La directora del fisco mexicano, Raquel Buenrostro, conocida como «la dama de hierro» del Gobierno, promete que no habrá una subida de impuestos en el país porque al Estado le basta con combatir la multimillonaria evasión fiscal de las empresas para recaudar el «doble» de presupuesto.
«Si ya hay de dónde cobrar, ¿para qué les cobramos a los otros?», responde en entrevista con Efe la jefa del Servicio de Administración Tributaria (SAT) en la sede central del organismo.
A Buenrostro, matemática y maestra de Economía, le gusta revisar datos y lleva encima dosieres llenos de gráficas. Su equipo calcula que la evasión de impuestos de los últimos cuatro años por parte de empresas y sectores informales oscila entre 1 billón y 1,5 billones de pesos (entre 50.000 y 75.000 millones de dólares).
«Es más de la tercera parte del presupuesto. Prácticamente el Gobierno podría gastar el doble de lo que gasta», subraya esta funcionaria de trato desenfadado.
QUE PAGUEN LOS QUE NO PAGABAN
La titánica labor que le encargó el presidente Andrés Manuel López Obrador al nombrarla a finales de 2019 fue encontrar el dinero para financiar los programas sociales en un país que recauda solo el 12 % de su producto interno bruto (PIB), por debajo de la media de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Una necesidad que apremió todavía más con el inicio de la pandemia de covid-19 y que la llevó a escudriñar las deudas con el SAT de los grandes contribuyentes del país.
Cree que ahí hay dinero suficiente, por lo que descarta por completo una subida de impuestos en los presupuestos de septiembre: «No, nada. No es necesario. Además, creemos que es lo más justo después de una crisis sanitaria», explica.
Sostiene que «muchos de los que más tienen no pagan nada» y que por primera vez el Gobierno está «cobrando a los que no estaban acostumbrados a pagar».
En anteriores Administraciones había, por ejemplo, «instrucciones de no hacer auditorías al sistema financiero, al sector farmacéutico y al sector automotriz», revela sorprendida.
En la misma sala de reuniones de la entrevista, presidida por un retrato de López Obrador, Buenrostro ha recibido durante el último año a representantes de grandes empresas como Walmart, IBM y Femsa para que pagaran sus impuestos atrasados.
«Algunos lo entendieron bien. Otros a regañadientes y al final pagaron», cuenta satisfecha la funcionaria, a quien no le tiembla el pulso para amenazar a los más ricos con denuncias penales.
El año pasado logró que 892 grandes contribuyentes devolvieran a las arcas del Estado 216.000 millones de pesos (unos 11.000 millones de dólares), más de lo que cuestan las pensiones para adultos mayores.
Solo dos casos fueron hasta la Procuraduría, en el resto se llegó a acuerdos uno por uno sin necesidad de abogados.
Pero calcula que son 12.000 los grandes contribuyentes que deben ser revisados.
«Es mucho trabajo, pero ¿qué prefieren? ¿Que los trabajadores públicos trabajen o pagar más impuestos?», comenta risueña.
También tiene la lupa puesta en el «desorden completo» de las fundaciones. «La gente donaba a una fundación para niños con cáncer y se lo gastaban en chocolatitos y vinitos en Cancún», ejemplifica.
A todo esto, Buenrostro niega tajante que el SAT se use como una herramienta de persecución política. «El presidente nunca nos ha encargado una auditoría. Nunca, nunca, nunca», enfatiza.
CORRUPCIÓN Y CONTRABANDO
Al fisco le han llovido críticas por la escasez de citas para hacer trámites en sus oficinas.
Aunque se está resolviendo este asunto, Buenrostro admite un «rezago importante» por los cierres durante la pandemia de covid-19 y por la aparición de un mercado negro de citas, caso por el que fueron cesados y denunciados seis funcionarios.
La corrupción dentro del SAT empujó también al presidente López Obrador a entregar el mes pasado a las Fuerzas Armadas el control de las aduanas, que resultaban ser un coladero.
Por ejemplo, Buenrostro ordenó el año pasado a un abogado del SAT denunciar ante la Fiscalía que funcionarios corruptos de aduanas permitían descargar en los puertos a contrabandistas de combustibles, pero con el tiempo descubrió que incluso el mismo letrado estaba coludido y dejaba «caer los casos» ante la justicia.
Primero la Marina tomó el control de las puertos, pero luego el contrabando aumentó en las fronteras terrestres con presencia de paramilitares a los que ningún civil se quería enfrentar.
Ahora el Ejército controla las aduanas terrestres, algo que ha descargado de preocupaciones a Buenrostro.
«A nosotros que nos den la calculadora y la oficina. A ellos las pistolitas, los chalecos y los tanques», concluye la «dama de hierro» de la recaudación.