Dos años después del impacto del Covid-19 en América Latina, que incluye México, la brecha de la desigualdad se ha ensanchado, con millones de personas en pobreza o pobreza extrema, surgieron los riesgos y daños a la salud mental; emergencia alimentaria, rezagos educativos; violencia familiar; pérdida de empleos que junto con el descontento por las condiciones económicas, incluido el aumento de la inflación, durante los últimos dos años, “podría contribuir al malestar social”, de lo cual no se puede exentar a nuestro país.
Diversos organismos internacionales como la CEPAL, el Banco Mundial y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) coinciden en que la desigualdad ha visto su mayor crecimiento y afectación en el grupo de mujeres, niños, niñas, adolescentes, jóvenes y trabajadores informales e incluso ha provocado una caída en el número de personas que pertenecían a la clase media y que por la pérdida de sus ingresos han descendido al nivel de pobreza.
Según cifras del INEGI, la población perteneciente a la clase media en México pasó de 53.5 millones de personas en 2018 a 47.2 millones en 2020, es decir 6.3 millones menos, basado en patrones de gasto de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH) para el periodo 2010-2020.
La población ubicada en la clase alta también disminuyó, al pasar de 1.8 millones en 2018 a poco más de un millón el año pasado, mientras que la población de la clase baja se incrementó de 69.9 millones a 78.5 millones, es decir, casi 9 millones más de pobres en ese periodo.
La CEPAL estima que tan solo en América Latina y el Caribe la pobreza y la pobreza extrema podrían haber aumentado en 33.7% y el 12.5%, lo que equivaldría a 209 millones y 78 millones de personas, respectivamente.
Este organismo así como el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) estiman que los niños, niñas y adolescentes en situación de pobreza monetaria podría incrementarse 7.6% y afectaría al 51% de esa población.
El documento “Aspectos de la desigualdad por la pandemia”, elaborado por el Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República, alerta que otro efecto de la pandemia es la inflación, que se convierte en un factor que aumenta la desigualdad económica y aumenta la pobreza.
De acuerdo con el Banco Mundial, el aumento de la inflación en América Latina es un factor que aumenta la desigualdad económica y es un reflejo de la demanda asociada con la reapertura económica: aumento de los precios mundiales de los alimentos y la energía; interrupciones en la producción de electricidad en parte de la región; y, traspaso de la depreciación de la moneda (devaluación) y grandes aumentos en la oferta monetaria.
El análisis del IBD advierte sobre el entorno político fragmentado y de próximas elecciones en varios países de América Latina, entre ellos México, así como la región y la trayectoria de la política económica incierta.
Por ello alerta que si no se llega a un consenso político sobre el ajuste fiscal y la agenda de reformas estructurales, se podría tener un impacto negativo en el crecimiento a través del deterioro de la confianza de los consumidores, las empresas o los inversionistas, pues existe una baja confianza en los gobiernos de América Latina y el Caribe, que , junto con el descontento por las condiciones económicas (incluido el aumento de la inflación) durante los últimos dos años, podría contribuir al malestar social.
Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) expresó su preocupación por los efectos secundarios de la pandemia, ya que se acrecentaron las desigualdades lo que mermó el potencial y el bienestar de las personas por el debilitamiento en las economías de los países.
Esa organización reconoce que los países avanzados tienen la capacidad fiscal y de otro tipo necesarias para reducir gran parte de estos riesgos sanitarios y económicos pues pueden contar con una mayor inversión en salud, creación de empleo y medidas de estabilidad de los ingresos, lo opuesto a la mayoría de los países en desarrollo al carecer de estos medios ya que tienen una limitada capacidad de responder a los aspectos de la crisis relativos a la salud, el trabajo decente, la educación y la protección social.
Ello—agrega–representa una amenaza directa para la seguridad y el bienestar de las personas, tanto dentro como fuera de sus fronteras, ya que permite que el virus siga propagándose y mutando, y que crezcan la pobreza y la desesperación, lo cual puede avivar las tensiones sociales, la inestabilidad política, la migración y los conflictos transfronterizos
TAMBIEN DESASTRES NATURALES
El Banco Mundial alerta que un factor externo y de riesgo, son las relacionadas con el cambio climático y otros desastres naturales que podrían afectar la vida y los medios de subsistencia de las personas, ya que los países podría haber un aumento del nivel del mar; tormentas extremas más frecuentes; inundaciones costeras y erosión en el futuro; riesgo creciente de sequía sin olvidar que una gran parte de la región es propensa a terremotos.
Por ello , el Banco Mundial propone mejorar la resiliencia y la preparación para eventos climáticos ya que es fundamental para limitar su impacto económico, especialmente en países donde la vulnerabilidad al cambio climático es elevada.
DIFICULTADES PARA MEXICO
El BM proyecta que México tenga un crecimiento del 3.0% en 2022 y 2.2% en 2023. como consecuencia en las interrupciones de la cadena comercial, lo que dificultaría el desarrollo y crecimiento del sector manufacturero en el 2021, que podría persistir hasta la primera mitad de 2022, mientras que la demanda se verá limitada y afectada por la desaceleración del crecimiento en Estados Unidos.
Por ello, ese organismo internacional considera que México se vería forzado a endurecer las políticas para combatir las altas expectativas de inflación y la austeridad fiscal .
No obstante, destaca la recuperación del turismo como fundamental para México, pues las llegadas internacionales muestran niveles previos a la pandemia.