La tentación de los talibanes de aprovechar su control absoluto de Afganistán para exprimir al máximo el negocio de la heroína en todo el mundo se disparó este miércoles, luego de anunciar Estados Unidos que había congelado casi 9.5 mil millones de dólares en activos depositados en ese país, pertenecientes al Banco Central de Afganistán, y tras confirmar el FMI, horas después, que había bloqueado el acceso de los talibanes a unos 400 millones de dólares de las reservas de emergencia de la organización multilateral.
Por muchas declaraciones de buenas intenciones, vertidas por los voceros talibanes desde la caída de Kabul el domingo —“respetaremos a las mujeres”, “combatiremos el narcotráfico”—, a nadie se le escapa que hipocresía de la milicia integrista, que ha sobrevivido estos veinte años a que se financió con el tráfico de opio. Sin embargo, no habría podido lograrlo, de no haber sido por otro error gravísimo del ejército más poderoso del mundo.
Segunda derrota de EU
A tenor de las últimas cifras sobre producción de opio en Afganistán, Estados Unidos no sólo tendrá que dar explicaciones sobre cómo no previó la debilidad del ejército afgano para hacer frente a los milicianos talibanes, sino cómo la producción de opio se multiplicó por diez en dos décadas de invasión estadounidense, en vez de haber aprovechado todo este tiempo para erradicar la principal causa de muerte por drogas entre los jóvenes estadounidenses.
Según cálculos de la propia DEA, si en octubre de 2001, antes de la invasión, Afganistán contaba con 74 mil hectáreas de cultivo de amapolas para la producción de heroína, en 2017 esa cifra se había multiplicado por cuatro, hasta las 328 mil hectáreas.
Un reportaje de la BBC comprobó “in situ” que la treintena de campos y laboratorios erradicados por la artillería de EU, en realidad sólo uno de ellos destruyó la producción de opio. “¿Qué están bombardeando?, se preguntó el reportero David Mansfield.
La consecuencia de este estrategia fallida estadounidense —que alimentó la victoria final de los talibanes hace unos días— es que Afganistán sigue produciendo entre el 80 y el 90% de la producción mundial de heroína, y no es casualidad que la mayoría de esos cultivos estuvieran en los bastiones talibanes que resistieron la presencia militar estadounidense y la de sus aliados de Kabul. Por mucho que ahora digan que combatirán este lucrativo negocio ilícito, nadie cree que vayan a renunciar a su principal fuente de financiamiento, ahora que controlan todos los centros de poder y las infraestructuras del país.
Uno de los primeros en renegar de las palabras de los talibanes es uno de los escritores que más han tratado el fenómeno del crímen organizado y autor del bestseller mundial “Gomorra”, sobre la Camorra napolitana: Roberto Saviano.
“Ha ganado la heroína”
En un artículo publicado este miércoles en el diario “Corriere della Sera”, el escritor italiano advirtió que los talibanes son, en verdad, unos narcotraficantes. “No ha ganado el islamismo, en estas horas, después de más de veinte años de guerra. Ha ganado la heroína. Es un error llamarlos milicianos islamistas: los talibanes son narcotraficantes”, afirmó.
El periodista, que vive bajo escolta desde que reveló los secretos de la camorra, destacó que en los últimos diez años los talibanes también comenzaron a tener un rol clave para el hachís y la marihuana. Y recordó que el opio siempre fue un elemento central del conflicto endémico de esta tierra lejana y difícil de comprender para el mundo occidental.
“La guerra en Afganistán es una guerra del opio. Antes de las escuelas coránicas, de la obligación del burka, de las niñas esposas… antes de todo esto, los talibanes son unos narcotraficantes que tienen un moralismo absoluto en el consumo de drogas y de su cultivo, que fingieron prohibir en 2001. Poco después tuvo lugar uno de los más graves errores de la administración estadounidense: en 2002 el general Franks, el primer coordinador de la invasión de Afganistán de parte de tropas de tierra norteamericanas declaró: No somos una task force antidrogas. Esta no es nuestra misión”, evocó Saviano y enumeró las organizaciones criminales que se han beneficiado de este tráfico ilítico, mientras EU y sus aliados miraban hacia otro lado:
“La heroína talibana abastece a la camorra, a la ‘ndrangheta (la mafia calabresa) y Cosa Nostra (la mafia siciliana), abastece a los carteles rusos, a Hamas, a los cárteles de Johannesburgo en Sudáfrica ya todas las organizaciones de distribución de Estados Unidos, salvo los mexicanos que tratan de ser autónomos del opio afgano”, indicó y apostó por el fentanilo como sustituto sintético, pero mucho más barato.
Sin embargo, este “fuera de juego” de los mexicanos podría cambiar, si el mercado mundial se inunda de heroína afgana y se hunden los precios. Podría haber llegado el momento de que organizaciones, como el cártel de Sinaloa, retome sus viejos contactos asiáticos para ganar mercado a sus rivales.