Emilio

Columna: Enfoque médico

Por: Dr. Elías Córdova Sastré

Se escribe mediocracia y podría ser la respuesta

No sé si sea la palabra adecuada o el pensamiento más acorde, como una respuesta a las muchas dudas que nos aquejan tanto en materia administrativa, económica, como educativa, como una forma de entender algunas decisiones o el motivo del por qué llegamos a este momento de la historia.

El comentario anterior es porque en este semana llegó a mis manos un texto titulado “Mediocracia: cuando los mediocres toman el poder”, su lectura incita a pensar muchas cosas y por eso el inicio de la columna, ya que luego de leerlo no dejo de pensar si esta palabra y forma de plantearse las cosas sea esa respuesta a muchos de los comentarios vertidos en columnas anteriores, iniciando porque es precisamente el profesionalismo (comentado en la primera columna) lo que pone en el centro del debate inicial, pone en palabras de otro autor (Edward Said, “El intelectual profesional”) al experto actual como una actitud profesional debatible, como una conducta criticable en la que este profesional no causa problemas, no transgrede los paradigmas y límites aceptados y se hace vendible y presentable al mercado, es decir no polémico, apolítico y objetivo.

El autor “Alain Deneault”, hace una crítica y se suma a los señalamientos en el sentido de cómo las universidades se han burocratizado, y se han vuelto solo proveedores de empresas financiadoras de conocimientos afines, con investigaciones afines y opacidad en sus textos. Pone ejemplos que bien pueden ser parte de nuestro entorno, el ámbito académico es responsable de nuestros problemas sociales en palabras de Chris Hedges; académicos desvinculados del mundo, leales a redes colegiadas cual si fueran tribus; han abolido la autocrítica, negados a poner en tela de juicio un sistema montado para autojustificarse. Los alumnos ya no son los consumidores de las enseñanzas y los títulos son ahora el producto. Se han impuesto la productividad y el proceso de acumulación. La mediocridad se ha hecho con el poder.

Porque lo que mejor se le da a una persona mediocre es reconocer a otra que lo es, juntas se organizan para devolverse favores y cimentar el poder de un clan que harán crecer. El término mediocridad en palabras del autor designa lo que está en la media, hace referencia al estado medio, al orden en que la media es el estándar impuesto al que estamos obligados a acatar.

Su primera edición con tiraje en el 2015, ya expone el debate acerca de cómo los mediocres estaban accediendo a puestos de responsabilidad pública y privada; ya no eran las mentes más preparadas las que nos estaban liderando, sino personas con mucha ambición y poca preparación. Basado en el “Principio de Peter”, hace estos señalamientos en el sentido de que, desde hace unos años, los procesos sistémicos favorecen que aquellos con niveles medios de competencia asciendan a posiciones de poder, apartando en su camino tanto a los supercompetentes como a los totalmente incompetentes. Algunas organizaciones crecen en tamaño y se comportan de acuerdo a una jerarquía que tiende a perpetuar la incompetencia por mecanismos internos de ascenso que generalmente no tienen que ver con el talento.

El filósofo autor del libro, Alain Deneault, nos invita sarcásticamente a evitar las buenas ideas dado que estas generalmente terminan en la trituradora, el hecho de fingir se convierte en un valor en sí mismo, y el rasgo común es la sonrisa cómplice de que “hay que seguir el juego”, ese juego del sistema cuyo funcionamiento exige expulsar del terreno a los mejores para perpetuar la mediocridad.

No hay ámbito libre de mediocridad. Esta lupa de mediocracia pasa lo mismo por universidades que tal cual “estafa maestra” son sumisas al poder político y dispuestas a ser manipuladas con tal de conseguir esas subvenciones, o por la corrupción y los reportajes que encubren los desmanes fiscales del capital financiero, el doctorado que ya no investiga ni publica, el político ambivalente que lo mismo le da ser de derecha que de izquierda o cambiarse de partido. El órgano rector que debe mediar para la certificación de especialidades y que acaba por corromperse y dar certificaciones apócrifas. Ser mediocre no es tanto ser incompetente sino ser del montón, desaparece la mente crítica; cuando precisamente este pensamiento crítico es la medicina a la mediocracia.

Desde el aceptar un puesto sin tener las competencias del puesto o no preocuparse por obtenerlas, el colocar en puestos estratégicos a amistades sin talentos, como el hacer la vista a un lado cuando hay compras que evidentemente están infladas en precio y se prefiere callar a señalarlo, o no señalar las carencias por no molestar a amistades. El político que usa su cargo público para conseguir cupo en un colegio del hijo, las corporaciones que sobornan gobiernos para construir en reservas naturales, el consumidor que compra productos robados, la persona que paga a un funcionario para agilizar un trámite. Un Odebrecht comprando conciencias y manipulando resultados, unos políticos ciegos ante los pagos del silencio, el soborno internacional; la extorsión, tráfico de influencias, malversación de recursos, etc, todos actos de corrupción, pero abanderados por la mediocracia. La herramienta perfecta para desmantelar la soberanía del Estado a favor de corporaciones multinacionales.

Aquellos que pueden alzar la voz, que puedan tener una visión de altura, una mayor cultura o lograr un cambio de impacto son relegados o marginados; en otras palabras, para tener éxito hoy en día hay que ajustarse al “juego”, someterse a formatos delimitados, un oficio transformado en empleo (estandarización del trabajo), o una globalización regida por protocolos estrictos y controles administrativos y la financiarización del capital que permite evasiones o fugas de capitales. Quizá por eso se grita que no se pueden lograr tantos cambios y quizá por eso se critica tanto la posibilidad de estos aún a pesar de tener frente a nosotros tales avances.

El paso del siglo XIX al XX-XXI en el sentido de la mediocracia tuvo que ver con el paso del avance de la clase media en un siglo pasado, al hecho de ser referente de clase social en este siglo actual, como un orden establecido, totalmente predecible, sin retórica, sin crítica, ajustado a normas. Hay tantos problemas de índole mundial como el calentamiento global, la amenaza de epidemias, la contaminación ambiental, el colapso de instituciones públicas, que se dejan a la deriva sin que las instituciones rectoras dirijan estos cambios o logren realmente inducir lo que se requiere y cambiar estos paradigmas.

El autor nos lleva mar adentro sobre los múltiples problemas que vemos en nuestro entorno y cómo estos son causados por quienes asumen estos poderes y lideran a través de la llamada mediocracia. Si bien aborda los diferentes ámbitos no necesariamente da la receta ni menciona el cómo salir de este problema, pero sí supone un cambio o una revolución a través de la palabra, un nacimiento o un movimiento de conciencia al debate, al no dejarse arrastrar por estos conceptos politizados y globalizados en normas y directrices e invita a ser críticos y usar este pensamiento crítico para salir adelante.

Estamos en un momento crucial en que políticamente se ha logrado un cambio radical de lo que habíamos visto, se ha roto el “status quo” que se había establecido, esperemos que esta inercia arrastre y ejerza esa fuerza de cambio que se requiere. Que se establezca una corriente que sea crítica y nos permita elevar el nivel de diálogo, de debate, de alternancia, que nos permita pensar en un futuro promisorio y rompa este paradigma de dogma político administrativo que hemos vivido, de real combate a la corrupción entre otras cosas.

Tenemos que aportar, poner nuestro grano de arena y elevar el nivel, con nuestros actos, con nuestras decisiones, con nuestro ejemplo hacia futuras generaciones. Ser competitivos y no temer al cambio, no temer a dejar ese juego perverso, esa sonrisa cómplice de que no pasa nada y que todo está bien, que no podemos mejorar y que no se puede avanzar sin ser parte de ese mecanismo de corrupción y de mediocridad que se ha impuesto.

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