Por Ramón Aguirre Díaz
La semana pasada llamó poderosamente la atención la noticia de que en el mercado de futuros de Wall Street el agua ha entrado a cotizarse bajo la ley y lógica del mercado y se gestionará como cualquier otra mercancía, como el petróleo, el oro o el trigo. Sacude conciencias… ¿Qué está pasando aquí? ¿Cómo es que algo tan importante para la vida se trata como una mercancía?
Decirlo es como un sacrilegio, pero la realidad es que el agua siempre ha sido, además de un derecho, una mercancía. Aquí tenemos lo que podemos definir como la categoría ética en los usos del agua, donde hay que distinguir entre su uso para una necesidad básica, que sí podría definirse como un derecho humano, y otros, como, por ejemplo, el agua que se utiliza en casa, ¿es un derecho o una mercancía? Cualquiera diría: “Es un derecho, por supuesto”. Bueno, si se utiliza para el aseo, la preparación de alimentos, la bebida, no hay discusión de que se trata de un derecho, pero… el agua para lavar un carro, para regar el jardín o la que se pierde en fugas en casa, ¿también es un derecho? El agua que utiliza una empresa como parte de sus procesos productivos, ¿es un derecho o es parte de los insumos de la producción?
Como antecedente a este nuevo mercado de futuros, debe comentarse que el manejo del agua como una mercancía no es nada nuevo en la zona surponiente de Estados Unidos. En el desierto Mojave, que abarca parte de los estados de California, Nevada y Arizona, el agua es un recurso realmente escaso. Se trata de una región fuerte económicamente, que ha estado sujeta a años de sequías, donde el agua simplemente se maneja como un insumo más, como una mercancía sujeta a la oferta y la demanda. La venta de derechos de agua es algo que ya se ha dado durante muchos años en el mercado spot o de contado de la zona, donde las transacciones, se estima, fueron por 2.6 mil millones de dólares entre 2012 y 2019.
En esta región hay importantes productores de ganado y de cultivos permanentes, como de almendras y pistaches. El que llueva lo suficiente como para cubrir las necesidades de todos es una gran incertidumbre. Aquí, asegurar la disponibilidad de agua para mantener los cultivos es un asunto estratégico. El mercado de futuros del agua es, por lo tanto, una real necesidad; de hecho, ya se habían tardado. Es así como este nuevo mercado de futuros se crea como una forma de acotar y amortiguar las fluctuaciones en el precio.
Los grandes compradores negocian con los posibles vendedores compromisos de compra-venta, en los que se comprometen a un precio pensando en el futuro. La ventaja para el comprador está en conseguir la garantía de un precio más favorable y estable, mientras que el vendedor garantiza esa venta de cara al futuro.
Pero no deja de preocupar, ya que no se puede permitir que los derechos de la ciudadanía o los derechos humanos se gestionen como un negocio. Tratándose de la salud y la calidad de vida de la población, no puede jugarse con las reglas del mercado. No deberíamos permitir la posibilidad del acaparamiento del agua por unos cuantos. Cuando tenemos enfrente, crudamente, la realidad de que el agua es también una mercancía, deberíamos recapacitar sobre su importancia, sobre lo mucho que deberíamos hacer para conservarla y lo poco que realmente la valoramos.