A pesar de trabajar por las tardes y volver a casa tarde por la noche, Beatriz Sánchez Osorio, cajera de una panificadora, señala que se da el tiempo en la mañana para regularizar a su hija y vecinos que llegan a tomar clases, todos interesados por su educación.
Bety es madre de una niña de 10 años y busca a toda costa que su retoño no pierda más clases. Ayuda a la pequeña desde tempranas horas a normalizarse debido a todo el tiempo perdido por la falta de escuela.
Este pequeño lugar, ubicado en la ranchería Boquerón es el patio de una casa a donde Bety llevó un pizarrón que ciertamente habían desechado en una escuela cercana. Ese mismo seguiría usándose ahora para dar clases a su hija.
Esto alentó a otros padres de Boquerón que, viendo el entusiasmo por aprender y enseñar, propusieron a Bety que también se aventurase a dar lecciones a más niños en esa aula improvisada con materiales reciclados. Para ello colaboraron con mesas y bancas.
Bety dice con la seriedad que el caso amerita: » Es importante que le demos tiempo nuestros hijos y yo decidí ayudar a los niños porque han perdido ya demasiadas clases por esta pandemia».
Así, celular en mano, revisando textos y cursos, Bety es ahora maestra, además de cajera. No está afiliada a sindicato alguno, ni es reconocida por la Secretaría de Educación Pública, pero el mejor pago que pueda tener lo ve diariamente compensado cuando ve que su niña sale de dudas con la mejor docente: mamá.