El 3 de enero de 2001, Tabasco amaneció con dos gobernadores. Uno de ellos era el priista Enrique Priego, quien había sido designado como gobernador interino por la mayoría tricolor en el Congreso local. El otro era el priista Adán Augusto López Hernández, quien había sido propuesto por la oposición para ocupar el interinato.
Cuatro días antes, el Tribunal Electoral había anulado el triunfo del priista Manuel Andrade en las elecciones de gobernador, con lo que se detonó la crisis política.
A Enrique Priego lo había impuesto como interino Roberto Madrazo, cuyo gobierno fue acusado –y sentenciado por el tribunal- por haberse entrometido ilegalmente en las elecciones, en favor de Manuel Andrade.
Adán Augusto era impulsado por el PRD como el personaje ideal para ocupar el interinato y resolver el diferendo desatado por la anulación de las elecciones. A pesar de ser el secretario general del PRI estatal, el abogado y notario era visto como un personaje neutral, que garantizaba condiciones de equidad para convocar a las elecciones extraordinarias.
Además de ser hermano de la diputada perredista local Rosalinda López, Adán Augusto gozaba de buena relación con el candidato perredista Raúl Ojeda y -lo más importante- con el verdadero líder del perredismo local, Andrés Manuel López Obrador, quien en 1994 había competido con Madrazo por la gubernatura.
Finalmente, Madrazo terminó por imponer a Enrique Priego como interino; Adán Augusto López declinó a su favor el 11 de enero; en agosto, el PRI volvió a ganar en las elecciones extraordinarias, y Manuel Andrade asumió la gubernatura el 1 de enero de 2002.
En 2003, Adán Augusto renunció al PRI, se afilió al PRD y desde entonces se convirtió en una de las caras más visibles del lopezobradorismo en Tabasco.
Fue coordinador regional de la campaña presidencial de López Obrador en 2006, y candidato plurinominal al Congreso local.
En enero de 2007 asumió la diputación local por el PRD; en 2009, fue electo diputado federal por un distrito de Villahermosa; en 2012, se convirtió en senador de la República; en 2014 se separó del PRD para afiliarse a MORENA; fue dirigente estatal del nuevo partido durante un año, y en 2018, cuando López Orador fue electo presidente, él fue electo gobernador de Tabasco.
Su salida de la Quinta Grijalva y su nombramiento como secretario de Gobernación, el 26 de agosto de 2021, causó sorpresa en algunos sectores, pero quienes conocen bien el entorno de López Obrador vieron con naturalidad que el presidente optara por él para relevar a Olga Sánchez Cordero en el cargo más importante del gabinete.
De inmediato, a su amigo, colaborador y hombre de confianza, el presidente le otorgó notoriedad, elogios públicos y la capacidad de maniobra política que pareció regatearle a Sánchez Cordero durante los primeros dos años y medio del sexenio.
A grado tal que, a menos de cinco meses de llegar a la Secretaría de Gobernación, Adán Augusto ha irrumpido en la anticipada carrera presidencial del 2024.
En esta semana, días después de que el senador Ricardo Monreal riñó con un gobernador de MORENA y se quejó del ninguneo de Palacio Nacional, Adán Augusto se convirtió en el protagonista de la conferencia mañanera, en ausencia de López Obrador por su segundo contagio de COVID.
Cuando el canciller Marcelo Ebrard fue desmentido desde el Salón Tesorería sobre la presencia diplomática de México en la toma de protesta de Daniel Ortega en Nicaragua, Adán Augusto aún disfrutaba del 10 en la evaluación del presidente, quien le agradeció públicamente “aligerarle la carga” de gobernar.
Mientras la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum asume un talante de confrontación y rijosidad, y compra todos los pleitos de López Obrador -ya sea con la oposición, los medios y hasta el INE-, Adán Augusto dialoga con gobernadores de todos los partidos, abre un canal de comunicación con el PAN e incluso mantiene contactos con los titulares de los organismos autónomos, tan mal vistos por la 4T.
“Tiene muy buenos modos, buenas prácticas; tiene el mérito de ser tranquilo, prudente, saber escuchar; es paciente y, al mismo tiempo, tiene pasión”. Todo eso ha dicho de él López Obrador, quien llegado el momento será el gran elector en la interna de MORENA.
En los afectos del presidente, al tabasqueño le favorece la cercanía, el paisanaje, pero también su carácter moderado y discreto. No es un funcionario que esté ejerciendo el cargo para la palestra o para complacer a las legiones de aplaudidores de la 4T. No es de declaraciones estridentes, polémicas o diferencias irreconciliables. Tampoco es un tuitero compulsivo, o un político que rompa lanzas con sus interlocutores.
Un día puede hacer una declaración “fuerte” sobre el Instituto Nacional Electoral y recomendarle un plan de austeridad a los consejeros, y horas después dialogar con Lorenzo Córdova sobre la mejor manera de resolver el enredo presupuestal de la revocación de mandato.
Justo esa consulta, que polarizará al país de aquí y hasta el 10 de abril, pondrá a prueba su capacidad.
Su lealtad al presidente está más que probada; su eficacia como interlocutor del Ejecutivo con otros poderes del Estado, como operador, conductor de la política interna y garante de la gobernabilidad, aún está por verse.
Hace unos días, cuando se le preguntó si se apuntaba para el 2024, Adán Augusto dijo que él tiene un compromiso con el Presidente y con la tarea para la cual fue invitado al frente de la Segob, y añadió: “yo no sudo calenturas ajenas”.
Ésa es otra de sus ventajas: a diferencia de Monreal, Ebrard o Sheinbaum, Adán Augusto no ha mostrado fiebre o sudor alguno por la candidatura de Morena. No se asume como un presidenciable predestinado a ser el ungido. No actúa como tapado ni parece aspirar a ser corcholata. Al menos no hasta el momento.
Por: Ernesto Núñez