Por: Raúl Contreras Bustamante
El día de ayer, 5 de febrero, se cumplieron 104 años de la promulgación de la Constitución de 1917, sin duda uno de los momentos más luminosos en la historia de México. Se trata de la segunda Constitución republicana más longeva de todo el orbe.
Fue elaborada por un Congreso Constituyente integrado por apenas 218 hombres, cuya inspiración fue producto de un movimiento armado y popular de carácter social. La Constitución, aprobada en Querétaro, fue la primera en el mundo en establecer derechos sociales, que de inmediato fueron adoptados y replicados —entre los años 1918 y 1919— en la Constitución soviética y en la alemana de Weimar, así como, por la Organización Internacional del Trabajo; y de forma posterior en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 por la Organización de las Naciones Unidas.
En nuestra Carta Magna se aprecia el espíritu de las reivindicaciones sociales, de paz, de libertad, de justicia y de democracia de todo un pueblo. Se trata de un documento solemne que ha servido para transitar el cambio y desarrollo de México, tarea no fácil, pues se ha multiplicado casi ocho veces el número de los habitantes desde 1917, al pasar de 17 millones a los más de 126 —según el último censo publicado hace unos días—. En aquella época, el 80% de los mexicanos vivía en áreas rurales y en su mayoría era población analfabeta.
Como uno de los principales derechos sociales consagrados en la Constitución de 1917, está el de la educación pública. Hoy, el derecho a la educación ha evolucionado para transformarse en un derecho humano fundamental, establecido dentro de la parte dogmática en el artículo 3º constitucional y que a partir de la reforma de 2019, instituye la obligación del Estado de impartir educación desde preescolar hasta el nivel superior. Ese es un indicador de la dimensión de los cambios que nos han transformado.
El país que hoy vivimos es resultado de la pluralidad política que se ha dado. Una democracia donde la alternancia ha sido posible, derivado del marco establecido en nuestra norma fundamental. Prueba de ello es que desde 1934 en que asumió la Presidencia el general Lázaro Cárdenas, hasta nuestros días, hemos tenido estabilidad política y trasmisión pacífica del poder.
A lo largo de 104 años de vida nuestra Carta Magna ha experimentado 735 reformas a su texto. Si bien este hecho ha merecido críticas por el uso y abuso de esta cualidad reformadora, es también un signo de actualización a la altura de los cambios sociales y su conducción.
Nuestro país continúa padeciendo pobreza y desigualdad social, violencia, injusticia e impunidad; corrupción y abuso de autoridad. Muchos de los anhelos revolucionarios que nuestra sociedad tenía en 1917, siguen pendientes de ser alcanzados.
Lo anterior no debe hacernos olvidar las fechas importantes que como nación han marcado nuestro sello de identidad, porque ante la crisis que vivimos, México debe encontrar en su Constitución la guía para sortear los momentos de dificultad y seguir construyendo una mejor sociedad, más justa e igualitaria. Debemos recordar que las Constituciones casi siempre son el reflejo fiel de la sociedad que regulan.
Hoy nuestra Carta Magna debe ser más que nunca un factor para consolidar la unidad nacional, enfrentar los desafíos externos y resolver los problemas internos que generan la debilidad de nuestras instituciones.
A más de cien años del nacimiento de nuestra Constitución, conocerla y defenderla es indispensable, pues el corazón de ella son los derechos de todas y todos los mexicanos.
Como Corolario la docta idea del maestro Felipe Tena Ramírez: “Una vez que el pueblo ejerce la soberanía, ésta reside en la Constitución”.