Emilio

Columna: Prospectiva

Por: Emilio de Ygartua M.

PRIMERA PARTE

*La lección de la elección

*¿Quién ganó? ¿Quién perdió?

Las elecciones celebradas el domingo pasado en seis estados de la república evidencian un avance significativo de Morena y sus aliados que en tres años han incrementado de manera exponencial el número de entidades federales que gobiernan. Hoy son más de 20. Aunque las oposiciones están aferradas en su negativa de atender y entender este proceso, no hay duda de que el nivel de aceptación del presidente Andrés Manuel López Obrador sigue siendo un factor que influye a la hora de ir a las urnas.

Además, quedó en evidencia el descrédito de formaciones políticas como el PRI y el PRD que cada día aportan menos a la alianza que con el PAN han formado. El partido del Sol Azteca está en franca extinción lo que no deja de ser lamentable porque este instituto político, fundado en 1989 por Cuauhtémoc Cárdenas, fue heredero del Partido Comunista, del Partido Socialista Unificada de México y del Partido Socialista de México, con una profunda raigambre de izquierda. Hoy, en su franco camino hacia el precipicio, ha perdido su esencia para convertirse en comparsa de un partido de derecha cuyo programa e ideales son la antípoda de esa formación política.

Del PRI, está claro que esta “marca” está totalmente desgastada y no garantiza una aportación sustantiva de votos como para que la alianza “Va por México”, que lidera Claudio X González, perdón el PAN, pueda cumplir con su objetivo de sacar en el 2024 a Morena y sus aliados de Palacio Nacional como pretenden y anuncian todos los días, ellos, y sus voceros, que insisten, ambos, en que la alianza es el único camino que los llevará a la victoria.

El dirigente nacional del tricolor, el campechano Alejandro Moreno, el famoso “Alito”, está viviendo horas extras como dirigente nacional del partido fundado en 1929 por Plutarco Elías Calles como Partido Nacional Revolucionario (PNR); transformado por Lázaro Cárdenas, en 1938, en Partido de la Revolución Mexicana (PRM), y en 1946, institucionalizado con las siglas del PRI. Aduce que a él lo eligieron “a pie de urna” dos millones de correligionarios, y que va a estar en ese encargo hasta el final de su mandato.

El PRI estuvo en el poder por más de siete décadas. Un partido hegemónico que, no se puede negar, fue pieza importante en la transformación de nuestro país. Lástima que a finales de los ochenta se entregará abiertamente en los brazos de los Estados Unidos e hiciera suyas las tesis del Consenso de Washington renunciando a los compromisos de un modelo nacionalista heredado de la revolución mexicana. En el año 2000 pagó las facturas del desapego a sus principios, lo que derivó en la primera “alternancia”, la que llevó a PAN a Palacio Nacional por dos sexenios.

El retorno del PRI a la presidencia de la república con Enrique Peña Nieto en el 2012, confirmó que ese partido no solo había renunciado a sus principios básico, a su compromiso con los pobres, con aquellos sectores que a más de cien años de distancia no había recibido los beneficios que comprometió la lucha armada elevados, muchos, a rango constitucional, además, empeñó el futuro de México con reformas constitucionales que entregaban al capital privado nacional y extranjero bienes de la nación, del pueblo.

Las elecciones de julio de 2018 evidenciaron el hartazgo social, sí, pero también fue un parteaguas, el momento de la eclosión de un movimiento que prometía una transformación a fondo para darle vuelta a la pirámide, como diría Hegel, centrando sus propuestas en los olvidados de la tierra, en los marginados, en los pobres. Un cambio de régimen, que no simplemente de gobierno, que es lo que no han entendido los abyectos al nuevo proyecto de nación que por tres décadas anticipó quien hoy habita Palacio Nacional.

¿Quién ganó? ¿Quién perdió?

Los resultados obtenidos por el tricolor el domingo 5 de junio, con todo y que significaron el 17% de los votos de la alianza “Va por México”, son paupérrimos, aún con el triunfo de un priista en Durango, lo que ha provocado que al interior de ese instituto político se escuchen voces discordantes, molestas con los resultados. No están dispuestos a permitir que el dirigente que ha perdido 10 entidades en dos años de gestión siga al frente de su partido.

Entre esas voces destacan las de la tlaxcalteca Beatriz Paredes Rangel, ex gobernadora de su entidad y ex dirigente nacional de ese partido. También la del ex gobernador de Tabasco, Roberto Madrazo Pintado, dirigente del CEN del PRI y candidato a la presidencia.  Ambos coinciden en señalar que la dirigencia de su instituto político ha perdido la brújula y es necesario un cambio.

Pesan sobre “Alito” las críticas por la pérdida de esos diez estados. A ello se suma la merma de su credibilidad provocada por la difusión de audios muy comprometedores difundidas por la actual gobernadora de Campeche, Layda Sansores. ¡O sorpresa! También por la publicación de “Mexicanos contra la Corrupción”de un desplegado en el que denuncia actos de corrupción cometidos por “Alito”. ¿Qué no éramos amigos y aliados?

¿Qué llevó a Claudio X. González, el auténtico líder y promotor de la alianza “Va por México”, al tiempo dirigente de la ONG“Mexicanos contra la corrupción”, la misma que recibe un estimulante subsidio de parte del gobierno de los Estados Unidos, a blandir su espada sobre el buen “Alito?Sin duda, porque ha dejado de ser útil a la causa. No garantiza votos. No está acorde con las expectativas de triunfo en el 2023 (Estado de México y Coahuila), ni en el 2024, elección presidencial y renovación de la gubernatura en nueve entidades federales. El “tonto útil”, lo ha dejado de ser. El PRD tampoco ayuda. Jesús Zambrano es un cadáver político que sigue ahí, porque no hay ya quien cierre la puerta. Su rostro denuncia angustia y una terrible fragilidad.

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