Emilio

Columna: Prospectiva

Por: Emilio de Ygartua M.

* Efectos de la visita de Pelosi a Taiwán

* ¿Qué nos trajo la invasión a Ucrania? Hambruna y crisis económica

La semana pasada realizamos un amplio recorrido histórico sobre la relación entre China Continental y Taiwán, y de la que la nación asiática sostiene con los Estados Unidos a partir de la aceptación del principio “una sola China”, que por cuatro décadas ha marcado el rumbo de una correlación de fuerzas caracterizada por la tensión. Tensión que ha ido escalando por la narrativa de Joe Biden, hasta llegar al punto más alto luego de la visita de la demócrata Nancy Pelosi a Taipéi, la que ha provocado reacciones preocupantes, diríamos inmoderadas de parte del gobierno chino que ha aprovechado la ocasión para mostrar, no sólo su disgusto, además, su innegociable postura ante cualquier intención de la isla de transitar por un camino independentista.

Ahora está más claro que la decisión de la líder de la Cámara de Representantes de incluir en su itinerario de viaje a Asía a la antigua Formosa, no contó con el consenso del presidente Joe Biden, ni el de su grupo de asesores en seguridad nacional y en política exterior. El viaje de la señora Pelosi, se quejan abiertamente los segundos, “echó por tierra negociaciones que por meses se habían realizado con la finalidad de construir una relación más amigable con el gobierno chino”.

Esta hipótesis se desvanece cuando observamos que el actual mandatario estadounidense, en el mismo tono que su antecesor, al que tanto criticó, ha construido una narrativa de confrontación y de amenazas que Pekín ha bateado una y otra vez, en su afán de mostrar y demostrar su abierta oposición a los comportamientos hegemónicos de una nación que ya no es la misma que se entronizó a la caída del Muro de Berlín y la desintegración de su antagonista principal por más de cuatro décadas: la URSS.

China fue advertida de no apoyar a Rusia en sus afanes expansionistas y de control de Europa Oriental. La invasión a Ucrania, sumada a la de Crimea, en 2008, han sido dos signos inequívocos de que Vladimir Putin está dispuesto a todo con tal de recuperar una poco del protagonismo perdido en 1991, y de retomar el control de una zona que antes de la desintegración era su área de influencia, ante el afán de la OTAN, liderada por Washington, de sumar más asociados a su organización, especialmente Ucrania, pero a raíz de su invasión, de Finlandia y Suecia.

Es verdad que China apoyó el plan ruso; se lo manifestó Xi Jinping a Vladimir Putin durante su visita previa a la inauguración de los Juegos Olímpicos de invierno realizados a finales de enero y principios de febrero en la ciudad amurallada. El presidente ruso respeto el acuerdo, espero hasta la última semana de febrero para iniciar su ataque a Ucrania.

El acuerdo se cumplió sí, en cuanto a los tiempos, pero lo que no se hizo fue cumplir con un guion que marcaba una invasión rápida que se ha dilatado casi medio año. Se anticipaba la reacción de Occidente, las sanciones y el apoyo a la nación invadida, pero no que el ejército ucraniano defendiera con tanta gallardía su territorio, eso y los graves errores militares del ejército ruso que actuó con una mezcla mortal: soberbia e ineficiencia militar, explican la dilación que, sin duda, ha tenido daños colaterales de gran envergadura.

Lo que la guerra en Ucrania nos trajo: hambruna y crisis energética

A casi medio año de iniciado el conflicto, como bien lo anticipó el presidente de los Estados Unidos, no se ve el fin de este. Casi seis meses han bastado para que crisis económica con génesis en la pandemia a causa de la Covid-19, haya escalado merced al colapso de las cadenas productivas, a la disonancia entre la oferta y la demanda que ha provocado una inflación galopante de la que ningún país del planeta ha podido salvarse.

¿Cómo ha afectado esto a China? La nación asiática ha procurado mantener su ritmo de producción, sin embargo, ha sido imposible por el cierre de la economía mundial, por el colapso de las rutas de suministros y de las cadenas de producción que en esa nación se han recuperado hace varios meses, pero que se enfrentan a bloqueos impuestos por Estados Unidos que, en su afán de impedir el avance de su gran competidor, está enfocando sus baterías en fortalecer la  producción interna gracias a iniciativas que por fin han logrado transitar la aduanas legislativas merced a su mayoría (todavía) en la Cámara de Representantes, liderada precisamente por la señora Pelosi, que seguirá siendo aliada aunque cometa los excesos ya señalados.

También en el senado de la República, mediante el voto de calidad de la vicepresidente Kamala Harris, se logró la aprobación, 51-49, de una iniciativa destinada a frenar los efectos del cambio climático y que, además, autoriza subsidiar con miles millones de dólares a empresas productoras de los semiconductores que se requieren para reactivar la economía, con la clara intención de frenar a su gran competidora. Vale recordar que Bernie Sanders, paradigmático senador demócrata, y supuesto aliado de Biden, votó en contra de esa iniciativa al considerar inmoral entregarle tantos recursos a quienes se han hecho más ricos por el desabasto de estos semiconductores.

Por cierto, la semana pasada se realizó en México un importante foro en el que se resaltó la enorme ventana de oportunidad que significa para nuestro país entrar de lleno a la producción de estos semiconductores y, al tiempo, transitar a la producción de automóviles híbridos y eléctricos, y a la fabricación, en el menor tiempo posible, de baterías de litio. Ya se está conformando la empresa del Estado que se hará cargo de cumplir con la ley que nacionalizó este metal que, sin duda, será el motor de la economía mundial desde ya.

China, por cierto, acaba de hacer público su avance en esos dos terrenos: producción de semiconductores y baterías de litio, por un lado, y del otro, la producción de automóviles eléctricos. Tiene ya el liderazgo en la producción de camiones.

Debido a lo anterior considero que la mesa de negociación para tratar las controversias de Estados Unidos y Canadá, en materia energética, llegarán a un buen acuerdo, quizá con costos monetarios para nuestro país, pero el T-MEC seguirá vivito y coleando. El cuento del lobo (por allí viene China) no es una falacia. El gigante de Asia está tocando a la puerta. Los socios del T-MEC, los tres, deben ponerse las pilas, de litio si es posible, si en realidad quieren parar el avance de la “ruta de la seda”, exitoso proyecto chino que ya le permite tener el control de zonas estratégicas de Europa, América Latina y de África, continente al que no le han hecho el feo y han visto su gran potencial.

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