James Wan regresa al terror

En el 2003, un joven director haría un cortometraje interesante que derivaría en la creación de una cinta de suspenso que sorprendió a la audiencia, provocando la creación de una saga que, a la fecha, lleva nueve películas y pondría su nombre entre las promesas del género. Aunque su siguiente entrega fue bastante regular (Dead Silence, 2007), la consolidación en su carrera llegaría con dos cintas que, también, lograrían caer en el gusto del público y crear otras dos sagas que continúan vigentes.

Ese realizador australiano se llama James Wan, quien había dejado de lado el terror los últimos cinco años para optar por otras opciones de acción y entretenimiento puro como Rápidos y Furiosos 7 o el universo de DC con Aquaman. Ahora, regresa al género que lo vio nacer cinematográficamente y al que tanto le ha dado a nivel comercial para entregarnos Maligno, una cinta que definitivamente provocará una división en sus seguidores y los amantes del terror.

La historia se enfoca en Madison (Annabelle Wallis), una mujer que sufre violencia doméstica por parte de su pareja. Pero después de un incidente en su hogar, la joven comenzará a tener visiones espeluznantes que involucran asesinatos brutales. Pero el terror aumenta cuando se da cuenta de que estos sueños son reales. Ahora, tendrá que revelar el misterio detrás de estas muertes, algo que la llevará a cuestionarse su propia realidad y su sanidad mental.

Es conocido que Wan es fanático del terror de los 80. En Maligno, nos demuestra un poco de eso, pero parece recurrir aún más a otro subgénero nacido en Italia en el cual su principal representante era el maestro Dario Argento: el cine giallo. La característica de estas historias era el uso de las paletas de colores llamativas, la violencia gráfica en las muertes y una música de sintetizador discordante que hacía de estos filmes y los de sus compañeros (Lucio Fulci, Mario Bava) una experiencia sensorial particular y llamativa.

A pesar de reciclar y usar a su beneficio las usanzas de este clásico subgénero, Wan también demuestra un oficio como director bastante interesante. Hay algunas tomas y secuencias que destacan en Maligno que no sólo remiten al giallo sino a su manera de dirigir. Esto da un dinamismo interesante y necesario a los primeros dos actos para caer en una espiral de locura en el último con un giro que puede resultar brillante para algunos y el colmo del absurdo para otros.

La labor actoral de Wallis como Madison recuerda un poco a aquellas actrices del giallo, reinas del grito y la gesticulación que podrían ser tachadas de exageradas pero que funcionan en este montaje. Incluso los actores secundarios como Maddie Hason o George Young parecen estar en medio del rol serio de terror de la cinta o de una comedia absurda, ayudando a acomodar las piezas en el misterio detrás de los asesinatos.

El guion, escrito Akela Cooper, construyéndose a partir de una historia que ella, Wan y la actriz Ingrid Bisu desarrollaron, es el punto flaco de esta nueva entrega del realizador. Y es que si no es por el aspecto técnico, buenas secuencias y la locura de ritmo que llega a tener, Maligno no sería la mitad de entretenida o efectiva. Pero más allá de ello, es ese giro final el que, con afán de sorprender, mata toda sensación de tomarte en serio el terror, la atmósfera y el thriller presentado para convertirlo en algo digno de serie b o incluso hasta de una cinta de ‘troma’, en un clímax que desata un híbrido de acción, gore y ridículos que matan las buenas intenciones.

Pero aún con esta falla que podrá dividir a la audiencia, hay elementos interesantes como el juego entre la realidad y la ficción, algo que curiosamente también vimos con otro exponente del giallo, Lucio Fulci, en una de sus últimas cintas, Un gato en el cerebro, donde un asesino repetía las muertes de sus películas, lo que hacía cuestionarse su sanidad mental.

Otro punto flaco es la labor en la edición que de repente destantea en la narrativa al hacer cortes abruptos con afán de mantener al espectador cuestionando lo que ocurre, sobre todo en el primer acto, sin saber realmente si ese es el propósito de Wan. Aún con ello, el trabajo en lo visual se destaca, sobre todo en esa fotografía de Michael Burgess, otro protegido de Wan que trabaja en sus producciones desde la muy mala Maldición de la llorona.

El diseño sonoro también es interesante. Si bien puede ser un tanto extraño para las secuencias de suspenso, terror y gore que vemos en pantalla, eso sí es una clara referencia al giallo, en el que la experimentación del sonido era algo nato, llegando al grado de doblar los gritos de los protagonistas. Aquí, Joseph Bishara, otro protegido de Wan desde la saga de Insidious y con una gran experiencia en el género, hace una excelente labor al incluso atreverse a utilizar acordes de una canción de The Pixies, “Where is my mind”, en medio del filme.

Maligno se convierte en un ejercicio de práctica para homenajear, como lo hizo con El Conjuro, a otro subgénero del terror y tratar de darle un giro actualizado sin necesidad de ser un terror puro, alejándose del jumpscare facilón para tratar de armar un thriller psicológico visualmente interesante pero que falla al tomarse muy en serio para el absurdo desenlace que presenta. Es así que Wan ratifica ese cariño y respeto por el género aunque aquí, parece no saber decidirse si inclinarse por completo hacia el absurdo del terror o al planteamiento serio que pudo llevar el relato hacia otros lados más oscuros e interesantes.

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