Fallaron en Michoacán

Felipe Calderón, Enrique Peña y López Obrador comparten un común denominador: los tres fracasaron en Michoacán. No pudieron regresar ese estado al impero del Derecho ni brindar paz a sus habitantes. Acumulan más de tres lustros de fracasos. Hay que asumirlo: El Estado mexicano falla en Michoacán.

En diciembre del 2006, Lázaro Cárdenas, entonces gobernador de Michoacán, acudió al nuevo presidente, Felipe Calderón, para pedir auxilio federal ya que la entidad no había podido detener la acometida del crimen organizado, entonces encabezado por el cartel de la Familia Michoacana. A Lázaro no le importó que su partido, el PRD, no reconociera el triunfo de Calderón en las urnas, lo que dio lugar al famoso Plantón de Reforma y la creación de un gobierno legítimo por parte de AMLO.

Calderón respondió afirmativamente a la petición de Lázaro. Se pusieron en marcha los llamados Operativos Conjuntos, nombre que recibió la estrategia de poner a soldados y marinos en la primera fila del combate al crimen organizado. La idea era, porque lo escuché de los mandos militares, hacer tarea de contención para evitar la expansión de las bandas y para darle tiempo a los gobiernos para formar policías que pudieran con el paquete.

Terminó el sexenio de Calderón, que era del PAN; arrancó y concluyó el de Peña, del PRI y el sexenio morenistas de AMLO ya está en la segunda mitad y Michoacán sigue sin conocer la paz. Otros grupos criminales siguen arreglando sus asuntos a sangre y fuego, la extorsión no conoce límites y no se ha logrado construir, en ningún municipio de la entidad, una policía confiable.

Por el Palacio de Gobierno pasaron los gobiernos perredistas de Lázaro Cárdenas y Leonel Godoy. Los priistas de Fausto Vallejo, José de Jesús Reyna, para regresar con Salvador Jara y Silvano Aureoles al PRD y Alfredo Ramírez Bedolla, de Morena. Ninguno ha entregado buenas cuentas. Un par de ellos incluso estuvieron en prisión por ser parte de la mafia. No es un problema de partidos, de presidentes o de personajes de la política, es una asignatura pendiente del Estado mexicano que simplemente no puede.

Unos grupos criminales, como los Caballeros Templarios, se redujeron a su mínima expresión. Pero crecieron otros más poderosos y sanguinarios como el CJNG. Algunos capos fueron eliminados o detenidos, pero aparecieron otros más desalmados. Ningún presidente ni ningún jefe militar ha aceptado, que se sepa, el fracaso. De hecho, el gobernador actual sostiene que las masacres muestran el éxito de su estrategia, lo que ya de plano requiere ayuda de profesionales de la salud mental.

¿Michoacán tiene remedio? Desde luego que sí. No es aceptable suponer una condena perpetua, pero es claro que lo hecho hasta ahora deriva en masacres perpetradas con saña y cinismo nunca vistos. En el fusilamiento de San José de Gracia los matones se dieron tiempo de lavar la escena del crimen y en el ataque al palenque de Zinapécuaro los sicarios llegaron en un camión de Sabritas que habían robado horas antes. Es importante hacer notar que ni en éstos ni en muchos otros casos la policía juego algún papel. Como si no existieran. De modo que las tareas iniciales de contención de la Sedena se convirtió en acción permanentes de las fuerzas armas, incluidos cambios legales para poder estar en las calles en tareas de seguridad pública.

Partidos van y vienen, pero la violencia en Michoacán permanece. El Estado mexicano ha fallado.

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