema empujando la camioneta y cambiando las velocidades por él para simular que conducía. Más aún, cabe decir que el actor le tenía fobia a los perros, “controlaste ese miedo y no sé cómo le hiciste para agarrar a los perros más salvajes de la Ciudad de México y nadie podría decir que no eras un maestro peleador de perros, y eso a mí me impactó muchísimo. Eso es admirable porque sobre pusiste todos tus miedos personales, porque hiciste un papel alucinante”, le respondió Iñárritu.
En este filme, la escena del choque también marcó un antes y un después fue la del choque que une las historias, para la cual utilizaron 11 cámaras de 32 milímetros distribuidas en el crucero que une a la calle de Atlixco con el eje Juan Escutia, en la colonia Condesa del entonces Distrito Federal, “había cámaras hasta en los botes de basura. Estaban todos tus amigos que eran directores de fotografía. Yo me preocupaba por cuanto iba a costar. Recuerdo que ese día llovió brevemente entonces pediste un ensayo, pero por la lluvia salió mal el ensayo y chocan los carros y yo no lo podía creer… pero salió”, dijo el productor Francisco González.
“Yo recuerdo que fuimos con el delegado de la Cuauhtémoc, Jorge Legorreta, para que nos permitiera filmar el choque y que nos dijo, ‘¿por qué a mí? ¿Por qué no se van a filmar a otra delegación?’ y yo le decía que que el director lo pedía, y que no había otra opción, al final sí nos dio el permiso”, dijo Mónica Lozano, hoy presidenta de la Academia Mexicana de Cinematografía (AMACC), quien también participó en la parte de producción.
DE AMORES, MÚSICA Y OTROS PELIGROS
Y es que esta película hubo de todo, hasta un asalto mientras la diseñadora de producción Brigitte Broch trabajaba, “recuerdo que ese día estaba platicando con Carlos Cuarón por teléfono cuando llegaron los asaltantes y en medio de la llamada me pusieron una pistola en la boca”, dijo González Iñárritu y Broch, en un mensaje recordó “fue admirable como lo resolviste pues contrataste a la banda para que apareciera en la película”.
En cuestión de música, en más de una entrevista, el cineasta ha asegurado que “Lucha de gigantes” –composición de Antonio Vega que grabaría en 1987 con su grupo, Nacha Pop– fue la primera en incluirse en el hasta entonces inexistente soundtrack de la película que empezaba a armar en su cabeza. Además de otras bandas que se volvieron icónicas que participaron, una parte fundamental fue la de Gustavo Santaolalla:
“Fue una película que a mí me cambió la vida, yo tenía una carrera hecha como productor. En ese momento estaba tan lleno de cosas, que le dije a mi asistente, por favor llama y diles que no voy a hacer la película porque no había leído ni el guion ni visto un corte. Y en la noche me puse a pensar en la película, y me dije ‘cómo vas a decirle que no, si no sabes’. En la mañana llamé a mi asistente y le pedí que te contactara para ver si había una forma de ver la película. Alejandro (G. Iñárritu) fue hasta Los Ángeles y fumaba un cigarro tras otro, luego de ver los primeros minutos de la película nos quedamos viendo y sabíamos que la íbamos a hacer”, recordó el compositor argentino.
Cabe decir que también hubo un momento en la postproducción en el que ni la música ni todo el trabajo hubieran lucido como ocurrió por una historia que contó Martín Hernández, el encargado del diseño sonoro: “Estuve cerca de haberle arruinado la película por el sonido, le iba a arruinar la carrera a mi amigo del alma. Me acabé el presupuesto de sonido después de dos meses de trabajo y el resultado era una tragedia”, dijo.
“El hundimiento del Titanic era un desastre mínimo en ese momento. Tuve que regresar y decirle que necesitábamos tres semanas más, para arreglar el filme. No teníamos la experiencia porque era nuestra primera película, pero era más el ánimo de hacerla. Afortunadamente en esas semanas la dejamos como ha estado 20 años”, agregó.
Al final la película pasó a la historia. Además del éxito en Cannes el filme llegó a ser nominado a los Premios Óscar a la Mejor Película Extranjera, una mención que llegó para México después de Actas de Marusia, 25 años atrás. En una de las noches previas a la ceremonia se dio la predicción de lo que pasaría con González Iñárritu los años siguientes, en una anécdota que contó el productor Alejandro Soberón:
“Recuerdo que, en una fiesta en la semana de los Óscar, en Los Ángeles, cuando entré al lugar, por cierto, nos acompañó Salma (Hayek), y el primero que nos recibió fue Warren Beatty, y me preguntó sobre ese joven director de una película mexicana. Le dije que era Alejandro y cuando lo vio se le puso de rodillas en la fiesta. Ahí vi que México perdió a Alejandro y se lo iba a robar el mundo”, concluyó.