Fue colocada una réplica exacta de la Capilla Sixtina en el Zócalo capitalino. Al entrar podemos admirar las obras de Miguel Ángel reproducidas en su tamaño real, un espectáculo para los sentidos
María del Carmen Fernández
Ciudad de México
La Capilla Sixtina se localiza en el Vaticano, es una gran sala rectangular de 40.5 metros de largo por 13.5 de ancho, medidas simbólicas ya que coinciden con las del Templo de Salomón. Fue construida como capilla de la fortaleza vaticana. Era conocida como Capella Magna, el papa Sixto IV ordena su reconstrucción entre 1477 y 1480, desde ese momento se le llama Capilla Sixtina.
Ahora veremos la vida del creador de la bóveda de la Capilla Sixtina. Miguel Ángel fue tal vez el más grande artista del siglo XVI. Como escultor fue supremo y como pintor y arquitecto su rendimiento fue al menos igual al de los más grandes creadores.
Miguel Ángel nació en 1475 en Caprese, en el estado florentino. Fue aprendiz de Ghirlandaio. Posteriormente se fue a trabajar a un estudio de escultura patrocinado por Lorenzo de Medici. Ahí no sólo laboró bajo la dirección de Bertoldo, antiguo discípulo de Donatello, sino que, y esto tuvo más importancia, se puso en contacto con Lorenzo el Magnífico y su círculo.
La fama de Miguel Ángel era tan grande que en 1508 el papa Julio II, sobrino de Sixto IV, le encargó que decorase la bóveda de la Capilla Sixtina, que terminó siendo su más grande creación pictórica.
Se ocupó de ello de muy mala gana, y luego empezó a impacientarse a causa de los métodos tradicionales de trabajo y la pericia de los ayudantes que había contratado. Con el tiempo acabó pintando él solo toda la bóveda, en condiciones muy difíciles y con modificación constante de sus proyectos originales. La obra no sólo glorifica el cuerpo humano, sino que también tiene implicaciones teológicas muy profundas. Se plasmaron nueve escenas del Antiguo Testamento: la separación de la luz y de las tinieblas, la creación de los astros, la dispersión de las aguas, la creación de Adán, la creación de Eva, el pecado original, el sacrificio de Noé, el diluvio universal y la embriaguez de Noé.
Las cuatro enjutas de los ángulos se reservaron para representar la milagrosa liberación del pueblo elegido a través de las historias de Judit y Holofernes; de David y Goliat; de la Serpiente de Bronce y del castigo de Amán.
Fueron pintados siete profetas: Zacarías porque había anunciado la entrada de un humilde rey salvador en Jerusalén; Joel porque había hablado de un “maestro de justicia”, y porque había sido citado por San Pedro en el sermón de Pentecostés (Hechos 2:17-21); Ezequiel porque exhortó a su pueblo a arrepentirse de sus pecados y pidió regresar a la adoración de un único Dios, y por la alusión al Buen Pastor que guiaba a su rebaño; Isaías por el anuncio del nacimiento de una Virgen que sería la madre de un hombre herido por nuestras faltas y conducido al sacrificio; Jeremías porque prefiguraba a Jesucristo llorando ante la destrucción de la ciudad, y porque no era aliviado por ninguna visión de redención, sino por la fe del reino de que el reino de Dios sería restaurado un día; y Jonás porque había sido inconscientemente el precursor de Cristo, cuando aceptó su muerte para salvar a los marineros de un barco.
Las sibilas que pinta Miguel Ángel eran las profetisas de la mitología griega y romana que vaticinaron la venida de Cristo.
Las diversas partes de la bóveda están sujetas a diferentes sistemas de perspectiva, con los últimos paneles abiertos al cielo en apariencia. Esto tuvo una profunda influencia en el desarrollo de la pintura de techos de tipo ilusionista practicada en los siglos XVI y XVII.
Las amarguras que sufrió Miguel Ángel trabajando en la Capilla Sixtina se perciben en el acento de sinceridad y honda melancolía que se muestran en el conjunto de las bóvedas. No sólo tuvo que luchar con dificultades del arte debido a su inexperiencia en la técnica de la pintura al fresco, sino también con problemas económicos, en muchas ocasiones le faltaban materiales. Dos veces el artista suspendió su creación.
El mismo Miguel Ángel escribe en un soneto los sucesos que tuvo que pasar con este enorme trabajo:
La barba arriba y el cogote siento sobre el tablado, el pecho ya es de arpía; y el pincel en la cara, todavía,
va goteando un rico pavimento…
De 1536 a 1541 pintó el fresco El Juicio Final, que ocupa por completo el muro del fondo de la Capilla Sixtina. Su espíritu es profundamente pesimista, totalmente discorde con la bóveda, el creador refleja una angustia espiritual de El juicio final.
En el centro de la composición, el artista pintó los siete ángeles descritos en el Apocalipsis de San Juan, llamando con sus trompetas a los muertos que surgen de sus tumbas desnudos o con los ropajes rasgados de sus mortajas. En la parte superior de la pintura, apreciamos al hijo de Dios en majestad que maldice a los culpables y los lanza al infierno. En la parte inferior el artista plasmó a Caronte con su barca cruzando el río Aqueronte.
Las pinturas realizadas por Miguel Ángel fueron una gran innovación porque nunca se había plasmado un desnudo integral.
En los momentos finales de su vida Miguel Ángel dictó su testamento: “Dejo mi alma a Dios, mi cuerpo a la tierra y lo que poseo a mis parientes más próximos”.
En la exposición, antes de acceder a la capilla, se puede apreciar un video narrativo de la realización de esta extraordinaria obra.
Cabe destacar que la realización de esta réplica fue hecha por un equipo creador conformado por 100 personas que trabaron un año. Los mexicanos Gabriel Berumen, Miriam Villalobos y Joaquín Fortun fueron los creadores de este magnífico proyecto en el que se utilizaron dos millones setecientas mil fotografías.
¡Visítala!
- La Capilla Sixtina en México podrá visitarse hasta el 19 de mayo del presente año, de 10.00 a 18.40 horas. Entrada gratuita.
Zócalo.
Centro Histórico de la Ciudad de México.