Vícaria de Santo Domingo de Guzmán en Oxolotán

Durante la época colonial, Oxolotán, fue el centro religioso más importante de Tabasco y parte del Norte de Chiapas, por ello la importancia del rescate y restauración del inmueble

Texto: Laura Ledesma Gallegos

Fotos: Jaime Avalos

La vicaría de Oxolotán, importante construcción religiosa del siglo XVI en Tabasco, fue objeto de un proyecto de investigación arqueológica en el que el apoyo de diversas fuentes documentales resultó de especial relevancia. Los datos obtenidos permitieron no sólo comprender la historia de la evangelización en la región, sino orientar los trabajos de rescate y restauración del inmueble.

El conjunto conventual de Santo Domingo de Guzmán, Oxolotán, se localiza en la región del río Grijalva, en el estado de Tabasco. Enclavada en la sierra tabasqueña, la vicaría fue fundada en el año de 1553, a petición del dominico fray Francisco Piña, religioso que estuvo a cargo de la evangelización de los pueblos indios del antiguo señorío zoque de Teapa.

Durante mucho tiempo, la vicaría de Oxolotán fue considerada como la única edificación religiosa del siglo XVI en el estado de Tabasco. A pesar de que el conjunto no mostraba ningún elemento iconográfico que aludiera a la Orden de Frailes Menores, se atribuía a ellos, los franciscanos, su construcción. Por ello, en el año de 1987 se realizaron excavaciones arqueológicas encaminadas a recuperar la traza original de la construcción, a detectar elementos escultóricos que confirmaran o refutaran la presencia de los frailes menores y, por último, a obtener datos que permitieran planear las tareas de conservación del inmueble.

Gracias a los trabajos arqueológicos fue posible determinar la planta arquitectónica y relacionar los elementos escultóricos, además de definir los materiales de construcción. El conjunto está integrado por atrio, templo y claustro, aunque la disposición de las habitaciones forma una T, en lugar de la usual forma de U, la que con el muro del templo formaba el conocido claustro con un patio central. En lo que se refiere a la escultura se encontraron relieves alusivos a la religión católica, como el Sol y la Luna, y a la Orden de Predicadores, como el perro con la tea en el hocico y la cruz flordelisada, y no, como se esperaba, a los pobres de Asís. Posteriormente, el reconocimiento de los materiales constructivos permitió encauzar las tareas de restauración y conservación del conjunto, así como destinar algunas de las dependencias al museo de sitio.

Etapas de construcción

La excavaciones mostraron que el convento tuvo tres etapas de construcción. Es posible que en la primera, con planta en forma de T, los dominicos edificaran la iglesia y parte del convento, todo lo cual se conserva hasta ahora. En la segunda etapa se modificó parte del corredor del claustro bajo, y se dividió en dos pequeñas dependencias. El claustro alto y las escaleras de acceso a éste corresponden a la tercera etapa de construcción. La información obtenida obligó a que se indagara más acerca de la arquitectura religiosa de Tabasco, y fue así que se inició la búsqueda de datos históricos. Éstos confirmaron la presencia, casi exclusiva, de los dominicos en el norte de Chiapas y el sur de Tabasco. Además, se comprobó que existieron otros conjuntos religiosos –como los de Teapa, Tacotalpa y Tapijulapa, en Tabasco–, los cuales, debido a que su fisonomía fue alterada, no se reconocen como originarios del siglo de la primera evangelización. Si bien la planta arquitectónica de la vicaría de Oxolotán –en forma de T– podría considerarse como un modelo inconcluso, en la que se consideraron las áreas ya construidas en lugar de continuar con la construcción total de los claustros bajo y alto, también es cierto que se trató de un tipo compartido por otros conventos, como San Pedro Huiteupan y Nuestra Señora de la Asunción Huiteupan, en Chiapas. Sin embargo, debe señalarse que, al parecer, esas formas se debieron más a las condiciones sociales y económicas de la región que a un proyecto arquitectónico específico.

Franciscanos y dominicos en la sierra tabasqueña

En el año de 1537 el provincial de los franciscanos, fray Antonio de Ciudad Rodrigo, envió al padre Testera y a cuatro religiosos más a emprender la conquista espiritual de los indígenas de los pantanos. Así, los frailes permanecieron cerca de dos años entre los indígenas de Tabasco y para 1539 regresaron a la ciudad de México. Los avatares por los que atravesó la Orden de Frailes Menores repercutieron en Tabasco, pues casi 30 años más tarde los franciscanos regresaron a esas tierras, al pueblo de Huimango, y ahí fundaron un convento dedicado a San José, desde donde atendieron a los indígenas nahuatlatos. Es muy posible que la visita franciscana haya sido construida con materiales perecederos. En el año de 1599 el obispo de Yucatán, fray Juan Izquierdo, notificó al rey Felipe III que las iglesias de esa región eran todas de paja debido a que en Tabasco no existían materiales para edificarlas. Es por ello que no han quedado evidencias de esas construcciones.

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