Emilio

Columna: Prospectiva

Por: Emilio de Ygartua M.

PRIMERA PARTE

*Ganó la exclusión. Perdió la diplomacia norteamericana

*¡Ya basta! Un grito más de dolor y de rabia

La diplomacia de los Estados Unidos ha perdido la oportunidad de recuperar, si no el liderazgo, si la confianza de las naciones del continente americano de las que Washington se ha distanciado desde hace muchas décadas. El haber optado por la exclusión y no por la comunión de todos los países de la región, como promovió el presidente de México, secundado por varios de sus homólogos del continente, hará imposible que la Cumbre de las Américas, a celebrarse en Los Ángeles, California los días 6 y 7 de junio, tenga resultados que permeen en nuestro continente.

Kevin O´Reilly, coordinador de ese evento multinacional, en el marco de una audiencia ante el subcomité de Relaciones Exteriores del Senado, presidida por un republicano abierto opositor a cualquier relación con Cuba, Venezuela y Nicaragua, ratificó el jueves pasado que no se invitaría ni a Nicolás Maduro, ni a Daniel Ortega. Ante la insistencia del senador Marco Rubió, O´Reilly, ratificó que al presidente de Venezuela no se le convocó porque, “no, lo reconocemos como un gobierno soberano”. Lo mismo ocurre con Daniel Ortega.

En el caso de Cuba, Miguel Díaz-Canel, les facilitó las cosas al establecer que de ninguna manera acudiría a la Cumbre, no sin reconocer el apoyo de sus homólogos de la región que levantaron la voz exigiendo que la cumbre no fuera excluyente. Más allá de la decisión de cada uno de los mandatarios sobre su asistencia, insisto, el gran perdedor es el gobierno de Joe Biden que no elude con ello las críticas de sus opositores al optar por la exclusión, al tiempo que acrecienta las diferencias y el distanciamiento con sus vecinos del sur.

Más allá de la decisión de Andrés Manuel López Obrador, de asistir o no a esta cumbre, su postura frente a los Estados Unidos recupera para México la dignidad y autonomía, fundado en la legítima exigencia de un respeto irrestricto a las decisiones y a los modelos de cada país.

Establece que a Venezuela no se le invita “porque no se reconoce a su gobierno”, contraviene la esencia de la Doctrina Estrada. Reconocer a Juan Guaidó como “el legítimo presidente”, es tan irreverente como que México, y otros países de la región, no reconocieran a Joe Biden como el legal y legítimo jefe de Estado norteamericano, fundados en los argumentos esgrimidos por meses por Donald Trump: “Me ganaron con trampas, la elección fue un fraude”.

Marco Rubio, cubanoamericano de tercera generación, expresó en la audiencia en el Senado: “Tengo entendido que el presidente Obrador de México es, creo, probablemente el cabecilla de este [plan] para boicotear la Cumbre a menos que [Estados Unidos] invite a esta trifecta de tiranía en Nicaragua, Venezuela y Cuba…” Sin duda este señalamiento será utilizado contra el tabasqueño por sus opuestos; por aquellos empeñados en que la relación de nuestro país con el vecino del norte está basada en la sumisión. Como yo, estoy seguro de que muchos mexicanos, como ocurrió con Lázaro Cárdenas, con Adolfo López Mateos, validó la actitud del presidente Andrés Manuel López Obrador. “Más vale morir de pie, que vivir de rodillas.” Frase del “Che” Guevara, con plena vigencia. La dignidad, ante todo.

¡Ya basta! Un grito más de dolor y de rabia

¿Qué tienen en común Payton Gendron y Salvador Ramos, actores de dos masacres que han conmovido al mundo? No es la edad, 18 años. No es el haber recorrido varios kilómetros para cometer estos deleznables crímenes. No son los desórdenes psicológicos que tenían ambos. No son sus ideologías o su visión del mundo. Tampoco el haber utilizado las redes sociales para “avisar” que iban a hacer lo que hicieron.

No. Lo que tienen en común estos dos jóvenes que le arrebataron la vida e hirieron a decenas de personas inocentes es que se valieron de la pervivencia de un derecho adquirido por los estadounidenses desde 1789, consagrado en la Segunda Enmienda de su Carta Magna, que les otorga el derecho de adquirir armas para su defensa personal.

¿En dónde está el derecho de las víctimas a preservar su vida? ¿Fueron estos dos actos criminales perpetrados contra personas que ponían en peligro la vida de los victimarios? Desde luego que no. Gendron recorrió más de 300 kilómetros para cometer un auténtico crimen de odio cuyo objetivo eran personas de raza negra. Su impulso está fundado en teorías raciales, en el supremacismo que impera entre los blancos no sólo de Estados Unidos, sino de muchos países del orbe, apanicados porque las predicciones hechas por Renaud Camus, padre de la “teoría del gran remplazo” se cumpla.

Esta teoría parte de la idea de que los flujos migratorios deben ser contenidos porque ponen en peligro la preeminencia, la hegemonía, de la raza blanca. Un documento de más de 200 cuartillas con esas tesis se convirtió en la biblia de Payton. El instrumento para evitar ese remplazo, las armas adquiridas gracias a la laxitud en la materia.

En el caso de Salvador Ramos, de origen mexicano, no encontramos este mismo lifemotiv. Sus víctimas también tenían ese mismo origen. Diez y nueve menores, dos profesoras (y el esposo de una de ellas que al día siguiente murió víctima de un infarto fulminante). Salvador, se dice, fue motivado por el odio hacia aquellos, no sus víctimas, sino su madre, su abuela, sus compañeros de la escuela que abandonó por el acoso escolar cotidiano que sobrellevaba.

“Mi hijo no es un monstruo”, exclama su madre, que pide no juzgar a su hijo. ¿Cómo no hacerlo? ¿Cómo justificar la tardanza de la policía que pudo haber impedido que Ramos dispara su rifle por más de 15 minutos hasta que fue abatido por la Patrulla Fronteriza?

¿Son estos dos casos hechos aislados? Desde luego que no. En lo que va de este año, que no ha llegado a su primera mitad, un total de 650 menores de edad han muerto en Estados Unidos a causa de incidentes relacionados con armas de fuego, de acuerdo con datos proporcionados por la organización Gun Violence Archive. Son datos que deben conmovernos. Del total de asesinados, 141 eran menores de 11 años. En ese grupo están los 19 menores asesinados a sangre fría por Salvador quien utilizó un rifle adquirido por él mismo, sin ninguna restricción.

¿Qué les queda a los padres de las víctimas? Un terrible vacío, tristeza, frustración y un enojo que ha escalado por la inoperancia de la policía. No hay palabras para devolverles la paz. “Las escuelas deberían ser santuarios de seguridad para nuestros hijos, no donde van a morir”, expresó la agrupación Moms Demand Action (Madres exigen acción), integrado por madres activistas por el control de armas.

¡Ya basta! Han expresado muchas personas, entre ellas el presidente Joe Biden, su vicepresidenta Kamala Harris, el embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, el Papa Francisco, el presidente Andrés Manuel López Obrador. ¿Los oirán? Lo más probable es que estos dos hechos se conviertan en tan solo un obituario más sumado a los 213 tiroteos masivos ocurridos desde el primer día de este año en Sacramento, Las Vegas, Los Ángeles, Phoenix, Dallas, Dumas, Houston, Charleston, Chicago, Milwaukee, Nueva York, Washington, Búfalo y Uvalde.

Vale rescatar las emotivas y fuertes palabras del entrenador en jefe del equipo de baloncesto Warriors de Golden State, Steve Kerr, quien, previo al inicio del cuarto partido contra el equipo de Dallas, manifestó su indignación por el atroz hecho ocurrido ese mismo día en la pequeña población de Uvalde, Texas: “Cualquier pregunta de baloncesto no importa. En los últimos 10 días hemos tenido ancianos negros asesinados en un supermercado en Búfalo; hemos tenido asiáticos que asisten a la iglesia que han sido asesinados en el sur de California, y ahora tenemos a niños asesinados en la escuela. ¿Cuándo vamos a hacer algo? Basta ya. Estoy cansado de venir aquí y dar condolencias a las familias devastadas que están ahí afuera”

Kerr, un persistente partidario de endurecer las leyes sobre la posesión de armas, exigió a los miembros del Congreso tomar cartas en el asunto. Vale señalar que su padre, Malcom, un profesor de Historia Árabe fue asesinado el 18 de enero de 1984 por dos miembros de un grupo radical islámico, que le dispararon dos tiros en la cabeza cuando trabajaba como rector en la Universidad Americana de Beirut, Líbano. Sabe lo que es el sufrimiento de quienes pierden a un familiar.

¿Existe alguna esperanza de que estos lamentables hechos sean el principio del fin de la laxitud en lo que a la adquisición de armas? El control de armas ha sido un debate recurrente y frustrante tras cada tiroteo ocurrido en el vecino del norte y nada ha pasado. Resulta paradójico, por utilizar una palabra suave, que en este momento se esté realizando, en Houston, Texas, una multitudinaria convención de los fabricantes de armas y de los defensores de la Segunda Enmienda. El gobernador de esa entidad, Greg Abbott, un republicano ultraconservador, antiinmigrantes y defensor del derecho ciudadano a tener un arma, decidió no asistir al evento, como si ello contribuyera a reducir el dolor de las familias de las víctimas y, poner punto final a esta recurrencia criminal

No. Lamentablemente no hay esperanzas. Dos días después de la matanza en la primaria Robb de Uvalde, los republicanos del Senado de los Estados Unidos bloquearon un proyecto de ley presentado por los demócratas cuyo objetivo es combatir el terrorismo doméstico. Esta iniciativa, que ya había sido aprobada en la Cámara de Representantes, chocó con un muro infranqueable. La votación quedó 47 a favor, 47 en contra, lejos de los 60 votos necesarios para su aprobación.

El líder demócrata en la Cámara alta, Chuck Schumer, tuvo que cambiar su voto a favor por uno en contra para dejar abierta la posibilidad de que en el futuro se pueda presentar nuevamente esta iniciativa. Si se cumple el pronóstico de que en noviembre próximo los republicanos recuperarán el control de ambas cámaras esa iniciativa quedará guardada en el cajón por mucho tiempo.

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