Litio no sacó a Bolivia de la pobreza

A pesar de haber invertido más de mil millones de dólares de dinero público en 15 años para extraer e industrializar litio, con el fin de convertirse en un proveedor indispensable a nivel mundial para los fabricantes de baterías eléctricas, Bolivia ha logrado exportaciones ínfimas que ni siquiera figuran en las estadísticas oficiales.

El desequilibrio financiero entre inversión y recuperación ha caído sobre los hombros de los ciudadanos bolivianos, pues todos los costos son pagados con dinero de los impuestos ya que, en Bolivia, el control del litio es 100 por ciento estatal.

A 15 años de los movimientos sociales que evitaron que los yacimientos fueran concesionados a empresas de China, la única certeza es que el país sudamericano todavía es líder mundial en reservas del llamado “oro blanco”, pero esto no ha servido para abatir la pobreza nacional, como prometió en el año 2008 el entonces presidente, Evo Morales.

Los 21 millones de toneladas de litio que se han identificado en la gran extensión geográfica conocida como Salar de Uyuni no se han transformado en la gigantesca derrama económica que implica la creciente demanda mundial de litio para fabricar baterías de autos eléctricos.

Faltan eslabones tecnológicos y de capital humano para aprovechar esa riqueza. Así lo explicó, en entrevista, el doctor en Química Justo Zapata Quiroz, Jefe del departamento de Investigación, Posgrado e Interacción Social de la Universidad Mayor de San Andrés, en La Paz, Bolivia.

El académico, que ha estudiado las reservas de litio boliviano desde 1979, agrega que en los esfuerzos de su país para aprovechar el metal más ligero del planeta han dejado experiencias negativas y positivas que pueden ser valiosas para México.

“En Bolivia se jugó mucho con la idea de que íbamos a controlar el mercado del litio y que íbamos a ser fabricantes importantes de las baterías del futuro, pero hay que ser muy claros: entre el poseer la materia prima y el fabricar baterías para el mundo hay una distancia grande que necesita de tecnología y personas educadas para poder recorrerse”, dice Zapata Quiroz, quien realizó sus estudios de posgrado en la Universidad de Kansas y regresó a su país para estudiar los recursos mineros extraordinarios que podrían tener efectos transformadores a nivel social y económico.

¿POR QUÉ VALE TANTO?

El litio es el metal más ligero del planeta, con una densidad más baja que el agua y una alta capacidad para transmitir calor y electrones, que es casi el doble que la que tiene el plomo.

El producto más popular del litio son las baterías que se usan actualmente en teléfonos móviles, computadoras portátiles y algunos autos eléctricos. La primera generación de baterías con este material se llaman baterías ion-litio y están impulsando la reducción del uso de combustibles fósiles que emiten gases de efecto invernadero.

Una nueva generación de estos equipos se llama baterías de metal de litio y tienen el doble de densidad de carga que la primera generación de baterías.

Según reportes de exploración geológica y minera, alrededor del 85 por ciento de las reservas de litio en el mundo se encuentran en el denominado “Triángulo del litio”, compuesto por Argentina, Bolivia y Chile. Esas reservas se encuentran en condiciones de explotación únicas y por ese motivo permiten costos de procesamiento y producción mucho menores a los de los combustibles fósiles.

Sin embargo, aunque Bolivia posee la mayor parte del territorio del Triángulo del litio, los principales productores mundiales son Australia, Chile, China, Argentina y Estados Unidos. En México se han localizado yacimientos en Sonora, pero no se ha iniciado formalmente la explotación a escala industrial y el planteamiento del actual gobierno es convertirlo en materia prima propiedad de la nación.

El escenario que falta debatir es qué se hará con la materia prima después, cuando el dominio y propiedad queden claros.

EL FRACASO DEL LITIO ESTATIZADO

Bolivia posee las mayores reservas de litio en salmueras en el mundo, en el Salar de Uyuni y, a diferencia de lo que ocurre en Argentina y Chile, donde el recurso se encuentra en manos de multinacionales, en Bolivia es el Estado Plurinacional el que controla de forma soberana el recurso y lo explota de acuerdo a los intereses nacionales. Ese proceso de nacionalización e industrialización comenzó en 2008, durante el gobierno de Evo Morales, quien prometía que en 2013 habría un enorme despegue económico con la industrialización del litio. Pero eso no ocurrió.

“En un mensaje que dio por la televisión oficial Evo Morales, 2009, prometió que la planta piloto para aprovechamiento del litio comenzaría a operar en 2010 y lo siguiente sería abrir una gran planta industrial que produciría 30 mil toneladas anuales de carbonato de litio, 800 mil de silicato de potasio, 20 mil de ácido bórico y esa producción industrial se llevaría a cabo con una inversión de 350 millones de dólares. De aquí se esperaba que la facturación anual sería de 150 millones de dólares sólo por la venta de carbonato de litio, más otros 320 millones anuales por la venta de los otros minerales”, narra Justo Zapata.

Sin embargo, los números prometidos no se cumplieron, ni en fechas, ni en costo: En 2017, otro informe de Evo Morales reportaba que habían invertido 30 millones de dólares en plantas piloto, pero las toneladas de litio no alcanzaban lo prometido y el ingreso por lo que se vendía, según un cálculo de Zapata Quiroz, no sumaba ni un millón de dólares.

Después se publicó otro dato alarmante, desde el punto de vista financiero: La compañía estatal YLB, o Yacimientos de Litio Boliviano, ha informado que habían invertido en la primera Planta Industrial 940 millones de dólares y que ya estaba completa, pero no reportaron cifras de producción.

“Prometieron que en 2013 se alcanzaría el aprovechamiento industrial del litio con exportaciones de 150 millones de dólares, pero en las cifras oficiales de exportaciones de Bolivia, en 2020 (las de 2021 no están disponibles todavía), no figuran ni las sales de litio ni las sales de potasio. Entonces, yo te puedo decir que pese a la inversión de mil millones de dólares el rédito es muy próximo a cero”, indica el doctor en Química y profesor universitario.

La reflexión de Justo Zapata es que no se puede aprovechar el valor potencial del litio si no se tiene la tecnología para aprovecharlo, por esto la política de estatización de la industria del litio no funcionó.

CONSEJO PARA MÉXICO

“Este es un camino que no debe seguir México, según mi opinión. Todas inversiones fueron 100 por ciento estatales y hay numerosos estudios que hablan del claro fracaso de la estrategia boliviana, en un contexto de inminente desarrollo de la industria mundial de la industria mundial de baterías eléctricas. Esto no es un secreto, en Bolivia este fracaso es de conocimiento generalizado en la sociedad. No se trató de un problema de corrupción sino de tener en la conducción a gente que carece de preparación”, agregó.

Cuando cierra la entrevista y hace un balance de lo positivo que se puede rescatar de esta experiencia, el profesor Zapata no duda:

“Lo positivo fue que, antes de adoptar esta estrategia se había realizado una gran movilización social para evitar que se entregara a una empresa de China la explotación de los yacimientos de litio. Logramos que los recursos sigan perteneciendo al país, pero nos ha fallado la estrategia para aprovecharlos. De lo bueno y lo malo puede aprender México, porque somos culturalmente similares”, concluye el académico boliviano.

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