Adiós, Isela Vega…

“Yo soy artista, no tengo moral, no tengo límite. Porque la moral me parece una limitación”, decía la actriz Isela Vega, cuando llegaba a ser cuestionada por mostrar orgullosamente desnudos de su cuerpo tanto en el cine como el teatro, o en los cabarets de los años 70 donde cantaba. “Todos me preguntan ­que por qué ando en cueros y yo les pregunto que por qué andan vestidos”, respondía.

Su personalidad fue siempre libertaria: fumaba, decía groserías, siempre hablaba. Sobre todo, rompió estigmas de la época sobre la imagen de la mujer “socialmente correcta”. La actriz falleció la noche de ayer a los 81 años, víctima de cáncer. La enfermedad le fue detectada primero en el pulmón, luego se expandió a otras partes de su cuerpo haciendo metástasis

“Mujer transgresora de nuestro cine; actriz, guionista, productora y directora de historias poderosas. Te despedimos con tristeza, también con gran admiración y cariño, Isela Vega. Sigue con nosotros la enorme fuerza que siempre le diste a nuestras pantallas”, informó pasada la medianoche del martes el Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE), para anunciar la noticia.

De su carrera siempre estuvo orgullosa: “Soy feliz y no me quejo de nada, es una maravilla mi trabajo, lo he disfrutado y este premio lo agradezco porque no me lo dan los de casa”, dijo en el 2017, durante la ceremonia de los Premios Ariel cuando le entregaron una estatuilla a su trayectoria. Esa vez se robó la noche con un discurso que se prolongó por casi 10 minutos cuando se tenía el tiempo televisivo en contra: “Yo siempre aspiré a quitarme las inhibiciones. Me parecía lo más importante cuando empecé a estudiar actuación”, dijo entonces.

CHICHELA. Isela Vega nació en Cuauti, Sonora, el 5 de noviembre de 1939. Desde niña encontró que la vida estaba enmarcada en ideologías que limitaban su concepto de libertad: “Mi existencia, toda, ha sido un reto. De niña nadie me callaba, me daban de nalgadas y yo seguía discutiendo de religión…”.

“A los ocho años decidí que ya no quería ir a misa. Mi mamá era muy mocha, pero mis tías eran aún más mochas y me rociaron con agua bendita (…) nadie lo podía creer, yo discutía acerca de la existencia de Dios y me callaban a bofetadas”, le contó a Elena Poniatowska en una ocasión.

Los reflectores por su belleza los tuvo desde joven. A los 18 años, cuando le decían sus conocidos Chichela, se convirtió en la Princesa del Carnaval de Hermosillo, luego inició su carrera de modelo y se fue a estudiar inglés a Estados Unidos. A su regreso a tierras mexicanas se fue a la capital del país.

Se hizo cantante de boleros y canciones tropicales en hoteles y bares del Distrito Federal, en lugares como Terraza Casino o el bar Impala del hotel Regis. Como modelo participó en el programa Max Factor Hollywood (1959). La estaba encaminada a la fama aunque ella tenía un sueño más modesto: “Me quería ocupar del diseño de ropa, pero al trabajar en una empresa dedicada a la moda, me pidieron modelar ropa y así llegué a Televicentro donde alguien me sugirió cantar”, recordó.

“Siempre me ha gustado coser y toda esta ropa que ves aquí ya está vendida”, le dijo a Poniatowska. “De repente me encuentro en la calle a alguien que me grita: ‘¡Iseeeelaaa, mi vestido! ¿Qué pasa con mi vestido?’. Todo el mundo me pide un modelo. Aprendí a diseñar vestidos en Estados Unidos durante tres años y vine a México a trabajar en la costura, pero como aquí no se hace nada sino copiar patrones de Estados Unidos, muy pronto dejé de interesarme”, dijo.

A menudo recalcaba que los años 60 eran muy diferentes a la actualidad, especialmente por los peligros de la vida nocturna: “Andamos mal y vamos ‘pa pior’. En esos tiempos yo salía del cabaret como a las tres o cuatro de la mañana y agarraba un taxi de los que iban pasando para irme a mi casa, ahora ya ni sales a esas horas y no agarras un taxi”, destacó recientemente.

SÍMBOLO. Con su popularidad decidió prepararse como actriz hasta encontrar una oportunidad en el papel de Carmen de la película Verano violento (1960), de Valerio Zurlini, junto a Pedro Armendáriz, Guillermo Murray y Gustavo Rojo. Fue habitual en siguientes producciones con personajes secundarios hasta que logró su primer protagónico junto con el actor Mauricio Garcés en Don Juan 67 (1967): “Fue en Don Juan 67 cuando inicié y todo en ese tiempo nunca me pude poner la camisa de los convencionalismos”, dijo.

La industria mexicana del cine comenzó a cambiar, si bien en los 70 hubo una generación de cineastas que hicieron películas autorales, poco tiempo pasó para que se abriera paso al cine popular sin censura al desnudo con el auge del cine de ficheras y, posteriormente, con la sexycomedia.

En esos tiempos Vega tuvo un protagonismo importante como figura femenina transgresora de la época. Las sicodélicas (1968), Las pecadoras (1968), El matrimonio es como el demonio (1969), El deseo llega de noche (1969) y Las golfas (1969) son algunas de sus películas de esa época.

“Todos nos deberíamos liberar y liberar al resto, porque con eso de que tenemos clases, acá abajo, allá más arribita, tenemos unas costumbres espantosas, de muchas diferencias, la gente se enoja y tiene razón”, decía. Optaba por dirigir los reflectores a casos más polémicos, como la política: “Cómo ves en el Estado de México, el abuelo fue gobernador, el papá fue gobernador y ahora el chamaco también, hazme el favor”, decía.

En 1970, también impactó a la capital del país por la propuesta teatral de Alejandro Jodorowsky de Zarathustra, en donde tuvo desnudos junto a Carlos Ancira, en una obra en la que también participaron Héctor Bonilla y Jorge Luke: “­Se escandalizaron los que quisieron. De Zaratustra se salieron ante mis ojos una señora y sus dos hijas y los dos novios de sus hijas apenas nos empezamos a quitar la ropa Carlos Ancira y yo”, recordó en otra entrevista.

“Tuvimos lleno completo todas las noches. A mí me gusta Nietzsche, a mí Nietzsche me queda al centavo como me queda al centavo Alejandro Jodorowsky. Una obra inspirada en la filosofía de Nietzsche era más que suficiente para llevarla al teatro y la puesta en escena de Jodorowsky me pareció perfecta. ¿Cómo podía yo hacerlo más que estando desnuda? Para mí la vestimenta es la forma, y ésta no me dice nada, más bien estorba. ¿Cómo enfrentarse a Zaratustra vestida? No lo concibo”, agregó.

También trabajó con Arturo Ripstein, Ismael Rodríguez y Felipe Casals, pero fue con Jodorowsky con el que, además, protagonizó un escándalo al salir en la primera plana del diario La Prensa por haber sido detenidos durante una redada en una “orgía hippie”: “Niños, artistas, escultores y escritores en ‘la fiesta’”, dice el encabezado de 1971. “Había marihuana, LSD, pastillas, y mucha pornografía”. “A quién le importa”, ella dijo.

INDOMABLE. Su personalidad era imponente. Carlos Monsiváis, en Amor perdido, dedica un capítulo a sus ires y venires sobre el escenario y sobre todo a sus extraordinarias respuestas a quienes le gritaban desde las butacas. El escritor consideró que llevó un paso más allá la actitud indomable de María Felix

En esa década fue un ícono, abriéndose puertas para trabajar en el extranjero. Actuó en Quiero la cabeza de Alfredo García (1974), de Sam Peckinpah. También apareció en Con furia en la sangre (1973), de Barry Shear y Samuel Fuller y continuó trabajando en producciones de cine y TV de Estados Unidos hasta finales de la década de 1990. Claro, tampoco estuvo lejos de los escenarios de cabarets.

“Canto mal, pero fuerte”, dijo. “¿Como Lola Beltrán?”, le preguntaron una vez. “­No, yo canto más fuerte”. “Soy muy buena para el bolero. Después cuando necesitaban cantantes para las películas me llamaron. Tomé clases de actuación con Seki Sano y me fueron dando papeles más importantes hasta que ahora Francisco del Villar, Emilio Gómez Muriel, Sam Peckinpah y otros me dan estelares”, dijo en esos años.

En Quiero la cabeza de Alfredo García (1974), además de brillar por su actuación, mostró su talento para la música al componer e interpretar el tema principal de la película. Esta no fue la única vez que Vega fue parte de la musicalización de una película, en 1984 también colaboró en el film Gringo mojado cantando las canciones “Amanecí en tus brazos” y “El siete mares”.

Su belleza la llevó a convertirse en un ícono sexual en México e incluso a convertirse en la primera mujer latina en aparecer en la revista estadounidense Playboy, pero también tuvo tiempo de escribir, producir y dirigir. En 1980 debutó como productora de la película Navajeros del director español Eloy de la Iglesia, en donde también formó parte del elenco como actriz.

Tras esta experiencia, las responsabilidades y su involucramiento en producciones crecieron y para 1982 fungió como productora, escritora y actriz de la película Amor a navaja libre dirigida por Rafael Potrillo. Cuatro años más tarde, se convertiría por primera vez en directora de Los amantes del señor de la noche (1986) donde también fue productora, escritora y actriz. Su obra de teatro La sexicienta rompió el récord de entradas en 1983.

“Cuando me atreví a dirigir Los amantes del señor de la noche les tenía que pedir a los de utilería, a todos, casi de rodillas, las cosas. Un día los vi conspirando contra mí y entonces fui y les dije, con el lenguaje que tengo del norte: los que no quieran estar, ahí está la puerta y a chingar a su madre. Lo que hice fue asumirme como ser humano, no como mujer”, recordó.

“­Sí, soy muy fuerte y no me ha destruido el éxito porque en este país odian al éxito. Lo que más les complace a los mexicanos es poder decir: ‘¡Ah, pobrecita!’ y yo no soy ninguna pobrecita. Si te sucede alguna desgracia, entonces los mexicanos se derriten, si te va mal quieren prestarte su hombro para llorar pero si te va bien, te odian, odian el éxito. En este país el mejor disfraz es el de limosnero. A los hombres les encanta ‘pobrear’ a las mujeres”, enfatizó.

Su largo camino en la industria del espectáculo también la llevó a las telenovelas como Señora tentación (1994), Gente bien (1997) y Ramona (2000), entre otras, y estuvo en series de televisión como Pantera (2009), Mujeres asesinas (2008), El Chema (2018) y La casa de las Flores (2020).

En su carrera fue acreedora de cinco premios Ariel del cine mexicano. Entre ellos, uno por su amplia trayectoria; otro a Mejor Actriz por su trabajo en La viuda negra (1977), del director Arturo Ripstein, y por La ley de Herodes (2000) a Mejor Coactuación Femenina.

«ESCANDALIZAR». Por otro lado también llevó su popularidad al contexto político como seguidora del PRD, al grado de hacer campaña de Cuauhtémoc Cárdenas, y posteriormente de Andrés Manuel López Obrador: “Un cambio pedí/ pero ya me arrepentí/ cómo andará la cosa/ que ya hasta extraño al PRI”, les respondió después. Pero sobre todo fue activa por iniciativa propia como la vez que en el 2005 filmó un documental sobre el conflicto de la calle de Carlos Graef Fernández que lleva al Hospital ABC.

En ese sector es donde estaba lo realmente inmoral: “Está en la corrupción política, el engaño, el fraude, el robo de urnas, desvestir una mujer en la imaginación, eso es lo que hacen los políticos, los empresarios, los banqueros, los tlatoanis y los burócratas que aspiran a jefazos. ¿No te parece a ti corrupta la justicia en nuestro país? ¡No hay peor tugurio que la procuraduría de la nación ni peores delincuentes que los jueces y sus achichincles!”, decía.

“Me pueden decir que pasé de ser una ‘encueratriz’ a una activista política, porque es cierto. No me quiero quedar con los brazos cruzados frente a lo pasa en el país y en el mundo, sólo que mi manera de hablar es a través del cine”, añadió. “Es un rasgo de mi carácter, escandalizo sólo por ser yo: Isela Vega. Escandalizo sin proponérmelo desde que soy niña, mi sola presencia escandaliza; la historia de mi vida parece resumirse en un verbo: escandalizar”, complementó.

Finalmente, también se asumió como un ser espiritual: “He estado leyendo de filosofía, al maestro (Peter Demianovich) Ouspensky, al maestro (George) Gurdjieff, Jalil Gibrán y hasta la Biblia, maestra. Y esto me ha ayudado en la formación de mi espíritu. Así como las buenas familias recurren al Manual de Carreño para saber cómo conducirse en sociedad, yo uso para mi esencia ondas de otro nivel. De la forma no quiero saber nada, no creo en ella”, le dijo a Poniatowska.

“Pero tú eres un símbolo sexual”, le respondió la periodista. “No, soy la libertad en el sexo”, dijo Isela Vega. “¿Qué es eso?”, le preguntó Elena. “Es una actitud ante el sexo. Por ejemplo, en las películas que he filmado, y que son bastante malas pero no por mi culpa, yo como personaje cambio los diálogos, arreglo mi papel para no falsearme a mí misma, le saco la vuelta a la cursilería, a la gazmoñería, a la hipocresía hasta donde puedo y trato de que mis parlamentos digan algo porque me importa que la gente me crea”, enfatizó.

“¿Y cómo te ha respondido el público?”, presionó Poniatowska. “­Mis películas son las más taquilleras. Allí tienes la respuesta del público, mija”, concluyó Isela Vega.

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