Por: Emilio de Ygartua M.
“Todos los grandes impostores deben su poder a un suceso notable.
En el acto del engaño los invade la fe en ellos mismos: esto es lo
que habla tan milagrosa y persuasivamente a quienes los rodean”.
Friedrich Nietzsche
La guerra en Ucrania ha rebasado ya el medio año. El presidente Joe Biden vaticinó, a finales de enero pasado, primero, que Vladimir Putin invadiría Ucrania, segundo, que sería un evento de larga duración; ambas cosas se han cumplido. Lo que no midió el mandatario estadounidense fueron los efectos que este conflicto tendría en la geopolítica y en la economía. A seis meses de distancia, podemos hablar de una crisis que ha agudizado las complicaciones que la pandemia por el Covid-19 nos había generado en el 2020 y 2021.
Podemos afirmar que ambos, Biden y Putin, se equivocaron, el primero, pensando que las sanciones impuestas a Rusia la harían claudicar pronto; el segundo, creyendo que la operación militar sería rápida y que, como había sucedido en el 2008 con Crimea, la capitulación de Kiev sería “pan comido”.
Las sanciones se han convertido en una especie de bumerang que muy lejos han estado de cumplir con su objetivo. Moscú ha generado una narrativa en la que asegura que esta estrategia lejos de afectarle le ha fortalecido, sobre todo, porque ha generado a nivel interno un sentido de solidaridad con su gobernante, segundo, porque a pesar del cambio drástico que derivó de la salida de cientos de empresas extranjeras, de las restricciones financieras y bancarias, la sociedad rusa fue “inyectada” con una potente dosis de nacionalismo que recuperó el viejo modelo estaliniano que permitió la cohesión de la URSS durante más de seis décadas.
Al tiempo, la propaganda implementada por el Kremlin, con evidentes vestigios del nacionalsocialismo alemán, fortaleció el sentido de pertenencia y, en gran medida, dando a la población, sobre todo a los que vivieron la etapa del “socialismo real”, que Rusia estaba recuperando el protagonismo perdido a partir de 1991.
Ver a los socios de la Unión Europea de rodillas, evidenciando una dependencia energética que ha obligado a Bruselas a tomar medidas urgentes y muy costosas, se ha convertido para el gobierno ruso en un argumento que no es del todo cierto, pero ayuda a esconder los errores estratégicos de su Ejército que ha chocado con pared en su intento de arrasar en Ucrania y tomar el control de un territorio que es vital en su objetivo de recuperar el dominio en una región que fue, hasta la desintegración de la URSS, el epicentro de la cultura eslava que Putin busca recuperar y potenciar como parte central de su geopolítica imperial.
“Tanto depende de la reputación que protégela con tu vida”
Quinta Ley de Poder
Robert Greene
Como acertadamente establece Marc Bassets (“El País”. 20/08/2022), la prolongación de la guerra “pone a prueba la cohesión de Occidente ante Rusia”. La UE ha tenido que acelerar su integración ante el riesgo de una balcanización resultado de las evidentes diferencias que han ocurrido en su seno. No todos los países miembros han aceptado las estrategias dictadas desde Washington, Bruselas y el comando superior de la OTAN. Hungría, que mantuvo cercanía con Rusia desde la llegada de Putin al poder, y Polonia, opuesta a las medidas económicas draconianas que se han aplicado, han manifestado en diferentes foros, si no una abierta rebeldía, si sus diferencias.
Turquía, sin ser integrante del grupo europeo, pero que juega un papel medular en la región, primero, ha externado su justificada molestia por seguir siendo ninguneada al negarle al acceso a la Unión Europea, al contrario de Ucrania y Moldavia que ya iniciaron su proceso, al tiempo que Albania y Macedonia, están en espera de ser tomados en cuenta. Erdogan, cansado del trato, aprovechó para oponerse a la integración de Suecia y Finlandia a la OTAN, de la que es miembro, aduciendo la colaboración con terroristas sirios de esas dos naciones nórdicas, amenazadas por Rusia. Al final cedió.
El ejemplo más evidente de las transformaciones a las que ha obligado la guerra y la actitud expansiva de Rusia, la crisis energética y alimentaria, lo encontramos en Alemania. La invasión de Ucrania ocurrió a menos de cuatro meses del relevo en la cancillería. Ángela Merkel había tomado medidas más que prudentes ante el evidente avance de la dependencia energética de la que ya le habían alertado sus asesores. La llegada de Kohl al gobierno alemán, miembro del Partido Socialdemócrata, muy cercano a la URSS en su momento, y a Putin, se convirtió en un tema incómodo, sobre todo porque el excanciller Schroeder, es socio activo de la empresa que construyó el gaseoducto entre Rusia y Alemania, pospuesto a causa del conflicto.
Otros países de la zona del euro han entrado en esta vorágine. España, entre las más afectadas, derivado del error diplomático del presidente del gobierno, Pedro Sánchez, que en el momento menos adecuado hizo a un lado la histórica neutralidad (iniciada durante el período de Francisco Franco) con relación al Sahara Occidental, abriendo la puerta a Marruecos a cambio de controles fronterizos que, para colmo terminaron en un desaguisado. Argelia se cobró la afrenta cerrando la llave de suministro de gas la Península Ibérica.
No omito el caso de Reino Unido. Está claro que la caída en desgracia de Boris Johnson, quien será sustituido en dos semanas, posiblemente por la actual ministra de Exteriores,obedeció a sus excesos fiesteros en los tiempos del confinamiento obligado, sin embargo, creo que el líder tory, promotor fundamental del Brexit, está pagando sus errores políticos. Esta nación vive tiempos complejos, en lo económico y por su autoaislamiento del continente, que ya lo trata como al resto de las naciones del orbe.
“Llama la atención a cualquier precio”
Sexta Ley del Poder
Robert Greene
Al cumplirse los seis meses del inicio de la invasión a Ucrania, el presidente Zelenski declaró que “vencer a Rusia rescatará el orden mundial”, al tiempo que reiteró su decisión de no ceder ante los embates de “un ejército ruso diezmado y errático”. La defensa de su independencia dijo, “es irrenunciable”, al tiempo que anticipó que cualquier ataque tendrá respuesta inmediata. Paradójicamente, ese mismo día, el 24 de agosto, se celebró el 31º aniversario de la declaración de independencia de Ucrania, tras el referéndum sobre su estatus político dentro de la URSS realizado el 17 de marzo de ese mismo año que, recordemos, marca el final de la unión de repúblicas creada en 1922 por Lenin.
En el marco de este recordatorio, de los seis meses del inicio de la invasión y de su autonomía que ahora quiere revertir Putin, Europa y Estados Unidos, en su irrenunciable intento de contener a Rusia, animaron a Ucrania, además de seguir defendiendo su territorio, a recuperar Crimea, invadida en 2008.
Por lo anterior, sería iluso esperar que las cosas cambien; por el contrario, todo indica que la tensión escalará. El atentado con bomba que mató a la hija de Alexander Dugin, el “Rasputín” de Putin, el filósofo ruso que encendió el odio contra los ucranianos se ha convertido en una nueva y poderosa excusa que el Kremlin utiliza para justificar los ataques a la nación invadida. Rusia ha señalado abiertamente a Ucrania de ser la responsable del atentado; Kiev ha negado cualquier vinculación con el atentado. Un grupo ruso, el Ejército Nacional Republicano, se ha atribuido el ataque.
¿Hasta dónde llegará este conflicto? Para muchos la invasión se debe visualizar como el inicio de una guerra a gran escala. ¿La Tercera Guerra Mundial? Antony Beevor, un reconocido historiador militar de origen inglés, entrevistado por Guillermo Altares (“El País”. 02/07/2022), señaló que “la guerra de Ucrania puede desatar una catástrofe global”. El autor de “Rusia, Revolución y guerra civil”, establece en este su nuevo libro, lo ratifica en la entrevista, que los elementos del evento bélico iniciado el 24 de febrero pasado son “el terror y la crueldad” utilizados como armas de guerra. El escenario no alienta el optimismo, por el contrario.
Debido a este entramado convulso vale la pena referirse a nuestra región. ¿Hacia dónde nos moveremos en este nuevo escenario de la geopolítica post pandemia? La llamada “nueva normalidad” llegó acompañada de un nuevo orden mundial. ¿Alineados o no? ¿Con Estados Unidos o con China? He ahí el dilema. Mientras la OTAN arrastra a Europa a la pugna estratégica de Estados Unidos con China siguiendo el guión resultado de “La Cumbre de Madrid” que llevó a esa Alianza a acelerar los preparativos para hacer frente a una rivalidad con el gigante asiático que, sin duda, se presenta como el mayor desafío del presente siglo.
“Logra que otros hagan el trabajo por ti, pero llévate siempre el crédito”
Séptima Ley del Poder
Robert Greene
Para entender la estrategia que está siguiendo la OTAN, es necesario abrevar en los documentos derivados de esa cumbre que ha dejado varios hitos históricos para la trayectoria de la Alianza, entre ellos, la clasificación de Rusia como amenaza directa, y la luz verde para el ingreso de Suecia y Finlandia (con la aceptación no muy cordial del presidente turco).
Seis meses no son cualquier cosa, mucho menos en la vida de una nación; sobre todo, cuando ese período de tiempo sirve para evidenciar flaquezas y debilidades. Más, si ocurre en un espacio como la Unión Europea que, a juicio de muchos estudiosos de la geopolítica, como Alfredo Haliffe, abierto europeísta, que no pueden dejar de señalar que la comunidad nacida en los años cincuenta mediante el Tratado de Roma, transformada en zona del euro con el Tratado de Maastricht (1992), que fue la puerta de entrada para una expansión cada vez más difícil de mantener y de contener los riesgos de una balcanización.
Pensar que hay unanimidad en esa región en torno a las estrategias impulsadas desde Washington y ejecutadas por la OTAN sería un peligroso autoengaño. No sólo existen esas discordancias entre los mandatarios y jefes de gobierno, tanto en las repúblicas como en las monarquías constitucionales, también, entre líderes de las oposiciones que aprovechan esta coyuntura para llevar agua a su molino, entre ellas, Marine Le Pen, la líder de la derecha radical francesa.
Como recordamos, la señora Le Pen llegó a la segunda vuelta con grandes posibilidades de victoria frente a un diezmado mandatario, Emmanuel Macron, que buscaba la reelección que, si bien obtuvo, no con el amplio margen con el que cinco años atrás había derrotado a su misma oponente. Lo peor llegó después, en las elecciones para renovar la Asamblea Nacional que, junto con el Senado conforman lo que conocemos como el Parlamento francés. Lo que derecha e izquierda llamarón “la tercera vuelta” se convirtió en, valga la analogía, en el Waterloo, de un jefe de gobierno que perdió la mayoría absoluta merced al avance de una izquierda a la que desprecia (131 diputados), y al crecimiento de la formación encabezada por Le Pen que pasó de 8 a 89.
Este súbito aumento en la presencia de la derecha en Francia ha permitido a Marie generar una narrativa opuesta a la estrategia de Estados Unidos, seguida al pie de la letra por la mayoría de los miembros de la UE: aplicar sanciones a Rusia desde antes de la propia invasión a Ucrania.
Sí, Le Pen, como señala en su artículo Marc Basset, está dando en la tecla precisa estos días, lo que ha permeado en algunas capitales occidentales y en Kiev. “Es la tecla de la división y el desánimo por una guerra que se prolonga; la tecla de un otoño y un invierno en el que, según las peores previsiones, los europeos pasarán frío porque Rusia (que ya está quemando gas en la frontera con Finlandia) cortará el gas y los precios se dispararán y los votantes abrazarán a los candidatos populistas y extremistas.”
En este entorno sumamente complejo, la Unión Europea, lanzada al infierno por su aliado histórico, los Estados Unidos, busca afanosamente (¿infructuosamente?) un lugar en el mundo: En este mundo polarizado que estamos viendo resurgir. ¿Hacia dónde caminar, o correr? Todo parece indicar que no hay más que de dos sopas: elegir entre un mundo bipolar, de democracias contra autocracias, o multipolar. Disyuntiva en la que lo importante, lo complejo, será garantizar que ello se haga apostando por su voz propia. ¿Lo permitirán EU, China y Rusia?
¿Y América Latina? También estará, más temprano que tarde en esta disyuntiva. No es casualidad que,debido a que China y Rusia están aprovechando el hueco que Occidente ha dejado en esta nuestra región, Bruselas prepare una ofensiva diplomática para frenar este avance. ¿Perdiendo América? España, Pedro Sánchez en particular, saben, reconocen el abandono, por ello se promueve una cumbre entre la UE y AL para el 2023. ¿Demasiado tarde? Ojalá no se mimetice del modelo estadounidense y se invite a todas las naciones haciendo a un lado las diferencias ideológicas y conceptuales, de lo contrario, esta “Gran Cumbre” será un fracaso más.
“Frente a un espadachín, saca tu espada, no recites poesía ante quien no es poeta”
Proverbio chino
México no puede estar ajeno, o ignorante, que es peor, a estos cambios que se están dando a nivel planetario. Su gobierno no puede sino entender y aprovechar la coyuntura internacional para enfrentar los retos internos que no son ajenos a la defensa de la soberanía y la independencia que son atributos no lozas como pretenden hacer creer las oposiciones que no están muy distantes de las europeas. Su narrativa se funda en la diatriba, pero sobre todo en un discurso que promueve la inmovilidad. Su carencia de un proyecto de nación los lleva cada día más al divorcio con una sociedad que espera más de ellas que su discurso sin fondo y sin forma.
Oposición no viene de oponerse, es, debe ser,promotora de un ejercicio dialéctico, de tesis y antítesis, que es lo que permite alcanzar un acuerdo, consensos sin desaparecer artificiosamente los disensos, parte esencial de una democracia que busca resolver los problemas, no por medio de la guerra, sino de la política.
Próximos a arribar al mes de la Patria, la que es primero, la que hay que defender por encima de cualquier interés personal o de grupo, seremos testigos de eventos fundamentales para la vida nacional, para su conformación, para el nacimiento de un país al que nada le ha sido fácil. Que ha librado luchas intestinas, invasiones que nos arrebataron territorio; otras que pretendían imponernos, con la complicidad de algunos internos, una monarquía europea como de la que nos había liberado medio siglo atrás.
Septiembre es un período de reflexión, sí, sobre de lo mucho y bueno que hemos heredado,y, sobre todo, de lo que habremos de heredar a nuestros hijos y nietos. Este septiembre, como aquel del terremoto del 85, debe hacernos pensar, gobierno y opositores, que, si bien perece que la conservación o la obtención del poder son elementos prioritarios, justificativos de todo, no es así. El poder se debe utilizar a favor del pueblo, de las grandes mayorías, aunque ello les moleste a los que creen, firmante, que la pobreza es obra de la pereza y no de la injusta distribución de la riqueza que, en México, en el mundo, siguen concentrada en muy pocas manos.
Septiembres llega con un nuevo período ordinario de sesiones del Congreso de la Unión. Es obligado que los legisladores estén a la altura de las circunstancias. El llamado a la inmovilidad parlamentaria hecho por la triada opositora basada en un discurso reduccionista a nada lleva. De la parte gubernamental, se espera que busque caminos alternativos ¿Reformas a las leyes secundarias? Que permitan avances en temas como la Reforma Electoral y el tránsito de la Guardia Nacional a la SEDENA
El primero tema, negada la posibilidad de la reforma constitucional ante la obvia imposibilidad de lograr el número de votos necesarios, se puede transitar a acuerdos que fortalezcan a la autoridad electoral acotando las posturas inadecuadas que hemos visto en al menos dos de los miembros del Consejo General del INE. Existe coincidencias en temas como el voto electrónico, reducción de diputados y senadores, y hasta en un tema complejo como es el que todos los legisladores sean electos mediante listas plurinominales.
En lo que a la Guardia Nacional se refiere, reitero mi desacuerdo con que ésta se militarice, en cambio, me parece que, manteniendo el mando civil, pero operando articuladamente con el Ejército y la Marina a través de un verdadero Plan Nacional a favor de la recuperación de la seguridad perdida, se pueda avanzar más en la lucha contra una delincuencia organizada que avanza y avanza.
Septiembre deberá traernos, también, el refuerzo de un Plan Nacional contra la Inflación que golpea de manera inmisericorde a quienes menos tienen. No basta, está claro, con el incremento de las tasas de referencia. Su beneficio es mínimo cuando lo que genera es estancamiento, desempleo y, con ello, más pobreza y desánimo entre la población. Un nuevo pacto por México parece necesario. Urgente.
Por un mes de septiembre que fortalezca el verdadero amor por la Patria.