Pasaron 20 años para que Elisa Xolalpa pudiera vivir tranquila; recuerda todo como si hubiese sido ayer. Un noviembre del 2001, su vida cambió, su pareja, en ese entonces, la ató a un poste y le echó un químico que le quemó más del 40 por ciento de su cuerpo. Su agresor fue capturado dos décadas después de haber cometido el delito.
El amor de su vida se convirtió en su verdugo; los celos que el hombre sentía por ella la condenaron, así, sin más. Eso no la detuvo, encontró en las flores un refugio, es productora de plantas ornamentales; como todos los de su familia.
“Me quiso quitar la vida, pero sólo me quitó el miedo. No me voy a callar, ya no lo haré nunca más”, sentencia Elisa antes de contar su historia a esta casa editorial.
Ambos son originarios del pueblo de San Luis Tlaxialtemalco, en Xochimilco. Lugar de chinampas, canales y flores; donde los usos y costumbres aún persisten a pesar de la mancha urbana.
Su relación inició cuando ella tenía 16 años y el 17. Ella se enamoró pues el hombre jamás demostró malas actitudes y ella cayó rendida a sus pies.
Cuando supo que estaba embarazada se fue a vivir con él. Las humillaciones y faltas de respeto se hicieron presentes; ella no prestó mucha atención.
Después de un tiempo Elisa entró a trabajar a la delegación, comenzó a tener amigos y su horario de trabajo era en el turno vespertino; lo que dio pie a su agresor a hacerle señalamiento a la mujer pues “tu deberías estar en la casa y hacer cosas de mujeres”.
Una tarde el sujeto llegó por ella. El nombre de Elisa resonó en la explanada de la entonces delegación, por la mente de la mujer no pasó nada, parecía normal que su esposo fuera por ella al trabajo.
Caminaron a la avenida y abordaron un taxi. El silencio fue su compañero durante el trayecto; el jamás la soltó del brazo.
Llegaron a los terrenos familiares del hombre; ella pensó que irían a revisar los cultivos de nochebuenas.
“Yo pensé que como las nochebuenas reciben un tratamiento especial pasaríamos a verlas. Llegamos al primer terreno gritó el nombre de quienes cuidaban el lugar, pero no contestaron. Caminamos al segundo y ahí fue donde mi vida cambió”, contó Xolalpa mientras camina en medio de su cultivo de cempasúchil, 5 mil flores cosechadas por la mujer.
Al llegar al segundo predio Elisa no sabía que había entrado al infierno. Su agresor tomó un tablón y comenzó a pegarle. No paró, a pesar de las suplicas de la mujer, el fin llegó cuando el palo se rompió.
La sujetó y arrastró al primer terreno. En medio de éste había una palapa y en ella un poste. La dejó ahí mientras buscaba una cuerda para atarla. El dolor no le permitió moverse, los golpes propinados la dejaron sin fuerza.
El entró a un cuarto y sacó un bidón. Comenzó a arrojárselo, el ardor y dolor se apropiaron de Elisa; hasta que el químico que vertió en ella quemó la cuerda, pudo huir.
“Sentí como me derretía, me dolía. Cuando se quemó la cuerda corrí como pude. Ya iba prácticamente desnuda. Me acordé de los vecinos y toqué a su puerta, ellos me salvaron. No me entregaron a él, a pesar de que el les decía que lo que me había hecho lo merecía”, explica la mujer con la voz quebrada.
PEREGRINACIÓN
Llegó al Hospital Pediátrico de Xochimilco, la falta de especialistas para atender quemaduras hizo que no fuera admitida. De ahí al Xoco, sucedió lo mismo y luego llegó a López Mateos; donde la historia se repitió. Fue hasta que ingresó al hospital 20 de Noviembre en donde comenzó otro peregrinar.
“Estuve internada 3 meses, me hicieron 40 cirugías reconstructivas y de injertos de piel. Pero así quedé -muestra su rostro, manos y brazos- el sector público solo atiende las quemaduras, pero no lo estético, he tenido que aprender a vivir con quien soy ahora y he podido”, narra mientras muestra los arreglos ornamentales que hace para vender en el mercado de flores.
JUSTICIA
Elisa interpuso una denuncia, pero nada sucedió. La carpeta estuvo en el olvido por dos décadas. La falta de información y de un acompañamiento legal hicieron que ella no supiera que hacer, ni como actuar.
Los jueces catalogaron sus heridas como lesiones simples. Ahora busca que su agresor, quien fue detenido 20 años después, sea procesado por intento de feminicidio. Delito que fue tipificado en el 2011 y por el que ella espera que sea castigado, pues la sentencia del hombre contra ella fue clara, “te vas a morir”.
En noviembre del 2020 el sujeto fue detenido en el mercado de flores; luego de reaparecer en agosto del 2019 y comenzar a intimidar a Elisa. En esa ocasión, gracias a su familia, el hombre huyó y se fue a vivir a Morelos; lugar donde 4 meses después fue capturado y trasladado al reclusorio.
El próximo 8 de noviembre será la primera audiencia, de muchas. Elisa esta dispuesta a todo para que el crimen cometido en su contra sea castigado con todo el peso de la ley.