Crónicas de la calle: Lo que la pandemia se llevó

Una de las celebraciones religiosas más grandes y famosas del estado tiene lugar en Jahuacapa, en honor a “San Sebastián Mártir”. Este año no se realizó debido a las restricciones sanitarias; habitantes, artesanos y productores del tradicional joloche, esperan mejores tiempos

Este enigmático pueblo de menos de mil habitantes, que ha florecido a orillas de las cálidas aguas del río de la Sierra, es la cuna del dulce de joloche, por lo que aún se conserva esa tradición prehispánica.

El tranquilo poblado compuesto por hermosas casas de teja colorada y la famosa finca La Luz, son una invitación única para dejarse sorprender de cada encantador rincón que aguardan a la vuelta de una esquina, mientras descubres su industria dulcera artesanal.

Jahuacapa, junto con el resto de los pueblos que la rodean lleva a cabo cada año una de las celebraciones más grandes y famosas en honor a ‘San Sebastián Mártir”, pero que desafortunadamente en esta ocasión no fue posible llevar a cabo, después de más de 80 años ininterrumpidos, debido a las restricciones por la pandemia de COVID-19.

Cada 19 de enero, las calles se llenan de puestos con venta de tamal, de dulces de joloche y toda clase de antojitos, mientras en la parroquia dedicada al santo patrono se celebra la tradicional misa. Ésta es una de las experiencias que se deben vivir al menos una vez en la vida, para comprender la profundidad y espiritualidad que conlleva esta tradición jalapaneca.

Pero este destino es más que una conmemoración, pues durante todo el año es posible visitarlo para descubrir su imponente finca La Luz, fundada en 1919, por don Higinio Priego Zurita; ahí mero fue donde se inventó envolver dulces típicos de la región con hojas de elote, conocida como joloche, lo cual conserva en buen estado el producto y lo mantiene fresco.

La citada hacienda está a 40 minutos de Villahermosa, justo en la entrada de Jahuacapa y forma parte del corredor turístico del joloche en Jalapa, ahí, las manos de mujeres y hombres elaboran el dulce manjar de forma artesanal y tradicional.

La propiedad, que también es un museo, está habitada por la familia Priego Pérez, que trata de seguir conservando viva la tradición de elaborar dulces típicos envueltos en joloche; las manos que lo preparan son de la señora Rosa Nelly Pérez, quien heredó los conocimientos de preparación y conservación de dulces que tanto distinguen a Jahuacapa.

Famosa entre los jahuacapanenses es también la casa de la señora Noemí Pérez Reyes, situada sobre la calle Andrés Sánchez Magallanes, hasta donde llegan clientes a comprar sus creaciones de dulce de joloche.

Los hay de dos variedades, de camote con piña o con guanábana, envueltos en «joloche», que es la hoja que envuelve a la mazorca de maíz, pero ya seca, la cual se toma como recipiente de la mezcla, formándose una pequeña bola que es sujetada con hilo en los extremos.

Pérez Reyes, de 69 años, refirió que aprendió esta tradición de su abuelita, quien también se dedicó a la venta de ese dulce.

«Eso ya hace unos 60 años, pero antes había otro señor que es quien trajo esa tradición a Jahuacapa. Se llamaba Higinio Priego y él enseñó a varios habitantes a hacerlo», expuso.

Pérez Reyes nació en ese pueblo, y de pequeña ayudaba a su abuela, con quien se iba a rancherías a vender el dulce.

Una buena época, recordó, fue en la gestión del ex gobernador Salvador Neme Castillo, pues le encargaban hasta dos mil piezas para la Cena de Embajadoras -evento de la Feria anual-, así para otras festividades.

Después suspendieron los pedidos y se quedó con su negocio en casa, de donde llegan de varias partes del estado a comprar y hacer encargos para familiares o amigos de otras zonas.

Don Jesús López Morales, un viejo parroquiano de Jahuacapa, se quedó esperando los festejos a ‘San Sebastián Mártir”, porque de alguna manera traía beneficios para la población por la venta que había de dulces y tamales. ‘Será para otra ocasión”, expresa con nostalgia al reportero.

EL DATO

Cada 19 de enero, las calles se llenan de puestos con venta de tamal, de dulces de joloche y toda clase de antojitos, mientras en la parroquia dedicada al santo patrono se celebra la tradicional misa. Ésta es una de las experiencias que se deben vivir al menos una vez en la vida, para comprender la profundidad y espiritualidad que conlleva esta tradición jalapaneca.

Fotos: Jaime Ávalos

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