Por: Dr. Elías Córdova Sastré
Sueño, ansiedad y depresión, debemos pasar del círculo vicioso al círculo virtuoso
Tres palabras que si bien a simple vista pudieran no estar vinculadas, tienen mucha relación y es precisamente con la pandemia que estamos viviendo, que se deben traer a colación por el impacto que tienen en nuestras vidas.
La OMS considera la depresión como la enfermedad del siglo. Difícilmente vamos a encontrar un tratamiento como lo fue para el COVID (vacunas o medicamentos antivirales) y peor aún, muchas veces ni siquiera se sabe que uno la padece; a diferencia de las enfermedades infecciosas (como COVID, dengue, influenza, etc), o no infecciosas (como diabetes e hipertensión, ect), que dan síntomas claros y se pueden detectar a través de estudios de laboratorio, algunas conductas como la falta de sueño (insomnio) o mucho sueño, tristeza persistente, falta de interés por actividades que normalmente se disfrutaban, dolores de cabeza, ansiedad, indecisión, baja autoestima, sentimiento de culpa, cansancio, frustración, apatía, falta de apetito o mucha hambre, entre muchos síntomas más, pueden o forman parte de una depresión que no se ha diagnosticado y está pasando posiblemente desapercibida, y es que, al menos en nuestro estado, podemos atribuirle alguno de estos cuadros a cualquier situación empezando por el calor; hay estudios donde el calor se asocia incluso a mayor tasa de suicidio.
Si bien las estadísticas nos dicen que la depresión es la causa número uno de incapacidad en mujeres, igual nos dicen que con la pandemia este cuadro incrementó hasta un 25% más; obvio también afecta a hombres e incluso a raíz de esta pandemia estamos viendo casos en pediatría; estos números deberían ocuparnos y mantenernos en alerta con nuestros familiares, amigos y conocidos, incluso uno mismo podría estar en una situación así sin saberlo. Esto realmente merece un conocimiento colectivo. Porque la depresión también sonríe, se arregla, se toma fotos pero no deja de ser lo que es, depresión.
La falta de cuadros formados en estudios sobre esta enfermedad, la falta de comunicación por parte de las diferentes especialidades que lo abordan, la falla al pensar que al psiquiatra o psicólogo sólo se acude cuando se tiene un problema mental serio, hacen que minimicemos el problema, y si esto lo sumamos a la falta de espacios de recreación, la falta de empatía de nuestros pares, el confinamiento por la pandemia, el desempleo, los sueldos bajos, la inflación, falta de oportunidades, etc, es comprensible que de repente la ludopatía, el tabaquismo, el alcoholismo, etc, se usen como salidas momentáneas ante tal enfermedad.
Tenemos que salir de este círculo vicioso en el que se mantiene la depresión en relación a que no se hable de ello ante el evidente impacto social, a que no existan cuadros bien formados que aborden este tema (médicos, psicólogos) y sobre todo, lo conduzcan a un tratamiento integral, a que no sea un tratamiento informal como lo es ahora ya que se llega a terapias por medio de grupos o redes sociales (meditación, reiki, constalaciones; hipnosis, yoga, etc).
Tenemos que pasar al círculo virtuoso de poder hablar del tema en casa o en grupos, sin tabúes sociales o familiares, de aceptarse con la enfermedad y acudir a orientación, diagnóstico y tratamiento con personal de salud bien formado en el tema, que tenga una gama de tratamientos tanto médicos como de terapias formales. No llegar a estos por recomendaciones en chat o redes sociales, sino que sean terapias avaladas por personal de salud con base en diagnósticos individualizados, pues seguramente lo que a una persona le funcione, podría no ser para otra. Existe una laguna, brecha o área de oportunidad en ese sentido, el de contar con estas habilidades y que las personas no busquen una especie de mago que con solo poner las manos sobre uno les haga sentir bien y les quite la depresión, cosa que no es cierta.
Por otro lado, debemos tener presente que para un tratamiento integral, el costo es algo fundamental que debemos contemplar, y esto viene a ser un problema tanto para la persona que lo va a tomar, como para los terapeutas, pues suelen estar subvalorados y muchas veces tienden incluso a bajar los costos o darlos de forma tan superficial, que quizá por eso existen múltiples terapeutas que carecen de la formación o las competencias necesarias.
Si bien estadísticamente las mujeres son las que más padecen este cuadro, hay que tener muy presente que en su convivencia, o en casa, hay un hombre, y que es precisamente esta pareja quien debe estar totalmente consciente, en primer lugar de que es una enfemedad, que amerita tratamiento, que amerita ir con especialistas para su debido diagnóstico (estudios) y tratamiento, que amerita terapia, y que para ello deberá contar con apoyo para cubrir los costos, y que si buscamos solución a la misma, debemos poner de nuestra parte (quizá el mayor problema detrás del subregistro o subdiagnóstico) para que puedan tener un mejor abordaje y una posible solución a este llamada enfermedad del siglo.
Seguramente las neurociencias nos traerán en breve ciertos beneficios que podrán sugerir abordajes más integrales y menos informales.
Decir que faltan cuadros formados es un llamado a cubrir esta área de oportunidad en relación a capacitarse mejor y desarrollar habilidades y competencias formales que permitan orientar y brindar mayores herramientas a quienes las padecen, es decir, dejar de ser todólogos en salud mental y aceptar que tenemos un vacío o laguna por llenar y ocuparnos en la materia.
Pongo por ejemplo el sueño, que de hecho forma parte del cuadro de depresión; precisamente acaba de pasar el 18 de marzo, Día mundial del sueño. En España, hay estadísticas que van del 70-90% de alumnos que refieren tener problemas de sueño, hay una notable preocupación y ocupación hacia el mismo ya que hay grupos de consenso sobre el sueño, guías de manejo, etc, y si buscamos especialistas en el mismo nos salen un sinfín de médicos con especialidad, maestrías y doctorados en sólo este tema.
Debemos terminar este círculo vicioso, debemos ocuparnos y cubrir estos espacios para tener un mejor sueño, menos ansiedad y así quizá hablar de un círculo virtuoso de la enfermedad del siglo, la depresión.
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