Trump saca artillería sucia

En la jerga política estadunidense, un presidente es un “pato cojo” (“lame duck”) cuando debe entregar el cargo -bien porque agotó sus dos mandatos consecutivos que le permite la ley, bien porque no logró la reelección- y debe coexistir con el presidente electo durante los dos meses y medio que van desde las elecciones de noviembre hasta el 20 de enero, cuando el ganador jure el cargo de presidente.

De los dos tipos de “pato cojo”, el de Donald Trump es el más humillante, puesto que se considera un fracaso que un presidente no logre que su primer mandato sea ratificado en las urnas, para que gobierne cuatro años más. Y de los pocos presidentes que no han logrado la reelección, el magnate republicano está siendo el más estúpido, porque, en vez de asumir con dignidad la derrota -como hicieron Jimmy Carter en 1980 y George H. Bush en 1992-, el megalómano Trump no soporta la idea de ser recordado como un perdedor el resto de su vida, sin pensar que, cuanto más patalee, más fuertemente será recordado como un patético “loser”. Peor aún, cada vez es más real el riesgo de que este “pato cojo” sea recordado como el presidente que violó la legalidad con tal de no perder la inmunidad que necesita, precisamente, para no ser acusado de crímenes de índole fiscal, sexual y las que haya podido acumular durante su fiasco de mandato.

El “voto por voto” en Georgia confirma a Biden.

Y es que las cuentas no le salen a Trump, por mucho que no lo quiera reconocer. El fin de semana pasado, los tribunales de Pensilvania, Arizona y Michigan se negaron a anular los votos por correo -mayoritariamente a favor del demócrata-, al considerar que no hubo fraude. Sólo uno de los estados en disputa cedió a las presiones: la republicana Georgia, que autorizó el recuento de votos por presiones de la Casa Blanca.

Aunque matemáticamente los 16 votos electorales de Georgia no le habrían servido de nada a Trump -que sumaría 248 votos, lejos de los 270 que dan la victoria-, despojar a Biden de su victoria en el recuento del voto, le habría dado una inyección de moral para seguir con su batalla para demostrar que le robaron las elecciones, y que él es el legítimo ganador… pero no es esto lo que ha ocurrido.

Georgia es, casualmente, el primer estado que debe certificar oficialmente quién ganó con todos los votos escrutados. Las autoridades estatales (republicanas) tenían hasta las 5 de la tarde de hoy viernes para hacerlo, pero no se esperaron a apurar el último minuto. Ayer, confirmaron que la victoria fue de Biden, por lo que, en vez de cargarse de razón, el presidente sale más debilitado y aumentará la presión para que conceda la victoria a Biden de una vez por todas.

Se desvanece también la esperanza de que la Corte Suprema -de mayoría conservadora- se convierta en juez que decida el ganador de las elecciones, puesto que sólo puede actuar en caso de que el candidato perdedor logre demostrar un fraude de tal magnitud que podría haber alcanzado los 270 votos electorales.

Intimidación y amenazas.

Pero, en su ceguera, Trump no parece dispuesto a rendirse ante la evidencia y se reunirá hoy con legisladores republicanos de Michigan, para impedir que ese estado clave certifique también la victoria de Biden.

La maniobra se anunció horas después de que se revelara que el propio Trump telefoneó el martes a una integrante republicana de la junta electoral del condado donde está Detroit, para exigirle que retirara su firma que confirmaba la victoria del demócrata. Al día siguiente, esa apoderada y el otro miembro republicano de la misma junta intentaron sin éxito retirar su certificación de los resultados.

Esas tácticas han salido a la luz poco después de que los encargados de gestionar el proceso electoral en Arizona y Georgia -la demócrata Katie Hobbs y el republicano Brad Raffensperger- denunciaran que han recibido amenazas contra su familia.

Si el equipo de Trump fue capaz de amenazar a un miembro de su propio partido, la presión sobre el resto de estados que deben certificar puede ser enorme. Aunque podría salirle el tiro por la culata, como en el caso de Georgia, que lejos de amilanarse, adelantó un día el resultado de su certificado, que confirma la derrota del republicano.

El próximo lunes tienen que certificar dos estados donde Trump ha presentado querellas, Michigan y Pensilvania, y el siguiente lunes -30 de noviembre- debe hacerlo otro estado que perdió y considera suyo, Arizona. El 8 de diciembre los 50 estados deben haber entregado sus certificados. Finalmente, el 14 de diciembre, el Colegio Electoral debe contar los votos electorales y declarar ganador al que sume 270 o más votos. Es una mera formalidad porque Biden ya ganó y nunca en la historia moderna de EU ningún presidente ha desafiado el veredicto final. Pero Trump es diferente y en su espiral de locura está arrastrando hasta lo absurdo a sus abogados y muchos congresistas republicanos.

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