La clínica “Asistencia Veterinaria” ubicada en Xalostoc, municipio de Ecatepec, Estado de México, se hace pasar por una fundación de ayuda a animales, su papelería usa el logo de la Universidad Nacional Autónoma de México, pero en realidad opera sin registro y quienes atienden a perros y gatos no son veterinarios. Incluso la responsable del lugar, la señora Irma Espíndola García, usa una cédula profesional de otra persona, aparentemente de su hermana, para presentarla a los clientes. Esa cédula tampoco es de veterinaria, sino de Enfermería y Obstetricia.
Macorina fue una gatita que ingresó a dicha clínica el pasado 27 de marzo por un cuadro de deshidratación. Nueve años en la familia y sin mayores complicaciones de salud. Cuando sus dueños regresaron por ella, les dijeron que el animalito había muerto y les entregaron un bote de cenizas.
Sus dueños en shock cuestionaron a los empleados: “¿cómo sabemos que es nuestra gatita?, ¿por qué no avisaron que la iban a incinerar?”. Les respondieron que fue un error de la recepcionista, quien mandó a todos los animales muertos a incinerar; “los gatos que se van a cremar son dejados en una bolsa negra y el suyo estaba ahí”, abundó la mujer.
Los dueños, ya molestos, querían saber qué le había pasado a Macorina y comenzaban a dudar de la capacidad del lugar. Pidieron ver el expediente, uno de los sujetos que atendieron a Macorina, de nombre Tomás, no atinaba a darles una explicación clara:
“Yo estuve el día que la gatita fue ingresada y traía un cuadro de anorexia”, aseguró Tomás, “por lo que le íbamos a mandar hacer unos estudios al día siguiente, pero la gatita murió antes, murió el martes 29 de marzo a las 1:00 de la madrugada, yo me tuve que ir, el cuerpo se quedó, no sabía que lo iban a mandar a incinerar”.
Los dueños de Macorina exigieron a Tomás que mostrara su cédula como veterinario, algo con lo que es necesario contar pues la Ley General de Profesiones indica que la veterinaria es una de las actividades reguladas. Tomás no mostró nada.
Los dueños pidieron entonces hablar con la responsable del lugar, que resultó ser Irma Espíndola, quien les comentó que ella también había atendido a Macorina.
Irma les confesó que no es veterinaria y que no tienen los permisos municipales ni estatales para operar, algo que es común en Ecatepec: “Quieres que me hinque para que me perdones, quieres dinero, me arrodillo, es tu gata yo misma la guarde en la bolsa, estuvo bien cuidada, dime qué hago para que me creas, a los que ustedes me digan adelante y se cómo proceden los juicios”, aseveró Espíndola cuando vio que los dueños de Macorina no quedaban conformes con las explicaciones.
Ya hablé con la directora de la Fundación y “me dijo que ya les soltará dinero”.
Crónica tiene en su poder los audios que grabaron los dueños de Macorina y copia de la cedula que presentó Irma.
En entrevista con Crónica los dueños de la gatita indicaron que sólo buscaban una respuesta a lo sucedido con Macorina, que no pensaban proceder legalmente, que eso no les iba a devolver a su minina, pero no se esperaban de respuesta todas las anomalías de la clínica “Asistencia Veterinaria”.